miércoles, 17 de diciembre de 2008

Besurrección

¿Crees que si en algún momento de tu vida
me recuerdas mientras yo te recuerdo,
acordaremos en sentir nostálgica alegría?
Sólo por curiosidad
y dando lo nuestro por bien muerto,
no es que lo quiera resucitar,
pero, ¿crees que se lograría con un beso?

Amor leproso

Como la lepra te arranca la piel,
tú me dejaste sin ojos ni orejas.
De un zarpazo nariz, manos y lengua;
nada para saborear otra vez.

Me quedan melancólicos recuerdos.
Esto sólo ocurre ante tu presencia.
Mira que compararte con la lepra
habla de ti y de mi como unos tuertos.

Todo, a medias tintas, es antojable
y más si sólo ves el lado ameno.
Par de corazones desentrañables

Que se extrañan cuando no se hacen daño.
Ya habiendo asesinado a este cortejo
me mato para no desenterrarlo.

De grandezas

He encontrado una técnica infalible
para que no me vuelvas a ganar.
Si uno no sabía cuándo jugar,
derrotarte en tu juego era imposible.

Verdad es, que no te quise ver perder.
Verdades en tu juego de mentiras.
Cambias alegrías por agonías,
canastas vacías, vuelta al revés.

Siéntate en tu silla, contempla y besa
mi derrotado trasero al largarme.
Eres tan cobarde que no me pesa

tenerte de enemigo a mis espaldas.
Te dejo, no soy fan de la grandeza
sumergido hasta el cuello entre cagada.

jueves, 4 de diciembre de 2008

de cómo se hace una banda toma 2

Buenas, buenas. Las que sean, pero que sean buenas de preferencia, si no lo son, ps ni modo, muy bronca suya.
La banda ya se va formando, aunque aún no se forma nada, igual y apenas es la idea. Les voy a contar lo que llevo.
Una amiga me conectó con un amigo suyo que toca la guitarra. Todo es bueno, me supuse, cualquier músico puede aportar, nomás que este cuate dijo que él tocaba metal y que quien sabe si pudiera hacer algo con la banda uniforme de música experimental que se cocina en mi cabeza. ¿Ps qué pasó, mano? El que quiere tocar, toca. La actitud rocanrolera, melancólica, pachanguera, ida y desmadrosa cuenta mucho. Por eso he decidido no llamarle a este tal sujeto hasta que ya tengamos algo bien formado.
Al Malamen ya lo conocen. Él por supuesto que está invitado. Alguna vez enfiló con Fausto donde tuvieron, tuvimos (aunque yo no tocaba instrumento), buenos momentos. También formó parte de mis varios fracasos y varios nombres de bandas que nunca llegarían a conocer el calor de un escenario.
Yo lo invité como bajista, pero el César dijo que el Malamen es guitarrista. Bueno, ps que la haga de las dos.
El Pioser, el ser que pía. Lo cité en un tributo a Pink Floyd, donde varios músicos locales se aventaron el Dark Side of the Moon en el Ágoras. Platicamos, lo vi entusiasmado, ávido y disponible de tiempo. Hasta me dijo que uno de estos días debería (yo) de ir a su casa para escuchar algo del material que estaba formando. Dijo algo así como que sonaba como una patada en las bolas para alguien que hubiera estudiado armonía, pero que a él le gustaba... eso me interesó.
El Pioser es como que el músico de escuela. El que le sabe a las armonías y a las escalas y cosas de esas. Que los sonidos asonantes que los disonantes que el bla bla bla. Pero se le ve que trae ganas.
El René que siempre trae ganas. Ya tuvo un bajo, tuvo violín, se compró una armónica y ahora anda con el guiro. Canta y hace ruidos... dice que algún día se comprará una batería. Tiene, ganas, el wey siempre tiene ganas.
El Pinky (esperemos que Floydinsky), contacto de René. Será, en dado caso que sea, el baterista. Según René, el Pinky está disponible la mayoría del tiempo, tiene un taller de madera o algo así donde tiene sus bocinas, la batería y mezcladoras, ideal lugar para ensayar.
Hay otro wey a quien no conozco. También me lo contactó una amiga. Me dijo que era ingenioso, creativo y que cantaba. Anda buscando banda. Le interesó cuando le dije que quisiera que una de las más grandes influencias de la banda fuera Pink Floyd.
Tan pronto acabe con todo el tedioso trámite de sacar una carrera y tener un título de licenciado, iremos con el Pinky. Iré a visitar al Pioser y haré pa que nos juntemos todos, instrumentos en mano, pa ver qué sale.

martes, 11 de noviembre de 2008

Coca cola zero fest

Los Fabulosos Cadillacs, The Mars Volta, Jaguares, esos eran mis gallos. Los Cadillacs por conocer unas cuantas rolas y saber con anticipación que iba a un buen reventón; The Mars Volta porque he escuchado dos que tres de ellos y muy buenas referencias, especialmente de cuando tocan en vivo; y ps Jaguares por la trayectoria y ser de esos grupos con los que empecé a escuchar y reventarme con rock en español.

