La que viene es bastante buena, y práctica. Es un hecho, un hecho general y créanlo que los que no puedan estar de acuerdo es porque sobre su paladar ha caído una peste y algo anda mal por ahí. El Bacardí Blanco es la peor bebida que puede existir. Es el patito feo de todos los licores conocidos por el Homo Sapiens, el que denigra el gran y pirata-caribeño nombre del Ron. El sabor, la cruda, la peda, todo, no hay punto favorable para el Bacardí. Se podría decir que el Sotol y el Tonayán son mejores bebidas, pero no se vale llegar a tanto, cada quien sabrá. Lo que sí, es que Rol, Espartaco Jones y Ana Marigú volverían a tomar Sotol y/o Tonayán, pero Bacardí Blanco... nunca hay que decir nunca. Mejor pongámoslo así, volver a tomar Bacardí Blanco, o cualquier clase de Bacardí, era el más bajo, deleznable y denigrante de los casos.
Desafortunadamente para él, pero afortunadamente para el transcurso de esta historia, había un chaval que no pensaba de la misma manera. Un chaval que defendió su “Bacalao”, así le llamaba al Bacardí. Sabemos que esa clase de sobrenombres son para verse “cool” o bueno, tal vez no era el sobrenombre en sí, pero la forma en que la decía, como si tuviera una papa en la boca, la forma en que se movía, lentamente, como contemplando cada momento, con una rostro de arrogancia absoluta... pooooor favoooooor, que alguien le dé una lección a este chaval.
Espartaco Jones cavó un hoyo, secuestró la botella de Bacardí y la depositó en el agujero. Ahora venía la cuestión de tapar el hoyo. Se le ocurrieron muchas cosas, muy asquerosas, pero no tenía ganas de nada de aquello, ganas biológicas, porque ganas de ganas, de las de querer, de esas sí tenía. Digamos que era su forma de representar que estaba poniendo al Bacardí en lo que él contemplaba su merecido lugar, en un hoyo junto con deshechos orgánicos del hombre.
Este tal “Bacalao” encontró a nuestros queridos viajeros del tiempo contemplando la botella de Bacardí en el agujero, seguían pensando con qué taparla, pero el Bacalao entró en su rescate y la sacó del hoyo. Entonces surge la gran discusión y enfrentamiento.
- ¿Y ustedes que toman? – preguntó el Bacalao.
- Disculpa, señor Bacalao, pero es que no te entendemos si hablas con una papa en la boca.
- No tengo ninguna papa en la boca, y ¿por qué me dicen Bacalao?, osea, qué inmaduros.
Las carcajadas de los viajeros del tiempo resonaron en el bungaló.
- Nosotros tomamos cerveza, señor Bacalao.
Válgame, como si se hubiera levantado un volcán para hacer erupción a los cuatro jinetes del Apocalipsis y los chavales mostraran su desprecio porque llegaban en caballos y no en Harley Davidsons.
- ¡Wacala! La cerveza sabe bien fea
- ¡Es bien amarga!
- No tiene buen sabor.
Bla, bla, bla, bla... Los viajeros del tiempo sentían que estaban en un circo, en la jaula de los changos cuando están todos alborotados porque están a punto de darles de comer. Prefirieron no seguir con la conversación puesto que los chavales aun no tenían paladar como para apreciar la frescura y sabor refrescante de la cerveza.
Y bien, ahí tuvieron al “Bacalao” Lo último que se recuerda de él es que dijo alguna leperada que iba más o menos así: “nosotros manejamos mejor cuando andamos pedos.” Las carcajadas de los viajeros del tiempo resonaron por toda la sierra. Los coyotes aullaron como respondiendo a las carcajadas.
Ese fue el “Bacalao” al que también se le pudo haber apodado el “Mamila”.
Llegó el momento de contar las nacoaventuras, urbanhistorias, borrachadas rocanroleras que habían vivido los viajeros del tiempo en su prepa y universidad. Y llegaron a contar la historia en que nuestro querido Rol se quedó dormido en plena plática y una chica se lo llevó a la cama para arroparlo, pero como se debe de suponer, lo sobrearropó pues cuando el padre de la susodicha llegó al siguiente día y vio semejante espectáculo: los dos dormidos, desnudos y abrazados; pegó un grito tremendo. A fortuna de Rol, Espartaco Jones también se había quedado en esa casa, y él no había dormido, así que pudo calmar la situación.
El andar de ese pasatiempo era que una persona contaba una historia, y luego otra persona contara otra historia y así sucesivamente, pero tenían que ser historias semejantes, de tragedias divertidas y graciosas. Uno de los chavales se aventó para contarse una de sus historias, pero a la mera hora se rajó, dijo que era “muy fuerte”, de contenido explícito “demasiado impactante” como para la sana conversación que se había llevado en toda la noche.
Espartaco Jones olió en el ambiente que esa movida se trataba de otra muestra más, digna de los chavales, de mostrarse interesantes y “cool”, por lo que él sentía, Espartaco Jones, que debía contrarrestar ese tipo de comportamiento tan pedante y petulante.
