lunes, 31 de agosto de 2009

Todavía podemos (el de los charcos)

Ahora más que nunca
todavía podemos
brincar sobre los charcos
jugar a salpicarnos
ver quién suelta más agua del cielo caído
ver quien, posteriormente a la batalla
brinda mejor calor a su mojado enemigo
para que no pase fríos
para que sepa que aunque parezca
no se le abandona ante la soledad.

Ahora, más que nunca
sea este tu deseo
claro que todavía podemos
jugar a no saber nada
queriendo descubrir todo
suplir en este clima triste
los rostros apagados que no fingen
por esas sonrisas sinceras
que aguardan su turno haciendo estelas
en los parajes más ausentes,
más distantes
de tu alma.

Ahora, siempre y cuando
sea eso lo que quieres
ahora, pasear saltando
terminar tan mojados
como un sabroso caldito de pollo
que bien sabes que no debes
dejarlo esperando hasta enfriar.

Ahora, que nunca parece de siempre
y siempre no ha durado nunca,
ahora que todo carece de algo
en un afán tan empapado
pues no ha dejado de llover,
ahora, con el cielo cargado
y que todo el orden padece
ahora, pues puede que un sentimiento calle
mientras todavía crece.
Ahora, que el reflejo no engaña
pues ha sido arrebatado del cielo.

Ahora que el suelo está lleno de tantos
ahora, pues no sé si sólo dure un rato.
Ahora, más que nunca
todavía podemos
brincar sobre los charcos

jueves, 27 de agosto de 2009

Por demás

Yo te firmo ese acuse de recibo
y te reto a que te quedes un día más
esta noche te embriagarás conmigo
ahogaremos el amor que se nos va.

Ahogaremos en alcohol al que agoniza
con un beso te firmo mi rendición
estos labios tantas veces hechos trizas
buscando en ti un sentimiento que expiró.

Nunca vi ese porte defensivo
cobarde, indigno de un corazón
que arde tanto hasta prender el mío
y ahora se esconde tras un adiós

Te quedaste
esperando
en la estación
mientras veías
que se iba
mi vagón.
No esperes encontrarme
después de desecharme
en un rincón con tanta vida
cuando estas alas dolidas
no toleran quedarse atrás.
No pretendo rezagarme,
hay demasiado por demás.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Cristales rotos

Me enamoré de quien no debí enamorarme
¿qué no siempre es así al principio?
y al final...
cuando te rindes al corazón imperfecto
que siempre siente sin pensar.

Por miedo a arruinar una amistad
por parte de ella
pues para mí ya estaba arruinada,
moría cada vez que iba a verla
sabiendo que ella ni me ojeaba
de la forma en que yo la miraba con profundidad,
sabiendo que su corazón no se aceleraba
cuando nos sentábamos juntos.

Y si te he perdido así, tan absurdo,
pues nunca te he tenido,
valió la pena haberte soñado
y haberme atrevido
a perseguirte despierto
porque hubo una noche
aunque sólo haya sido esa una
que demostraste que me querías
al cruzar el umbral
de la puerta de ese bar
a donde fuiste tú sola
y te sentaste tú sola
y esperaste tú sola
sólo para verme.
En ese bar
donde yo toco solo
donde yo canto solo
donde yo bebo solo
como todos los jueves
donde pocos van a verme.

Esa noche, tú me hiciste,
cuan pequeño e insignificante que soy:
el hombre más importante y dichoso del mundo.

Y si aún sigues creyendo
que yo tomaba lo nuestro
como un simple juego,
una mera diversión.
Ven, te invito a que tomes una escoba
y limpies los cristales rotos
de lo que quedó de mi corazón.