Para empezar, llegamos tarde al concierto, pero no había mucha bronca ya que no teníamos la intención de escuchar a los primeros grupos, así, menos tiempo de andar dando vueltas, menos cansancio pa los pies, menos dinero invertido en chelas que seguramente nos tomaríamos. Para cuando llegamos a parque Fundidora, lo primordial era dejar el coche y darle para el concierto. Dejamos el coche en una calle donde había muchos otros coches estacionados, los típicos viene-viene (hijos de puta que resultaron al final, hijísimos de su putísima, así de gacho) que nos pidieron una lana por dejar el coche donde lo dejamos, que disque ellos lo cuidarían... ps bueno, va.
Caminamos lo suficiente para que el Malamen dijera que hubiera dado lo mismo haber dejado el intrépido Ka-nepa en el estacionamiento donde cobraban, ahí en el río sin agua. En fin, la cosa era llegar al concierto, hacerse de una buena referencia, buscar algún indicio que indicara dónde y a qué hora tocarían los grupos que queríamos ver.
Eran dos escenarios, había mucha chuchería alrededor. Un bar vip; estación de radio, de televisión; baños públicos portátiles; la estación del monchis; y otras tantas cosas que no supe ni me importó ver.
El primero grupo que escuchamos fue Calle Trece. A pesar del ritmo regguetonero que de repente sacaban, tenían uno que otro arreglo aceptable en los metales y percusiones. Algo dijo que dedicaba una canción a los culeros del gobierno gabacho, por todas las trabas que ponen para que los latinos lleguen a su país, ¿o la había dedicado a los mojados? No recuerdo, pero se estaba quejando de ese asunto. En fin, no me dieron más de qué hablar.
Esperamos a Coco quien había ido a orinar, un especie de reiver se me acercó, desde lejos le vi cara de que él iba a ver a Zoe, tenía aire, y los típicos lentes oscuros que usan. Se me acercó y me pidió un toque. Ah, qué caray, ¿ps qué tengo cara de marihuano? Nomás me reí y me puse a cotorrear con el güey, después de un rato se fue, esperando volver a encontrarme “por ahí” pa que le conectara un toque... ps bueno, naturalmente que no lo volví a ver.
Nos encontramos a unos cuates y nos metimos entre la gente pa ver a Zoe, hicimos le rendimos culto a los dioses risueños y de la buena onda. Yo estaba dispuesto a darles una última oportunidad a los de Zoe pa ganarse mi agrado y aplausos. No, al contrario, después de tolerar tres canciones dije: basta. El Malamen y yo fuimos por más cerveza.
De ahí fuimos a darle una oportunidad a Kinky, pero tampoco les duró el gusto (que soberbio comentario) y fuimos a comer. El sol ya había caído y el dinero comenzaba a escasear, era el momento indicado para ir por más, para beber más. Caminamos hasta cintermex por un cajero y sacamos cada quien una lanita. Cuando volvimos al concierto ya estaba tocando Jaguares. Nos quedamos ahí, nos metimos entre la gente hasta donde pudimos, el cual era un lugar bastante respetable.
Jaguares tocó bien, no se podía esperar más de ellos. Hicieron lo que saben hacer, no han empeorado, como he escuchado por ahí. Tocaron y prendieron, mucha gente coreó las canciones a las que nos tienen acostumbrados, “Dime Jaguar”, “la Célula que explota”, “Nubes”. No tocaron (o al menos no escuchamos) ni “Quisiera ser alcohol” ni “El milagro” que queríamos escuchar el Malamen como yo, respectivamente.
Bueno, eso fue Jaguares, un gusto haberlos vuelto a ver después de tanto tiempo, habladurías y sucesos. Cuando se despidieron, la gente comenzó a retirarse, al otro foro, quizas, pero nosotros nos quedamos ahí. Seguía The Mars Volta, y a pesar de las tremendas ganas de orinar, avanzamos entre la multitud.
De estar en un lugar respetable, pasamos a uno privilegiado. Las ganas de orinar se intensificaban entre más apretada estaba la gente. ¡Pero no había que claudicar! Más de una vez pensé en tirar el líquido ahí merito, total, estábamos al aire libre; pero no, no manches qué culero y pasado de lanza. Luego pensé en orinar en un vaso o botella, lo que fuera, pero ps nadie a mi alrededor traía. No pregunté, pero en mi escrutinio visual no vi nada que me ayudara.
Más ganas de orinar y The Mars Volta no salía. Yo saqué mi teoría acerca de que los “rockstars” hacen lo que se les pega su rechingada gana con nosotros los simples mortales que los vamos a ver. Porque ellos saben que siempre habrá alguien hasta adelante, que ese alguien se sentirá privilegiado por sobre los demás, mientras que para ellos (los “rockstars”) los de la fila de adelante son “los de la fila de adelante”, punto. Porque uno puede ir al baño y perderse de estar tan cerca, pero para el grupo, siempre habrá gente cerca. Aunque se tarden en salir porque tienen que pintarse las uñas, afinar la guitarra una y otra vez, acabar de coquetear con alguna grouppie, acabar de dar una entrevista, o acabar de limarse las uñas, lo que se les pegue su gana, la banda-público, seguiremos esperando.
Y así andaba yo esperando, y cuando amenazaba con irme, mis vecinos me decían: no mames wey, aguanta, vale la pena. ¿Tan cabrón está el pedo? Ps bueno, vale, hay que apretar y apretar. Convertir el líquido en gas, total, ese no mancha.
Un buen rato (que pareció eterno para los que estábamos por orinarnos) después, salieron y se desbarraron de lo lindo. Pta, qué prendidos. El baterista toca de una manera fenomenal, prendidísimo, por más que intentaba no pude agarrar el ritmo, ni nada. Todo era una explosión genial de sicodelia. El guitarrista también tocó como monstruo, me recordó mucho al Jimmy Hendrix, por ser zurdo y por cómo tocaba. Y pues el vocalista con su distinguido greñerío andaba dando saltos por doquier, jugando con el micrófono. Muy, muy buen espectáculo. Lástima que las ganas de orinar me ganaron y salí corriendo al baño.
Los baños, otro punto de qué hablar. Pta, era un martirio ir al baño. ¡¡¡Estaban llenos!!! Y eran un montón, así que... olía a madres. Tons tenías que andar cazando a ver qué puerta se abría para agandallar y entrar, aguantarte la respiración y hacer lo que ibas a hacer para salir volado de ahí.
Luego fueron los Cadillacs. Fabulosos, en verdad. No puedo decir mucho. Se armó un muy buen reventón. Hubo una muy buena explosión de energía. Yo me entregué por completo y por tanto no puedo objetar muy claramente, simplemente puedo decir que agarré la onda y lo disfruté como esos conciertazos que uno disfruta y conmemora.
Acabado el concierto... chingada, qué mal pedo. Toda la buena onda que traíamos para hablar del concierto de este o aquel sólo, de tal persona que hizo tal cosa, bla bla bla, de lo que sea. Y por supuesto, esa buena onda que uno trae cuando acaba el concierto y está listo para lo que viene... ¿qué será, qué será? ¿A dónde nos va a llevar el camino rocanrolero? ¿A quién vamos a conocer? ¿Dónde vamos a terminar? ¿Con quién? Madres... naranjas dulces, limón partido.
Caminando rumbo al coche, era extraño que ningún otro vehículo permaneciera estacionado en esa banqueta donde habían tantos antes. Yo iba caminando hasta adelante, a unos siete o diez pasos del Malamen y del Coco. Pensé que era ilógico pensar en que ya no estuviera el coche, por más que en muchas otras pasadas ocasiones siempre me lo esperaba, pero de un tiempo a acá, no, y menos en un evento de esos. Los dioses del rocanrol no podían ser tan pinches putos mierdas ojetes gandallas culeros. El coche ya no estaba.
Toooooooda la energía y buena onda se esfumó en un instante. La idea a futuro inmediato de seguir cotorreando se convirtió en una pesada carga de hueva, de ver cómo le vamos a hacer. Era sabido que no íbamos a descansar, que no nos íbamos a divertir, que de ahí en adelante todo iba a ser culero y que íbamos a buscar la manera más próxima de acabarlo.
Un cuate de un estacionamiento presenció cuando se llevaban todos los vehículos que se habían estacionado “ahí enfrente”, de ahí agarramos un taxi para policía y tránsito, nos dijeron que había que llevar cierta papelería que lógicamente no teníamos, y que las oficinas abrían de lunes a viernes, de ocho a.m. a cuatro p.m.
Jodidos y acabados, nos fuimos para la central de autobuses. Compramos un boleto para Saltillo que salía en una hora de la hora que era, así que para hacer tiempo fuimos a comer a los puestos de enfrente de la central, ahí donde están todos los teibol dans. Después de cenarnos nuestros lonches de bistec regresamos a la central. No es la primera vez que duermo en una central de camiones después de un concierto, las situaciones fueron diferentes, y a pesar de que nadie nos estuvo molestando, ésta vez fue peor.

