martes, 11 de noviembre de 2008

Coca cola zero fest

Los Fabulosos Cadillacs, The Mars Volta, Jaguares, esos eran mis gallos. Los Cadillacs por conocer unas cuantas rolas y saber con anticipación que iba a un buen reventón; The Mars Volta porque he escuchado dos que tres de ellos y muy buenas referencias, especialmente de cuando tocan en vivo; y ps Jaguares por la trayectoria y ser de esos grupos con los que empecé a escuchar y reventarme con rock en español.

Para empezar, llegamos tarde al concierto, pero no había mucha bronca ya que no teníamos la intención de escuchar a los primeros grupos, así, menos tiempo de andar dando vueltas, menos cansancio pa los pies, menos dinero invertido en chelas que seguramente nos tomaríamos. Para cuando llegamos a parque Fundidora, lo primordial era dejar el coche y darle para el concierto. Dejamos el coche en una calle donde había muchos otros coches estacionados, los típicos viene-viene (hijos de puta que resultaron al final, hijísimos de su putísima, así de gacho) que nos pidieron una lana por dejar el coche donde lo dejamos, que disque ellos lo cuidarían... ps bueno, va.
Caminamos lo suficiente para que el Malamen dijera que hubiera dado lo mismo haber dejado el intrépido Ka-nepa en el estacionamiento donde cobraban, ahí en el río sin agua. En fin, la cosa era llegar al concierto, hacerse de una buena referencia, buscar algún indicio que indicara dónde y a qué hora tocarían los grupos que queríamos ver.
Eran dos escenarios, había mucha chuchería alrededor. Un bar vip; estación de radio, de televisión; baños públicos portátiles; la estación del monchis; y otras tantas cosas que no supe ni me importó ver.
El primero grupo que escuchamos fue Calle Trece. A pesar del ritmo regguetonero que de repente sacaban, tenían uno que otro arreglo aceptable en los metales y percusiones. Algo dijo que dedicaba una canción a los culeros del gobierno gabacho, por todas las trabas que ponen para que los latinos lleguen a su país, ¿o la había dedicado a los mojados? No recuerdo, pero se estaba quejando de ese asunto. En fin, no me dieron más de qué hablar.
Esperamos a Coco quien había ido a orinar, un especie de reiver se me acercó, desde lejos le vi cara de que él iba a ver a Zoe, tenía aire, y los típicos lentes oscuros que usan. Se me acercó y me pidió un toque. Ah, qué caray, ¿ps qué tengo cara de marihuano? Nomás me reí y me puse a cotorrear con el güey, después de un rato se fue, esperando volver a encontrarme “por ahí” pa que le conectara un toque... ps bueno, naturalmente que no lo volví a ver.
Nos encontramos a unos cuates y nos metimos entre la gente pa ver a Zoe, hicimos le rendimos culto a los dioses risueños y de la buena onda. Yo estaba dispuesto a darles una última oportunidad a los de Zoe pa ganarse mi agrado y aplausos. No, al contrario, después de tolerar tres canciones dije: basta. El Malamen y yo fuimos por más cerveza.
De ahí fuimos a darle una oportunidad a Kinky, pero tampoco les duró el gusto (que soberbio comentario) y fuimos a comer. El sol ya había caído y el dinero comenzaba a escasear, era el momento indicado para ir por más, para beber más. Caminamos hasta cintermex por un cajero y sacamos cada quien una lanita. Cuando volvimos al concierto ya estaba tocando Jaguares. Nos quedamos ahí, nos metimos entre la gente hasta donde pudimos, el cual era un lugar bastante respetable.
Jaguares tocó bien, no se podía esperar más de ellos. Hicieron lo que saben hacer, no han empeorado, como he escuchado por ahí. Tocaron y prendieron, mucha gente coreó las canciones a las que nos tienen acostumbrados, “Dime Jaguar”, “la Célula que explota”, “Nubes”. No tocaron (o al menos no escuchamos) ni “Quisiera ser alcohol” ni “El milagro” que queríamos escuchar el Malamen como yo, respectivamente.
Bueno, eso fue Jaguares, un gusto haberlos vuelto a ver después de tanto tiempo, habladurías y sucesos. Cuando se despidieron, la gente comenzó a retirarse, al otro foro, quizas, pero nosotros nos quedamos ahí. Seguía The Mars Volta, y a pesar de las tremendas ganas de orinar, avanzamos entre la multitud.
De estar en un lugar respetable, pasamos a uno privilegiado. Las ganas de orinar se intensificaban entre más apretada estaba la gente. ¡Pero no había que claudicar! Más de una vez pensé en tirar el líquido ahí merito, total, estábamos al aire libre; pero no, no manches qué culero y pasado de lanza. Luego pensé en orinar en un vaso o botella, lo que fuera, pero ps nadie a mi alrededor traía. No pregunté, pero en mi escrutinio visual no vi nada que me ayudara.