El diablo, el último romántico

Hace unos días una chica me puso a pensar mucho en el diablo. No, no lo tomen a mal, no es que piense que esa chica es el diablo, o bueno... no, no es que la considere el diablo, pero para esa consideración, hay algo qué aclarar. Ahí les va.
Cada quien ve al diablo como quiere verlo. Algunos lo ven como el máximo símbolo del mal. Otros lo ven como una frustración de lo que quieren hacer y no pueden porque los cánones de la sociedad y los estatutos se los impiden. A otros les vale madre y dicen que no existe. Bueno, les compartiré mi punto de vista respecto al diablo.
Yo digo que el diablo es el último romántico. El último y el primero. Fue el primero en atreverse a desafiar a la autoridad por lo que sentía, el primero en atreverse a rifársela contra un bien mayor porque creía que había algo más en su existencia, algo más a lo que le decían. Fue el primero en desafiar el orden y lo establecido, buscando diversidad. Fue el primero en enamorarse de una idea e ir tras ella contra toda probabilidad de ganar. Fue el primero en atreverse a remar en contra sabiendo que lo importante no era adónde llegaría, sino lo que viviera y sintiera en el viaje. Fue el primero en querer conocer la verdad por sí mismo y no por así se lo decían.
Fue el primer romántico, sí, y será el último. Hoy en día, el romanticismo es una ideología, forma de vida (como quieran verlo), que está caducando, está quedándose atrás pues no encuentra cabida en una humanidad que avanza de forma desmesurada. Una humanidad que siempre tiene prisa y no tiene tiempo para descansar y contemplar la belleza. Una humanidad donde el progreso requiere de cálculo, análisis, premeditación, anticipo y práctica. Una humanidad donde los que se arriesgan sin contemplaciones, por puro ímpetu, son los tontos. Aunque la historia nos sigue diciendo que hay esos que se arriesgan y ganan, y ganan grande.
Pero esos son unos pocos, a la mayoría, a los simples mortales sin aspiraciones de convertirse en leyenda, el romanticismo les es algo obsoleto, caducado, incluso me atrevo a decir que se le mira como si fuera inadecuado. ¡Ya no hay tiempo! No hay tiempo para detenerse a contemplar la belleza de lo natural y lo regular; un atardecer, un árbol, un lago y sus contornos, una mujer, cualquier cosa poco importante para el futuro. No hay tiempo para no hacer nada y simplemente disfrutar de lo que a uno le rodea. No hay tiempo para escribir cartas de amor ni poemas, tampoco hay tiempo para leerlos.
Ahora hay que estar seguros, hay que prepararse, es de tontos rifarse el pellejo por una corazonada. Entonces... para el ritmo que lleva la humanidad, el romanticismo será completamente obsoleto en alguna época, sólo quedará el diablo. El último romántico, el primero en enamorarse. Él se esconderá en callejones oscuros, en tabernas sucias; se refugiará de la lluvia ácida y congelada debajo de puentes; se refugiará de la luz por ser imperfecto y mostrarse como tal.
Sí, el diablo será el último romántico y vivirá en las cloacas de las ciudades perfectas pues no quedarán pueblos pintorescos. Viajará de noche protegido bajo el manto de la oscuridad para que cuando una persona perfecta, con peinado perfecto, ropa perfecta, trabajo perfecto, hogar perfecto, educación perfecta, familia perfecta, y vida perfecta lo vea; no se asuste ni lo pretenda destruir por miedo a lo desconocido e imperfecto.
Sí, el diablo, el último romántico será avasallado por la cultura pop progresista, será discriminado por enamorado y sincero. Pero, él lo sabía en un principio, cuando se atrevió a hacer lo que hizo, a buscar respuestas, a desafiar a la autoridad, a rifársela por sus creencias, a dejarse llevar por un sentimiento. Bueno, tal vez no lo sabía, pero sabía que podía llegar a eso, y sabía que estaría ahí para ver el final. Siendo el primero de todos y el más grande, para acabar como el último y más desdichado.
El diablo se codeará con la muerte, tal vez jugando al ajedrez, y ésta le preguntará, ¿por qué, si sufres tanto, no dejas que te lleve conmigo? Y el diablo, el último romántico, el primer enamorado, contestará: Porque quiero ver cómo acaba todo.
Es esa curiosidad inexplicable, ese deseo por aprender indefinidamente, por experimentar y llenarse de vida, de una vida desconocida; es ese elemento único y distinguido que lleva a los románticos a vivir la vida que llevamos. Y siendo el diablo, el primer enamorado para ser el último romántico, merece mi aplauso y amistad.