jueves, 6 de noviembre de 2008

De cómo formar una banda

¿Banda de qué?, me preguntaban las tantas personas a las que les preguntaba si conocían a algún músico que quisiera formar una banda. ¿Ps qué importa? Una banda experimental, de todo se vale.
Ya a estas alturas de frustración que parece impenetrable e inviolable -como una que otra monja, de esas que ni aunque se te pongan de rodillas, nieguen a su dios y te proclamen amo y señor de todas las cosas-, uno busca por los medios más desesperados encontrar gente afín con la que pueda hacer una banda de música experimental.
Pensé que la cosa era conocer músicos que quisieran formar parte de una banda, ese es el primer paso, conocerlos. Como no conozco tantos, me puse a preguntarle a una muy buena parte de gente que conozco, si ellos conocían algún músico que quisiera formar una banda, para entonces ponernos de acuerdo y ver si se arma el proyecto o no. No se puede perder nada, supongo.
Así que en un jalón, de esos arranques de histeria y conmoción que lo mueven a uno por lares insospechados, me puse a preguntar.

Lógicamente yo tengo mis influencias, gustos y métodos que quizás iré a plasmar en el ambiente y la música, la banda en general, dado el caso que se logre esta idea. Así como espero que los demás miembros lo hagan. Ese, considero, puede ser un problema, dilema, situación, asunto que tratar y tratar a fondo, al menos por mi parte.
Si no se siente a gusto tocando, ps ni para qué tocar.
Entonces surgen dos cuestiones ¿quieres una banda para hacer música?, o ¿quieres una banda para cotorrear y divertirte? Lo ideal, lógicamente, es encontrar el equilibrio perfecto, pero... no me voy a meter en eso. Algún punto debe de ganar. La cosa no es encontrar el equilibrio, sino conocer y tener en cuenta hasta qué punto puede estirarse una cuestión para darle en la madre a la otra; hasta qué punto, la banda es seria y musicalmente progresiva y generativa sin tener que llegar al tedio y a las enojadas, a las llegadas tarde y a los valemadrismos de parte de unos que fastidian a otros, broncas tontas y lelas que pueden acabar en disolución y problemas. O, por otro lado, hasta qué punto no hay bronca, venimos a cotorrearla, vamos por unas chelas mientras este güey se digna en aparecer, total, ni que en verdad quisiéramos hacer algo de nuestra música. Hasta qué punto llega una cuestión y hasta qué punto llega la otra.
Un cuate ya empezó con sus trance-psycodelic-electro-rock-bullshit. Y a carcajadas mentales pienso: “¿ps qué no querías un grupo experimental?” Ps si, mano, pero como mencioné antes, tengo mis influencias, gustos y métodos y si de plano el experimento no me agrada, ps a la goma. Lo irónico es que este cuate es el primero que me dice “sí, sobres, vamos, que se haga”, con muchas ganas y empeño, y yo ya estoy poniéndole trabas al asunto. Pero ya le dije que va, voy a escuchar ese trance-psycodelic-electro-rock-bullshit, con todas las del haber de que estoy casi seguro de que me negaré a participar en ello, aunque eso implique que vaya (cuando lo vaya a escuchar) programado a que no me guste. No me importa, si ha de gustarme, me gustará, con o sin programación mental de valemierda.
Es todo por ahora, a ver qué sigue.