Más ganas de orinar y The Mars Volta no salía. Yo saqué mi teoría acerca de que los “rockstars” hacen lo que se les pega su rechingada gana con nosotros los simples mortales que los vamos a ver. Porque ellos saben que siempre habrá alguien hasta adelante, que ese alguien se sentirá privilegiado por sobre los demás, mientras que para ellos (los “rockstars”) los de la fila de adelante son “los de la fila de adelante”, punto. Porque uno puede ir al baño y perderse de estar tan cerca, pero para el grupo, siempre habrá gente cerca. Aunque se tarden en salir porque tienen que pintarse las uñas, afinar la guitarra una y otra vez, acabar de coquetear con alguna grouppie, acabar de dar una entrevista, o acabar de limarse las uñas, lo que se les pegue su gana, la banda-público, seguiremos esperando.
Y así andaba yo esperando, y cuando amenazaba con irme, mis vecinos me decían: no mames wey, aguanta, vale la pena. ¿Tan cabrón está el pedo? Ps bueno, vale, hay que apretar y apretar. Convertir el líquido en gas, total, ese no mancha.
Un buen rato (que pareció eterno para los que estábamos por orinarnos) después, salieron y se desbarraron de lo lindo. Pta, qué prendidos. El baterista toca de una manera fenomenal, prendidísimo, por más que intentaba no pude agarrar el ritmo, ni nada. Todo era una explosión genial de sicodelia. El guitarrista también tocó como monstruo, me recordó mucho al Jimmy Hendrix, por ser zurdo y por cómo tocaba. Y pues el vocalista con su distinguido greñerío andaba dando saltos por doquier, jugando con el micrófono. Muy, muy buen espectáculo. Lástima que las ganas de orinar me ganaron y salí corriendo al baño.
Los baños, otro punto de qué hablar. Pta, era un martirio ir al baño. ¡¡¡Estaban llenos!!! Y eran un montón, así que... olía a madres. Tons tenías que andar cazando a ver qué puerta se abría para agandallar y entrar, aguantarte la respiración y hacer lo que ibas a hacer para salir volado de ahí.
Luego fueron los Cadillacs. Fabulosos, en verdad. No puedo decir mucho. Se armó un muy buen reventón. Hubo una muy buena explosión de energía. Yo me entregué por completo y por tanto no puedo objetar muy claramente, simplemente puedo decir que agarré la onda y lo disfruté como esos conciertazos que uno disfruta y conmemora.
Acabado el concierto... chingada, qué mal pedo. Toda la buena onda que traíamos para hablar del concierto de este o aquel sólo, de tal persona que hizo tal cosa, bla bla bla, de lo que sea. Y por supuesto, esa buena onda que uno trae cuando acaba el concierto y está listo para lo que viene... ¿qué será, qué será? ¿A dónde nos va a llevar el camino rocanrolero? ¿A quién vamos a conocer? ¿Dónde vamos a terminar? ¿Con quién? Madres... naranjas dulces, limón partido.
Caminando rumbo al coche, era extraño que ningún otro vehículo permaneciera estacionado en esa banqueta donde habían tantos antes. Yo iba caminando hasta adelante, a unos siete o diez pasos del Malamen y del Coco. Pensé que era ilógico pensar en que ya no estuviera el coche, por más que en muchas otras pasadas ocasiones siempre me lo esperaba, pero de un tiempo a acá, no, y menos en un evento de esos. Los dioses del rocanrol no podían ser tan pinches putos mierdas ojetes gandallas culeros. El coche ya no estaba.
Toooooooda la energía y buena onda se esfumó en un instante. La idea a futuro inmediato de seguir cotorreando se convirtió en una pesada carga de hueva, de ver cómo le vamos a hacer. Era sabido que no íbamos a descansar, que no nos íbamos a divertir, que de ahí en adelante todo iba a ser culero y que íbamos a buscar la manera más próxima de acabarlo.
Un cuate de un estacionamiento presenció cuando se llevaban todos los vehículos que se habían estacionado “ahí enfrente”, de ahí agarramos un taxi para policía y tránsito, nos dijeron que había que llevar cierta papelería que lógicamente no teníamos, y que las oficinas abrían de lunes a viernes, de ocho a.m. a cuatro p.m.
Jodidos y acabados, nos fuimos para la central de autobuses. Compramos un boleto para Saltillo que salía en una hora de la hora que era, así que para hacer tiempo fuimos a comer a los puestos de enfrente de la central, ahí donde están todos los teibol dans. Después de cenarnos nuestros lonches de bistec regresamos a la central. No es la primera vez que duermo en una central de camiones después de un concierto, las situaciones fueron diferentes, y a pesar de que nadie nos estuvo molestando, ésta vez fue peor.