martes, 25 de agosto de 2009

Oportunidades

En una de esas borracheras donde acabas en casa de tu cuatazo de pantalones bien puestos (me refiero a que son tan cuates que pueden dormir en la misma cama, incluso abrazados pa´ quitarse el frío, pero siempre de los siempres, con los pantalones bien puestos) escuchando la sabiduría cantinera y dolorosa de José Alfredo...
En una de esas borracheras donde si tiras el licor de la última botella, haces lo que sea por recuperarlo, lo chupas de la alfombra.
En una de esas borracheras, este wey y yo charlábamos acerca de los grandes problemas que afligen a los jóvenes de hoy en día.
Las oportunidades. Hay tantas oportunidades que nos la pasamos pensando en qué elegir, haciendo una balanza... vaya, hasta hay una materia en secundaria y prepa hecha para que puedas elegir una carrera qué estudiar.
Bueno, ps perdemos taaaanto, pero taaaanto tiempo eligiendo las oportunidades, basándonos en la lógica y en planes a futuro y tantas otras cosas, que olvidamos dónde estamos, quiénes somos y qué es lo más importante... vivir.
Antes, para algunos de nosotros, con nuestros abuelos, para otros, los bisabuelos, para otros los tatarabuelos (eso depende de cada familia), pero para aquellos seres de donde venimos... a ellos no se les presentaban oportunidades, era: o haces esto, o te chingas,
y pues, uno aprende a hacer lo que tiene que hacer, y a ser feliz con ello.
Sí, alguien por ahí podría decir: eso se llama mediocridad, y puede que tenga razón, pero no creo que sea mediocridad que las aspiraciones más grandes de alguien se basen en algo pequeño para algunos pero completo y redondo para otros.
Alguna vez leí por ahí (no recuerdo de quién y no voy a atreverme a atinarle, por respeto al autor), y me gustó: No es mejor quien más tiene, sino quien menos necesita.
Carpe diem, vivo el momento, tomo las oportunidades que se me presentan porque se me antojan, se me hace fácil, o porque en el momento parecen ser buenas ideas. Sí, igual y caigo en errores, muchos errores, pero quiero llegar a viejo (si es que llego) y saber que fui de esas personas que prefería caer en errores a quedarme oscilando entre que si me lanzo o no me lanzo, prefiero tomar el tren sin rumbo, con muchas ganas y un revoltijo de emoción en mi estómago a quedarme esperando en la estación esperando a que me crezca valor para atreverme.
No siempre le hago así, claro, a veces yo también me arrugo en mi asiento y me achicopalo, pero hoy por hoy, se me hace una buena forma de vivir la vida. Se las recomiendo. Tal vez la respuesta está en pensar “de qué me arrepentiría más”.

Derivas

Entre los senderos de un viejo parque
mi alma distingue tu tímida silueta
es un suspiro que se acomoda en el aire
es un amague de una nítida idea.
Mi sombra se enciende y en su máximo brillo
te pide a gritos: ¡ven!, quédate conmigo.

Entre los escombros de un viejo castillo
chapoteando en aguas algún día manantiales
tu sonrisa me devuelve la fe de un chiquillo
de un chiquillo que sabe que aunque es pequeño, es grande.
Mis manos se extienden, no es que pidan auxilio
es que aclaman a gritos: ¡ven!, quédate conmigo.