jueves, 23 de octubre de 2008

Suerte por talento

Topoto llega a su humilde departamento que comparte con su cuatazo Polepo. Sí, Polepo no ha muerto, no fue arrollado en la carretera como vil carroña por ese trailer mientras el trailero se echaba una raya de coca pa no quedarse dormido, mientras Polepo escapaba del manicomnio donde lo tenían recluido por ser un genio, de esos genios que amenazan a la sociedad con una verdad que alteraría la falsa realidad en la que se vive. Falsa realidad que ha dado cierta tranquilidad a la gente que simple y sencillamente no podría tolerar la verdad, porque la gente no quiere ser libre de sí misma.
Polepo, pues, se encontraba viviendo, de momento, con Topoto. Topoto llegó algo alterado, descolgó su guitarra de su hombro y la recargó en la pared, hizo un esfuerzo para no aventarla como aventaría las cosas cuando su estado mental es inestable, pero se trataba de su guitarra, tenía que hacer un esfuerzo, su guitarra era su vida, o al menos, el medio por el cuál quería vivir. Su guitarra y su pluma. Por eso había viajado tan lejos de su patria y de su gente, para vivir de su música y letras. Bien sabía que en su tierra la gente no estaba preparada para concebir y mantener a un artista de su calaña, de su nivel, con la propuesta que traía, cualquiera que sea la que trajera, ese no es el punto.
Después de no azotar la guitarra, fue al sillón y ahí si se dejó caer, se azotó en la comodidad de lo que conocía por hogar para pensar a gusto. Pudo haber caminado por las calles para ordenar ideas, pero con Polepo ahí, era mejor ordenar las ideas con su cuate, el genio, prófugo de manicomnio.

POLEPO: ¿Qué traes, maestrín?... ¿Cómo te fue?... ¿Nada de nada?, vaya vaya, entonces algo muy fuerte pasó. ¿Gustas compartir?
TOPOTO: ¿Por dónde empiezo?
POELPO: Por el inicio, es mejor para no revolver al oyente.
TOPOTO: Es que no sé exactamente cuál es el inicio. Ya le di muchas vueltas al asunto camino a casa y ps me revolví todo.
POLEPO: Si, traes esa mirada locuaz característica del muchacho incomprendido.
TOPOTO: No es que me sienta incomprendido, es que acaban de sacudirme el tapete.
POLEPO: ¡Qué bien, una chica, al fin!
TOPOTO: No, no es una chica. Fue algo así como que una cuestión que me hizo dudar de mi mismo, ahora yo no sé bien quién soy y más importante, qué es lo que quiero.
POLEPO: Ps qué pasó, mano, si no cuentas, no puedo ayudar ni opinar, nomás puedo seguir sacándome este moco que nomás no se deja, el canijo.
TOPOTO: A ver, ahí te va. Lo voy a contar como se me venga a la mente, así que ponte buzo.
POLEPO: Venga... no, no, no, aguanta. ¿No quieres un toque?
TOPOTO: Al ratito, pa razonarla, primero la cuento pa que no se me olvide.
POLEPO: Ya vas.
TOPOTO: Estaba yo en la plaza, esa donde me pongo a tocar pa pedir unas monedas. Y ps la onda iba regular, ni mucha lana ni poca, iba como a la mitad de mi repertorio cuando va pasando un hombre vestido con turbante. Iba muy apurado el güey, y ps no sé por qué pero me le quedé viendo, estaba viendo un par de chicas pomposas que iban pasando, pero este güey me llamó más la atención.
POLEPO: Grueso.
TOPOTO: Sí, grueso. Total, que el tipo este como que traía prisa. No sé si venía huyendo, o apurado por algo, vale madre, pero ya sabes que uno abre los ojos y oídos pa conocer parte de la historia e inventarse una rolita.
POLEPO: Claro.
TOPOTO: Ps el tipo este dejó caer... no me importa si me lo crees o no... una lámpara mágica.
POLEPO: Te creo.
TOPOTO: Por esa cara, hiciste un esfuerzo por creerme, como que no me creíste al principio, pero como no me importa si me crees o no, sigo adelante.
POLEPO: No, sí, te creo. Una lámpara mágica. Nomás me estaba haciendo la idea en mi cabeza para visualizar la onda. El hombre del turbante, apurado, tú tocando tus rolas, la plaza, el sol, las chicas pomposas de buen ver, la lámpara mágica. El Destino.
TOPOTO: ¡Puta madre! El Destino, precisamente. La lamparita esta cayó justo dentro de la funda de mi guitarra, como si fueran monedas que el tipo este me estaba dejando. Yo dejé de tocar en el instante... sentí, no sé, eso que se siente cuando reconoces una señal, ¿sabes? Y estuve a punto de avisarle al señor que había tirado su lámpara pero no lo hice... las voces en mi cabeza me lo prohibieron, pero bien machín. Me gritaron. Y yo me paralicé. Dejé que las cosas pasaran. Así nomás, me dispuse a ser un vidente, como fotógrafo de guerra, sin saber que la guerra iba a pasar dentro de mi, conmigo, para mi.
“Entonces... pta, me cae que no había fumado nada, ni tomado siquiera, y no ando crudo, ¡fue real, caon, fue real!”
POLEPO: ¿Qué cosa?
TOPOTO: Salió un genio de la lámpara. Ahora, no importa si lo crees o no, no importa toda la historia, lo que importa es la situación en la que me puso.
“Este genio me pidió que lo liberara, y ps lo liberé, de buena onda, ¿digo, qué me costaba? Así igual y me hago de un camarada, recuerda la historia en la que el detective se salvó el pescuezo porque sus vecinos con los que se llevaba bien le tiraron un paro. Ni pensé en el detective, simplemente de buena onda lo liberé. Y el genio se fue.”
POLEPO: Me la pones difícil, mano, no sé bien cuál es el gran dilema de esta historia.
TOPOTO: Aun no llego a esa parte.
POLEPO: Ah, okei, perdón.
TOPOTO: Ps el genio se fue, yo me quedé pensando ¿acabo de vivir lo que acabo de vivir, o ando bien rolado y todo fue una alucinación? Decidí tomarlo sin más ni menos y seguí tocando. El resto del día iba pasando normal hasta que ya al final, estaba tocando la última rola y se vuelve a aparecer el genio. Y que me hace la proposición más densa que me han hecho en mi vida, caon, en serio, la más densa. Me dijo que me había estado escuchando y que sabía que yo creía que yo tengo talento pa esta onda, pero que con talento no siempre la haces.
POLEPO: Triste e injusta realidad, pero realidad a fin de cuentas.
TOPOTO: Exacto, entonces me propone darme la mejor de las suertes, la más cabrona, inacabable, intachable de las suertes, de esas que hasta cuando te va mal, te va bien.
POLEPO: La conozco.
TOPOTO: Ps me propuso darme esta suerte, con la que de seguro yo la podría hacer en el medio, pero me quitaría mi talento.
POLEPO: Aaaaaaaaaaaaaaaaa cabróooooooooooooooon.