- Sí, de seguro la historia debe de hacerte quedar muy mal, engreído fanfarrón. Aquí no nos andamos con chiquilladas, si dices que vas a contar tu historia, la cuentas, o, si prefieres, nosotros la contamos por ti, tenemos una muy buena imaginación, ¿verdad Rol?
Rol tenía los brazos cruzados, mirando al chaval con una sonrisa malévola, algo así como infiriendo un: hubiera estado mejor que nos contaras la tuya, porque con la que contaremos de ti, vas a quedar muy, muy mal.
Y la historia comenzó siendo narrada por Espartaco Jones. Trataba de algo así como que el chaval iba caminando por la prepa y se le cayó un condón usado. ¿Pero qué clase de pendejo trae un condón usado en la bolsa? ¡Asqueroso! Y luego, para acabarla de fregar, se le cae en frente de todos... es patético. No, así no sucedió, se nos ocurre algo mejor.
Y volvió a comenzar Espártaco Jones a contar la historia: Iba éste güey caminando por la prepa y se le cayó una foto de la hija del director, en pelotas, con dedicatoria, autografiada y toda la cosa. Para infortunio del chaval, la chica más fea de toda la escuela se encontró la foto y pensó en extorsionar al chaval, puesto que esa chica, sabía que era la más fea de toda la escuela y que existían muy pocas posibilidades de que alguien se la quisiera follar, y ya tenía ganas de probarlo puesto que en la prepa era un tema muy concurrido. Y pues, extorsionó al pobre chaval y no le quedó remedio más que de follarse a la chica más fea de toda la escuela.
Pero la cosa no acaba ahí (ahora era Rol quien narraba), ya que una de las copias de la foto, por azares del destino, llegó a manos del coach de futbol americano. Gay, por supuesto que se encantaba viendo a su equipo de hombres varoniles correr en mallitas y dándose de nalgadas a cada rato. Así que también se aprovechó del pobre chaval y lo extorsionó de la misma forma, haciéndolo pasar por todo el equipo de futbol americano. Ahí acaba la historia.
Pero el chaval presumido y fanfarrón que había quedado en completo ridículo se dignó a hablar en su defensa.
- No, claro que no, la historia verdadera es la primera que contaron, la del condón.
Lo que el chaval logró fue que se rieran más de él y acabó con un nombre, el “Condón usado”.
Ahí tienen al “Condón usado”.
La que sigue no es muy interesante, o divertida. Los chavales habían quedado fuera del bungaló dejando el interior sólo para los viajeros del tiempo. Algo habría pasado, alguna de esas tantas y tontas broncas juveniles por cuestiones amorosas llevó al siguiente chaval a ganarse un nombre en las filas del cuento.
Llegó muy enojado, y como todo joven a esa edad, bueno, no todos, pero una gran mayoría, quería mostrar su hombría mediante la fuerza que tenía cuando sufría un coraje. Así que llegó y dio un puñetazo en la pared. Rol se quedó callado, Ana Marigú callada también, y Espartaco Jones pensaba en cómo decirlo de la mejor manera posible. Suave y sin ofender.
- No seas pendejo. – dijo sin inmutarse
Rol miró la pared y divisó una ruptura. No era bueno decirle pendejo a un chavo borracho fuera de sus cabales y muy enojado con la vida, y menos aún si ese chavo borracho fuera de sus cabales y muy enojado con la vida podía causar rupturas en una pared con un solo golpe. En verdad, Rol temió por la integridad de su cuatazo Espartaco Jones.
- Todo lo que vas a ganar es romperte los nudillos y no vas a arreglar nada, así que no seas pendejo. Te lo digo porque lo sé, y lo sé porque lo he hecho, y lo hice por... – guardó silencio para que alguien acabara la frase por él.
- Por pendejo. – cerró Ana Marigú.
- Así es, querida, por pendejo. Y no es que estemos aquí para cuidarlos, pero sí podemos darles consejos, como por ejemplo no tomar Bacardí porque es la peor de las porquerías en cuando a licores se refiere, así que, “Rudo”, no seas pendejo.
¡Sácatelas babuchas!, pensó Rol. Esto no puede acabar bien. No es que temiera por su cuatazo Espartaco Jones, pero la verdad era que sí, con uno de esos golpes rompe paredes del “Rudo” Espartaco Jones iría directito a la lona. Pero habrá sido por lo que haya sido, no ocurrió nada. El Rudo entró muy enojado al bungaló y salió con un nombre.
Eso fue.
Estamos llegando al final. Ya merece contar la del chavo más buena onda de todos. El “Jipie de los chors” Ese güey parecía no querer aparentar nada, o bueno, al menos no aparentaba tanta gallardía como el resto de sus compañeros, parecía que el “Jippie de los chors” se divertía auténticamente. Rol, incluso, llegó a decir que el único de ahí que tenía un gran futuro era el “Jipie de los chors”. Al Bacalao no le gustó que engrandecieran al “Jipie de los chors” y no a él, ya que él también tenía “chors” a lo que Espartaco Jones le aclaró.