Entre las olas de un mar alevoso
tu isla voladora se divisa y despega
es mi morada un barco ya muy roto
es tu mirada una brújula de estrellas.
Mis alas se abren, no vacilo ni deliro.
Espera, no me abandones
deja que me vaya contigo

Ahora que siento que te he perdido
los días ya no me sonríen por la mañana
la vida ahora carece mucho de su sentido
o tal vez quiere que yo retome la vagancia
a la que iba a renunciar
por haber encontrado un hogar
en tu corazón.
Si no te atreviste a quererme,
olvídame mejor.

miércoles, 19 de agosto de 2009

No te rajes

Hace unos días estuve a punto de suicidar una parte de mí. Esa parte que me distingue de ser una persona genérica. Esa parte que hace que la gente que me conoce diga: no sé por qué lo hace, pero así es él y chido por él si es fiel a sí mismo. Esa parte que me hace sonreír de oreja a oreja cuando me dicen que estoy manchado de amarillo por haber comido mango. Será que me lo dicen para que me talle y me limpie porque me “veo mal”, o bueno, sucio... impropio; pero yo sonrío porque me recuerdan la delicia y el goce por el que pasé mientras me lo comía y me manchaba.
Pues sí, hace unos días tuve ganas de convertirme en una persona que ya no sonreiría de oreja a oreja, sino que se tallaría, se avergonzaría de ser un cochino por mancharse al comer un rico y delicioso mango amarillo fresco y jugoso; una persona que no gozaría todo lo que pudiera al comer ese mango porque debe cuidarse de no ensuciarse.
Imagínense nomás... ya no sería yo, para los que me conocen, ya no sería “el Ñero”. Ese que saca cada idea loca y aparentemente irreverente. Ese que parece ser valemadrista ante todo. Ese que parece que no se calla nada. Perdería cierta parte de mi capacidad de impresión cuando veo algo hermoso y me detengo a contemplarlo y todavía después de un rato sigo impresionado, emocionado y agradecido por haberlo visto.
No, no. No manchenN no, nel. ¡Ni madres! Afortunadamente, cinco segundos después de que me dieran ganas de suicidar esa parte de mí, me di de topes como regaño por siquiera haberlo pensado. Era algo lógico, si se le ve desde cierto punto de vista... cuando crees que todo te sale mal por ser tan impetuoso, quieres dejar de serlo, quieres dejar de arriesgarte, quieres comenzar a vivir una vida prudente y segura, y así ganar lo que quieres ganar y no pintarte metas que no puedes ver, tocar, oler, probar, pero que puedes sentir, desde dentro.
Pero bueno... poco después, me topé con un poema de Mario Benedetti que fue como un: ¡tómala!, que te estamos vigilando y hay de ti si te nos achicolapas y te rajas, oh, hay de ti. Ahí les va el poema.

No te salves

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios

y te secas sin labios
y te duermes sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

¡Tómala!, ¿apoco no? ¡Tómala barbón! No te rajes, me dijo Mario Benedetti, y no se rajen, les digo yo a todos ustedes. No se rajen.

martes, 11 de agosto de 2009

dame un beso...

Dame un beso para olvidarme.
Un intruso cae de una lágrima.
Cancerbero duerme distante.
No tengas miedo de una fuga terrenal.

El deseo en una fonda inundada de luz;
es remedio que actúa poco a poco.
Afuera una viuda llora su luto
pues muy tarde a su boda llegó.

Cazador nocturno amante del sol;
sus ojos destilan licor a tu sangre.
Lectura de estrellas en noche nublada.
Tormenta cuajada, privada de hiel.

Dame un beso finiquitante;
un arrullo que duerma a este corazón.
Sal despacio, no hagas desmadre;
pues no quiero darte el adiós.

Que el hielo me cubra
de tu indiferencia,
de tu notable falta de calor;
y que nunca escurra
una lágrima pronta
a aplacar la ceniza que a la tierra volvió.

Corazón escarchado como carpa de circo.
Mente vagabunda, siempre al trote.
Bálsamo caliente que despierta el deseo.
Devuélveme el veneno en un vaso de tu amor.

Dame un beso, dos, tres, no pares.
Pobre iluso desterrado corazón.
Un deseo pide palpitante
antes de rendirse a la razón.

Que el hielo me cubra...

domingo, 9 de agosto de 2009

Una historia sin mucho sentido.