Topoto se quedó con la mirada perdida, justo como en el momento en que le habían propuesto eso, cambiarle su talento por la mejor de las suertes. Polepo se había parado de su asiento, y caminaba por el pequeño departamento, no podía caminar mucho por todo el tiradero que había, los libros y revistas, las hojas con escritos y dibujos. Daba vueltas y vueltas mientras su cabeza también daba vueltas y vueltas como trompo.

TOPOTO: Ahora sí te acepto ese toque.
POLEPO: Si, claro, mano, ¿cómo no?
TOPOTO: Tons, ¿cómo la ves? Ta cañón, ¿no?
POLEPO: Pues claro. ¡Qué buen desmadre te armó este geniecito, eh! Primero que nada, ¿estamos de acuerdo en que el talento es la capacidad para hacer bien alguna actividad?
TOPOTO: De acuerdo.
POLEPO: Partamos de ahí. Si no tienes capacidad para tocar la guitarra, vas a tocar pura basura, ¿cierto?
TOPOTO: Voy a tocar pura basura, pero voy a hacerla, voy a vivir de ello, sin broncas, aunque sin caprichos. No voy a ser una super estrella, pero sí una estrella casual, estrella a final de cuentas.
POLEPO: Pero, a ver, ¿cómo está la onda de la suerte?
TOPOTO: Ps que los productores van a ver en mí algo muy bueno, me van a contratar, le voy a gustar a la gente, por razones que no tengan que ver con mi música, sino con su percepción de ella. Osea, cada que tenga una tocada, al final yo voy a sentir que lo que toqué no es genial, igual y bueno, pero no genial, pero la gente me va a aplaudir como si lo que acabara de tocar fuera una gran obra de arte.
POLEPO: Ese es un escenario, ¿no? Que tu sientas que no tienes talento.
TOPOTO: Sí, que todo el mundo pueda apreciar de mi música, menos yo, porque sentiría y sabría que no tengo talento.
POLEPO: Entonces, ¿podría llegar el día en que tu te des cuenta de esto, y que hicieras, intencionalmente, una aberración a la música, y con todo eso, a la gente le gustaría?
TOPOTO: Sí, les gustaría.
POLEPO: Entonces, cualquier cosa que hicieras, sería un éxito.
TOPOTO: Ps sí.
POLEPO: Piénsalo, eso te liberaría, podrías experimentar en lo que quisieras, podrías crear nuevas ondas, nuevos métodos, podrías hacer lo que quisieras con la música y crear tanto, tanto.
TOPOTO: Pero sería como un fraude, ¿no?
POLEPO: Fraude, ¿por qué? Si tu eres consciente de que estás haciendo basura, o que estás experimentando, si eres fiel a ti mismo, no serás un fraude. Un suertudo no es un fraudulento.
TOPOTO: Pues sí, pero, ¿cómo voy a sentirme bien si siento que no tengo talento?
POLEPO: Ah, ahí tienes un buen punto. El sentir. ¿Cuándo dejas de sentir que tienes talento? ¿Cómo sabes si tienes talento o no? Si a la gente le gustas, ¿tienes talento?
TOPOTO: Bueno, pues puede ser, pero yo voy a seguir escuchando mi música y decir que no es buena, porque no tendría talento, al menos para mí, y dejaría de sentir esa satisfacción de cuando acabas una canción y sea como sea, te sientes satisfecho porque está acabada. Y si fuera un suertudo, igual y le dejaría de echar ganas y sentimiento a mis rolas, porque ya sé que como quiera van a pegar.
POLEPO: Ah, otro gol para ti. Pero no te me adelantes, estábamos en algo bueno. Eso de escuchar la canción después de hacerla y que no te guste, okei, es válido. Igual y no te gusta cómo quedó al final, pero qué tal en el momento en que la estás haciendo, mientras se está cocinando, mientras la trabajas y la sientes por tu cuerpo y la sacas en la guitarra y las letras? ¿Qué tal ahí, se puede disfrutar de hacer algo por el mero hecho de hacerlo y no sólo por el resultado final? Porque puedes creer y sentir que estás haciendo una gran obra de arte, mientras la estás trabajando, y al final, darte cuenta de que no es sino una canción más.
TOPOTO: Entonces, ¿a lo que vas es a que el placer puede recaer en el mero hecho de componer una rola, y escucharla ya está de más?
POLEPO: Puede ser un avance, porque, digo, si aceptas esto de la suerte, te vas a sentir miserable cada vez que escuches tus canciones, entonces podrías ya no estar haciendo lo que te gusta hacer, pero si te gusta simplemente hacerlo, poniendo a un lado el resultado final, ps puede que te vaya bien. Si no, vas a vivir frustrado, haciendo lo que te gusta hacer, pero sin que te guste a final de cuentas. ¡Que cabrón!
TOPOTO: Entonces, no debería aceptar y rifármela con lo que yo creo tener de talento, a ver si puedo hacerla.
POLEPO: Ahí va otro punto a tratar. Con esto de la suerte, se supone que ya la tienes hecha. Es que... si lo pensamos, hay que ver qué es lo que el genio este considera talento. El talento no deriva de lo que uno se considera, uno no puede juzgarse talentoso o no, uno, como artista, simplemente quiere expresar y si siente, hazle caso a la palabra siente, si siente que está logrando expresarse por medio de su arte, no le veo otra para estar complacido consigo mismo, el talento viene siendo como punto y aparte.
TOPOTO: Entonces, debería aceptar.
POLEPO: No, manches, no me preguntes eso, yo no soy el artista. Hay quienes creen que el talento es la esencia misma. Si me lo propusieran a mí, yo creo que no aceptaría, la suerte, aunque fuera mágica, podría tornarse aburrida si siempre, siempre, sabes que te va a ir bien. No me lo tomes a mal, pero a veces es chido andar en la cuerda floja sin saber si vas a embarrarte en el suelo o si la vas a lograr, eso es la sorpresa, no la mera idea de que no sabes qué va a pasarte sabiendo que te va a ir bien. Si sabes que te va a ir bien, a huevo, ps como que le quitas puntos a la sorpresa. Aunque, te digo, puede ser muy divertido y vasto. Pero yo, personalmente, no es lo que busco, la verdad que yo busco debe andar en otro lado. Debe de estar del otro lado del caos, y si siempre cuentas con esta “suerte” vas a poder evitar el caos o no tomarlo en cuenta, puede que quieras morir después de creer que has vivido tanto, siendo que te faltara tanto, tanto por conocer, lo que precisamente, esta “suerte” te evitaría llegar a conocer.
TOPOTO: Ta cabrón.
POLEPO: Ta cabrón, sí. Mira, ahí te va una frase de un tal Publio Siro que me parece acertada y muy interesante. Dijo “así como el ignorante está muerto antes de morir, el hombre de talento vive aun de muerto”.
TOPOTO: Chido.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Amor bajo la lluvia