jueves, 6 de noviembre de 2008

De cómo formar una banda

¿Banda de qué?, me preguntaban las tantas personas a las que les preguntaba si conocían a algún músico que quisiera formar una banda. ¿Ps qué importa? Una banda experimental, de todo se vale.
Ya a estas alturas de frustración que parece impenetrable e inviolable -como una que otra monja, de esas que ni aunque se te pongan de rodillas, nieguen a su dios y te proclamen amo y señor de todas las cosas-, uno busca por los medios más desesperados encontrar gente afín con la que pueda hacer una banda de música experimental.
Pensé que la cosa era conocer músicos que quisieran formar parte de una banda, ese es el primer paso, conocerlos. Como no conozco tantos, me puse a preguntarle a una muy buena parte de gente que conozco, si ellos conocían algún músico que quisiera formar una banda, para entonces ponernos de acuerdo y ver si se arma el proyecto o no. No se puede perder nada, supongo.
Así que en un jalón, de esos arranques de histeria y conmoción que lo mueven a uno por lares insospechados, me puse a preguntar.

Lógicamente yo tengo mis influencias, gustos y métodos que quizás iré a plasmar en el ambiente y la música, la banda en general, dado el caso que se logre esta idea. Así como espero que los demás miembros lo hagan. Ese, considero, puede ser un problema, dilema, situación, asunto que tratar y tratar a fondo, al menos por mi parte.
Si no se siente a gusto tocando, ps ni para qué tocar.
Entonces surgen dos cuestiones ¿quieres una banda para hacer música?, o ¿quieres una banda para cotorrear y divertirte? Lo ideal, lógicamente, es encontrar el equilibrio perfecto, pero... no me voy a meter en eso. Algún punto debe de ganar. La cosa no es encontrar el equilibrio, sino conocer y tener en cuenta hasta qué punto puede estirarse una cuestión para darle en la madre a la otra; hasta qué punto, la banda es seria y musicalmente progresiva y generativa sin tener que llegar al tedio y a las enojadas, a las llegadas tarde y a los valemadrismos de parte de unos que fastidian a otros, broncas tontas y lelas que pueden acabar en disolución y problemas. O, por otro lado, hasta qué punto no hay bronca, venimos a cotorrearla, vamos por unas chelas mientras este güey se digna en aparecer, total, ni que en verdad quisiéramos hacer algo de nuestra música. Hasta qué punto llega una cuestión y hasta qué punto llega la otra.
Un cuate ya empezó con sus trance-psycodelic-electro-rock-bullshit. Y a carcajadas mentales pienso: “¿ps qué no querías un grupo experimental?” Ps si, mano, pero como mencioné antes, tengo mis influencias, gustos y métodos y si de plano el experimento no me agrada, ps a la goma. Lo irónico es que este cuate es el primero que me dice “sí, sobres, vamos, que se haga”, con muchas ganas y empeño, y yo ya estoy poniéndole trabas al asunto. Pero ya le dije que va, voy a escuchar ese trance-psycodelic-electro-rock-bullshit, con todas las del haber de que estoy casi seguro de que me negaré a participar en ello, aunque eso implique que vaya (cuando lo vaya a escuchar) programado a que no me guste. No me importa, si ha de gustarme, me gustará, con o sin programación mental de valemierda.
Es todo por ahora, a ver qué sigue.