La historia comienza tomando una decisión. Muchos la consideraban una más de nuestras decisiones estúpidas y juveniles; para lucirse, para resaltar, para hacer algo inesperado, para sorprender, bla bla bla. Y sí, no puedo quejarme ni debatirles que creyeran eso de nosotros. Muchas de nuestras decisiones eran de semejante índole, pero esta, con la que empieza la historia, ésta no. Ésta era una decisión idealista, bien pensada. Más de una noche nos la pasamos considerando las posibilidades, las variantes de la situación, era una gran decisión.
Sabíamos que la propaganda presidencial del recién electo presidente era una gran farsa, mentiras y más mentiras, como tantas veces ha ocurrido ya. Lo extraño es que esta vez, los ciudadanos en verdad se las creían. Nuestra decisión fue tomada para comprobar que la propaganda era una mentira, y de las peores, porque, al incumplir lo que prometieron, vidas correrían peligro. Así fue.
Nos enrolamos al ejército. La guerra ya estaba más que comenzada. Era una de esas tantas guerras estúpidas, de esas que hacen que la gente hable y hable, de esas que son allá lejos, que nadie sabe en verdad lo que pasa, pero todos sacan sus teorías porque leyeron algo, escucharon algo, y siempre andan ahí en la chamba diciendo que ellos saben la neta y que todos los demás son víctimas de un fraude de gobierno. Está cabrón qué tanto sabe quien sabe poco.
Una de las propuestas por las que ganó el actual presidente era que nunca dejarían desamparados a los soldados de infantería que luchaban y morían heroicamente, allá lejos, donde nadie los veía ni sabía realmente lo que pasaba. Puras especulaciones. Las cartas, medallas e historias que les llegaban a los familiares de los tantos muertos en combate siempre eran inventos hollywoodenses que la oficina de publicidad e imagen presidencial se inventaba en sus tardes de creatividad pacheca. Ah sí, porque a ellos sí se les permitía “experimentar” con sustancias que les remolinaran su creatividad para que pudieran entregar algo.
Supe de una historia tan heroica que le contaron a los familiares de un pobre pendejo que murió intoxicado por la comida. Tenía tanto miedo y depresión que no paraba de comer. Entró de hurtadillas a la cocina del campamento del ejército para robar comida. El idiota se acabó toda una ración de papas echadas a perder y al día siguiente chupó faros. Claro que lo que les contaron a sus papás y novia fue que estaba en el frente, rodeado de enemigos, con pocas balas, socorriendo a sus compañeros para salvarlos, que más de cinco personas le debían la vida.
No, no, no, era realmente patético. Ps un cuate y yo nos enrolamos en el ejército, para conocer la neta y que nos chingaran cuando pretendiéramos divulgarla, y que inventaran una mafufísima historia de cómo fue que estiramos la pata en el frente, luchando por la soberanía de la nación… sí cómo no.
Todo mundo sabía que de heroísmo no teníamos nada. Pero no había bronca, ya que el presidente prometió nunca dejar desamparados a los que fueran a luchar, entonces, siempre estaríamos protegidos. Nunca caeríamos en emboscadas, porque las propuestas presidenciales decían que se invertiría muchísimo en “inteligencia y espionaje” para acabar con la guerra lo más pronto posible y “regresar a los muchachos a casa”.
Total, que los de inteligencia se equivocaron en algo y nos mandaron a una misión de reconocimiento en medio de territorio muy hostil. Rodeados por el enemigo, sin balas, yo estaba herido de una pierna… no había escapatoria. Me arrastré hasta donde estaba mi cuate. Es hora de morir heroicamente, me dijo. Nel, es hora de darnos un último toque. Tuve que arrastrarme hasta dónde está él porque a mí se me había acabado mi ración. Buena idea, concretó mientras prendía el último cigarrillo que íbamos a compartir en la vida.
Supongo que nuestros enemigos se sacaron de onda al escucharnos carcajeándonos en medio de una emboscada de la cual teníamos mínimas posibilidades de salir bien librados. Se acercaron a nosotros sigilosamente, con sus armas en alto, gritando algo, creo que era algo así como: ríndanse, basura mexicana. Luego, llegaron hasta donde estábamos, nos apuntaron con sus fusiles. Nos gritaron de cosas. Creo que querían llevarnos presos, que no hiciéramos movimientos en falso, que no intentáramos algo heroico.
Hicimos, con nuestras manos, la forma de pistolas, ¡Bang, Bang!, gritamos, y entre carcajadas morimos fusilados... sin haber logrado nada.