Te propongo ir a hacer el amor bajo la lluvia.
Será el mejor amor que cualquiera te haya dado.
Te sentirás protegida de la lluvia por mis manos.
Sentirás cada gota con tanta ternura.
Sentirás cómo mi cuerpo resbala por el tuyo.
Sentirás cada beso como un respiro agudo.

Querrás mirar al cielo como echando relajo
y en tu distinguido y módico desmadre
sentirás en ti cada punta de detalle,
partiendo de tu sexo hasta la más lejana estrella,
siguiendo el camino más corto entre cada una de ellas.
La línea recta como la que yo evoco,
con una curvita al final
para darle profundidad.
Soñar y asistir mientras con mi lengua te toco.

Un jardincito con pasto nos bastaría
para que sientas tu cuerpo volver a la tierra,
para que sientas cómo el viento enfría el agua
y desaparece entre el calor de tus piernas;
para que hables de mí, ya sin despojo,
para que pienses en mí cada que llueva.
Te propongo ir a hacer el amor bajo la lluvia,
hacer el amor bajo la lluvia, andando en moto,
para soltar todo cuando choquemos,
para que nunca vuelva a darnos miedo estar muertos.

¿Sientes el agua, sientes el viento?
¿Sientes el frío, sientes lo mío?
¿Sientes todo aquello en tu piel?
Alégrate de estar viva.

miércoles, 15 de octubre de 2008

¡Ring ring!