- A ti te faltan tanates. O los tienes atorados en la garganta y no era la papa lo que te hacía hablar así.
El “Dr. Silencio”. Es muy sencillo. Ese güey no dijo casi nada en toda la noche, no fuma, no toma, quiere ser doctor y estuvo al lado de su vieja que estaba dormida desde que llegaron Espartaco Jones y Ana Marigú. Y bueno, podemos añadirle a este nombramiento que la “Mujer Dormida” era su novia, recostada en su regazo.
No desesperen que falta poco.
El último personaje a nombrar es el “...” No son tres puntos como en el basketball, son puntos suspensivos. No se nos vayan a confundir. Y son puntos suspensivos porque este chaval participó en la conversación, pero ninguno de los viajeros del tiempo pudo ponerle nombre, así que lo llamaron “...”.
Es triste saber que el final llega a una historia tan disparatada y divertida como esta, pero tuvo que suceder. Espartaco Jones ya tenía sueño y frío. Se hubiera puesto su suéter, pero se lo había dado, caballerosamente, a Ana Marigú, porque ella no llevaba y tenía frío. Ana Marigú también tenía mucho sueño y optaba por irse a dormir, pero Rol no quería irse y dejar a su hermana cuidando a los chavales más jóvenes. En fin, los viajeros del tiempo comenzaron a recoger para que la gente del parque no se diera cuenta del desmadre que habían hecho los chavos en el bungaló, al que claro, estaba prohibido entrar por las noches.
Así que los viajeros del tiempo recogían el tiradero que los chavales hicieron. Entre ese tiradero había una ventana rota. Rol se había acercado para levantar y barrer los peligrosos vidrios que habían quedado regados en el suelo, pero tan pronto tomó el marco de la ventana, su hermana se acercó corriendo y gritándole como una verdadera “GESTAPO” que lo dejara ahí. Las razones de la hermana no eran agresivas, el método fue agresivo, pero ella no quería que su hermano manejara vidrios rotos mientras andaba borracho, se podía cortar. No hubo problema ya que Espartaco Jones y Ana Marigú no habían tomado nada, así que ellos barrieron y supervisaron a Rol de que no se cortara.
Pero la cosa no podía quedar así, faltaba un recogedor. Espartaco Jones y Ana Marigú salierona buscar algo que sirviera de recogedor y Rol se quedó ahí. Se le ocurrió una grandiosa idea, al menos para él, o bueno, pongámoslo así: en ese momento parecía una buena idea. Práctica y rápida.
Rolando Mora del Campo estaba tirado en el suelo, retorciéndose como animal de matadero. Le sangraba la boca. Tosía y escupía sangre cada vez que lo hacía. El muy imbécil pensó en comerse los vidrios, así nadie nunca los encontraría. Espartaco Jones lloraba y lloraba, un absoluto caos se había apoderado de él. Corría frenéticamente con lágrimas en los ojos, los puños cerrados y la mandíbula trabada por tanto apretar. Ana Marigú estaba repostaba a un lado del cuerpo inamovible de Rol. El muy imbécil se había desgarrado el estómago.
Entonces una grandiosa idea iluminó a Ana Marigú.
- Los columpios, - convino – ¡podemos volver en el tiempo y salvar a Rol!
La acongojada pareja se trepó a los columpios y comenzaron a mecerse con todas sus fuerzas. ¡Fum!, ¡fum!, ¡fum! y ¡zaz! Regresaron para prevenir a Rol de no comerse los vidrios. Estaban tan felices de volver a verlo que olvidaron por completo su misión, menudos idiotas. En cambio salieron y rindieron cuenta a los dioses risueños.
Todos estaban demacrados, adormilados y cansados de tanto llorar. Se encontraban en la sala de espera del hospital del pueblo. Esperaban escuchar noticias de cómo había salido la operación. Estar esperando durante tanto tiempo una noticia de vida o muerte era una tortura que pocos eran capaces de resistir. Ese tipo de situaciones hace que las personas reaccionen y actúen de formas incalculables.
Se escuchó la puerta. Salió el doctor. Caminaba hacia ellos. Se le veía cansado. Se quitó los guantes. Se enjugó la frente impregnada de sudor. Se detuvo en un lugar donde todos pudieran verle. Los pequeños ojos que asomaban entre tanta ojera suplicaban una buena noticia.
- Se salvará.
Ni el cansancio más atroz pudo impedir que todos brincaran de alegría, se abrazaran y besaran. Gritaron llenos de júbilo. Hasta el doctor recibió sus buenos abrazos y besos. Cuando lo dejaron en paz, pudo dar una explicación.
- Al parecer no se desgarró por completo porque tiene, en su sistema, una especie de aceite que se da en ciertas hierbas. Este aceite es pegajoso y espeso, lo que sirvió como protección para que no se desgarrara sus órganos.