jueves, 6 de agosto de 2009

Romántico y al pedo

¿Cuántas formas de llegarle a una chica existen? Supongo que tantas como las veces que algún chavo le ha llegado a alguna chava, un viejo a una vieja, un joto a otro joto y todo el resto de variables en la ecuación que no interesan en este pasaje. El caso es que se me ocurrieron dos formas de hacerlo. La primera que relataré está en primera persona. Se me hace una idea muy romántica, inteligente y elegante.
Ahí les va

“Mi amigo me comentó de una forma infalible de conseguir chicas: aparentar saberlo todo, absolutamente todo. Las chicas quieren ver seguridad en su hombre, así que si no sabes algo, no te quedes sin responder, siempre hay que responder algo, aunque sea para marearlas y confundir. La idea de “si no puedes convencer, confunde”
Pero tú, mi amiga, parece ser que no deseas eso, que vas más allá de buscar seguridad en tu hombre, y que eres suficientemente inteligente como para darte cuenta si alguien te está mareando para decirte algo que desconoce. Considero que tú eres una persona de unas cuantas pocas elegidas que desean saber la verdad, que buscan la verdad, y parece que lo que a ti te mueve es lo genuinamente auténtico.
Entonces, te encuentras con un chavo con esa misma inquietud. Te alegras mucho porque son pocas las personas con las que puedes platicar al respecto y llegar a un entendimiento mutuo compartiendo la misma idea. Te das cuenta de que ya no solamente quieres encontrar la verdad, sino que quieres ser la verdad... para así ser eso mismo que el chavo está buscando en su vida.
Así que, ¿quieres ser mi verdad?”

Esa fue la primera... claro que hace falta de una gran elocuencia y valor en el hombre para poder dar a entender la idea... sabemos que cuando se le abre el corazón a una mujer, la vulnerabilidad nos apendeja, bueno, al menos a mí. Y también hace falta una chica bieeeeen alivianada y bieeeeen chida que agarre la onda y no se quede con cara de pendeja porque no le entendió.
Ahora, la segunda es una forma bastante naca, a mi parecer, pero con mucho ingenio. Incluso, se podría llegar a considerar linda dependiendo de la forma de verla. Esta forma va narrada en tercera persona.

Está la pareja... previamente, el vato tiene que saber que ella ya espera que se la cante, por medio de alguna confidente o por un muy agudo presentimiento. Así que el vato levanta un dedo, como si anunciando que va a decir algo muy importante; la voltea a ver con solemnidad, como si estuviera a punto de decir algo muy importante; se aclara la garganta, como si presumiendo que va a decir algo muy importante, y dice: Fátima, tengo algo muy importante qué decir.
Lógicamente, la chava está toda emocionada porque cree que el vato le va a llegar y fui fui, shalalalalala, qué felicidad... entonces sucede lo insólito... ¡ingas pilingas! Que el vato se echa un pedo tronador... Ojo, se debe tener muuuuuuucho cuidado en que no sea un pedo oloroso... y se debe anticipar la movida llevando consigo acondicionadores de aire y habiendo comido flores... todo con tal de que el pedo no huela mal.
Así que... la chava se puede sacar de onda, se puede enojar, se puede avergonzar... alguna reacción va a tener. El chavo entonces dice: En todas las relaciones de pareja las personas se tiran algo de mierda, siempre, es de ley, así es el humano... bueno, pues esta fue toda la mierda que te voy a tirar yo si accedes a ser mi novia.


Bueno, esas fueron las dos formas. Si a alguien se le ocurre alguna otra forma divertida, romántica ingeniosa o entretenida y quiere compartir, pues adelante, cuéntenla, siempre es chido escuchar este tipo de historias.