¡Ring ring!, timbró el teléfono. Diga, propuso su voz. ¡Hola! Saludó la de ella, con esa temerosa ternura de cuando pisotea su ego para seguir su corazón. ¡Maldita sea!, pensó él, ¿para qué contestaba yo? ¿Ya vas a empezar a seducirme de nuevo? El “ding” prolongado indicó que la ínea estaba libre, ella había colgado. Chale, pensó, ¿me habré oído muy mierda? Pero es la verdad, no se puede ocultar ese sentirse seducido cada vez que ella lo manda a volar y después de un tiempo, cuando admite que lo extraña y al creer que no puede más, lo busca.
El teléfono volvió a timbrar. ¡Chingas!, de seguro es ella. ¿Contesto de nuevo? No, no manches ¡qué hueva! Aunque, ya sabe que estoy aquí. Ps ni que le tuviera miedo. ¿Pa qué me hago pendejo? No es que me guste intentar razonar con ella, es que me gusta sentirme ahí, en el rincón más intachable de su vida. Me gusta que me ruegue, que se arrastre y pida perdón por haber sido una culera conmigo, que pida perdón porque me ama, porque sabe que yo también la amo. Diga, propuso su voz. Eres un ojete. Soy. Y no sé qué mierdas hago humillándome así. Yo sí sé. Oh, claro, tú lo sabes todo, ¿verdad?, tú eres el mero chingón, te crees la gran cagada pero ni a pedo llegas. Ni a eructo. No, ni eructo. ¿Entonces, no vas a seducirme? Hubo un ligero silencio, suficiente para que ella se limpiara las lágrimas. Sí, contestó. ¿Por qué te clavas?, yo me enamoré de ti porque parecías ser tan libre e independiente, que no te aferrabas a nada. Porque así te gusto más; eres puro pedo, pero yo puedo ver a través de tu cortina, sé que te encanta que yo esté tan clavada contigo. ¿Entonces por qué eres tan culera y volátil conmigo? Pero también soy bien chida, siempre he querido ser lo más chida contigo, y consentirte. Y amarrarme. Pero no con esa intención, qué más quisiera yo soportar más tiempo sin ti, pero no puedo, estoy viva gracias a ti y por ti me pongo a hacer cosas para enorgullecerte, cosas para ti. ¿Y por qué no dejas que yo haga lo mismo por ti? Porque lo que tú haces no me gusta. ¿Y quién dijo que lo que tú haces me gusta a mi? Tú mismo, cuando me miras a los ojos, cuando me abrazas, cuando me besas, cuando me escribes, cuando me ves llegar y me saludas, cuando dejas una parte tuya conmigo al despedirte, cuando te desespero y respiras profundo para no gritarme, cuando me regañas, cuando te hartas y también cuando me dejas; cuando no soportas verme feliz sin ti, cuando me odias por ser libre, cuando te haces el que no me extraña cuando nos topamos, cuando te dejas seducir tan fácil cuando vuelvo. Pues esta vez no te será fácil. ¿Ah, no? No, porque a pesar de que te amo, no te quiero conmigo; mi peor mal no fue amarte sino haberte conocido. Y al conocerme no te quedó de otra, ¿o qué? Así es, eres mi maravilla y mi perdición, serías lo mejor de mi mundo si tú lo fueras todo, pero mi vista alcanza más allá de ti y tú no quieres que llegue. Es que yo vengo de allá, y vine por ti. Me vale madre, yo quiero seguirme construyendo, a mi manera, extrañándote si hace falta, pensando en ti si llegara a estar con otra, así que esta vez no te será fácil porque creo saber lo que quiero y ya sé qué tan desastrosa eres tú... pero, buena suerte.

martes, 14 de octubre de 2008

Las ratas nutren y engordan

PORTERO: ¿Qué crees que encuentres detrás de esta puerta?
SOLDADO: No creo en nada.
PORTERO: Que aburrido. Entonces, ¿por qué vienes armado?
SOLDADO: Es mi uniforme.
PORTERO: ¿Militar, no es algo extravagante?, parece que quieres llamar la atención en lugar de pasar desapercibido. ¿Y luego esos pelos?, pareces personaje sacado de caricatura japonesa.
SOLDADO: ¿Y a usted qué?
PORTERO: Mira muchacho, no te me pongas en ese plan, no hay forma de que pases por esta puerta a menos que yo te la abra, así que muestra un poco de modales. Carajo, pareciera que los que llegan a este punto creen que ya lo han visto todo. ¿Cómo es que quieres ver lo que hay detrás de la puerta si te comportas así, eh, sabiondo?

El SOLDADO saca una cajetilla de cigarros.

SOLDADO: ¿Gusta un cigarro?
PORTERO: ¿Conque en esas andamos, eh?... ¿De qué son?... Bueno, disculpa, no pongas esa cara. Caray, en verdad te crees todo un sabelotodo, ¿eh? Ps aquí te topas, no conmigo, con la puerta.
SOLDADO: ¿A qué hora me va a dejar pasar?
PORTERO: No lo sé, cuando me aburra de ti, supongo. Sabes, esta chambita no es muy entretenida que digamos. Son pocos los que llegan a este punto. Tantos intervalos de soledad, hay demasiado tiempo para pensar, demasiado. Suficiente como para entender el delirio y encarar el abstracto orden del Caos.
SOLDADO: ¿Ha visto directo a los ojos del Caos?
PORTERO: Ey, no te pases, chico, no te pases. ¿Sabes? A pesar de ser tan joven no eres el más pequeño que ha pasado por aquí.
SOLDADO: No me interesa, simplemente pienso pasar por aquí.
PORTERO: Bien, bueno, así las cosas. Sigues con tu uniforme puesto.
SOLDADO: ¿Tengo que quitármelo?
PORTERO: Si no vas a luchar, no es necesario llevar armas.
SOLDADO: Bien, me desarmo, si es necesario.
PORTERO: ¿Lo es?
SOLDADO: Pues tú lo estás diciendo.
PORTERO: Con que ya me tuteas... Yo digo muchas cosas. Tú pareces decir pocas.
SOLDADO: Nunca hablo por hablar.
PORTERO: No, por supuesto que no. ¿Qué dices de las gafas, será necesario llevarlas también?
SOLDADO: Estoy bastante ciego sin ellas.
PORTERO: ¿Quién dijo que vas a usar esos ojillos de chocolate? No te ves tan dulce como aparentas, o como quisieras aparentar.
SOLDADO: ¿Dulce, dices?
PORTERO: Sí, dulce. ¿De qué color crees que es el Caos?
SOLDADO: No creo en nada.
PORTERO: Ah, cierto, lo había olvidado. No es un requisito, ¿sabes?, hay mucha gente que ha pasad por aquí con creencias. Una de mis pláticas favoritas es la de la creencia del color del Caos.
SOLDADO: ¿Qué se dice?
PORTERO: A ver, primero pásame uno de esos cigarros… Bien… sabe buena… fresca. Dicen que, a estas alturas, la hierba que uno fuma es intrínseca a la piel de uno. Extraño, ¿no? Pero algunas veces, no sé si todas pues no lo recuerdo cada vez que veo a alguien fumar, ya sabes, con tanto tiempo que tengo aquí, las ideas van y vienen sin cuidado, sin que yo me de cuenta; pero, algunas veces, ese dicho tiene razón.
SOLDADO: Algunas veces.
PORTERO: Sí, algunas, puesto que no me he fijado en todas.
SOLDADO: ¿Qué tal ahora?
PORTERO: Ahora, me place en decir que sí, esta hierba se asemeja a tu piel… La piel habla mucho de uno ¿sabes? Con chambas como ésta se aprende a ver a la gente. ¿Tú sabes ver a la gente? Supongo que sí. Pero sólo es la apariencia, no es el sabor, si te fumara a ti, o te comiera, la sensación no sería la misma, una cálida y fresca mañana, veraniega, que deja un sabor dulce cuando se apaga. Pero, te digo, no eres dulce como aparentas.
SOLDADO: Yo no quiero…
PORTERO: No es que quieras, así es, y punto.
SOLDADO: ¿Como la impresión?
PORTERO: Como el arte. Muchas cosas se hacen sin saber, sin evaluar, ya después se les da su valía. La impresión es parecida. Cuando uno cree que ha visto demasiado, comienza a perder esa capacidad, ya nada lo asombra.
SOLDADO: Pero el arte, también puede hacerse con toda la intención de lograr lo que se quiere lograr.
PORTERO: O al menos, eso se cree. Hay que ser muy picudo para plasmar mediante técnicas lo que se piensa o siente.
SOLDADO: Muchos lo han logrado.
PORTERO: O al menos, así lo creen.
SOLDADO: Es básico. Pensar en absolutos es ir cuesta abajo.
PORTERO: Y lo que quieres lograr pasando esta puerta es precisamente eso, pensar, o no, no pensar, más bien quieres lograr el absoluto.
SOLDADO: Ahí te equivocas. Si quisiera absolutos no tendría que haber venido hasta acá, en cualquier lugar puedo encontrar un absoluto, si me lo creo. Pero ya no puedo engañarme, he perdido esa capacidad.
PORTERO: ¿Y si la capacidad de impresión fuera de la mano con la capacidad de engañarse a sí mismo?
SOLDADO: Puede ser.
PORTERO: ¿Por qué somos como para complicarnos lo que se presenta tan simple?
SOLDADO: Para no aburrirse. ¿Por qué me tienes aquí hablando contigo, complicando tu aburrida existencia, si lo único que tienes que hacer es abrirme la puerta?
PORTERO: Nunca he tenido una respuesta para eso.
SOLDADO: Yo creo que sí, pero te niegas a darla, como te niegas a reducirte al nivel de hacer tu trabajo sin variantes, sin luces y sombras, sin color. Te aburres.
PORTERO: Triste aburrimiento.
SOLDADO: Entonces, ¿será la capacidad de impresión un arma contra el aburrimiento, un invento del hombre y no un sentimiento natural? Como si no pudiéramos impresionarnos antes de experimentar el aburrimiento. ¿Eso es lo que pasa?
PORTERO: Me la pones difícil, chavo, yo sólo soy el portero. Pero bien, te diré más o menos lo que vas a encontrar pasando este umbral. Verás una reja, y en ella, un hombre, el prisionero. Ojeroso, desnutrido, cabisbajo, siniestro, loco, tu sabes, todo el chow.
SOLDADO: ¿Y qué con él?
PORTERO: Lo típico: tiene la ropa desgarrada por los perros que llegan a husmear, las ratas que llegan a mordisquear, magulladuras por todos lados, cicatrices que no dejan de sangrar, la piel percudidísima por estar siempre expuesta al sol, ni un momento de sombra.
SOLDADO: ¿Qué no puede ni moverse?
PORTERO: Se mueve, pero no más de lo que sus cadenas le permiten.
SOLDADO: ¿Y por eso deja que las ratas lo mordisquen?
PORTERO: No, lo que hace es dejar que la rata se acerque y tome la suficiente confianza como para que el prisionero suelte una mordida y se la coma a ella.
SOLDADO: ¿Cruda?
PORTERO: No, güey, la cocina usando la saliva como lupa y el sol como fuente de calor.
SOLDADO: No me lo quiero imaginar.
PORTERO: No hace falta, lo vas a ver. Anda, pásale.

El portero abrió la puerta. Le costó bastante trabajo. La puerta había estado en desuso durante mucho tiempo. Óxido, hierbas, tierra, mugre impregnada y haciendo una especie de capa que impedía todo movimiento. Hubo que escarbar, antes de escombrar, antes de barrer, antes de jalar la inmensa e imponente puerta negra, metálica. El joven soldado no veía nada más que una completa y absoluta oscuridad.

PORTERO: Anda, por el pasillo, no se ve, pero está ahí. Tú confía, camina derecho, no hay pierde.

Paso tras paso, el soldado vacilaba, nunca había caminado a la nada. No había nada más que él, sus pensamientos y él. Era todo. Era todo lo que le hacía falta, desde algún tiempo atrás sabía que con lo único que podía contar, lo único real sin sujeto a ser relativo o falso era él mismo.
Eso era aquello. Era un simbolismo, una imagen precisamente de esa idea, de que no había nada real o cierto más que él mismo. Él era un todo, no, no un todo, pero sí lo único válido y prevaleciente de SU vida. Todo (ahora sí) se desvanecería, absolutamente todo, excepto él mismo.
Así caminaba, paso a paso, un pensamiento por cada paso sin sonido que daba. Era extraño caminar sin escuchar las pisadas de uno. Eso fue lo primero que sintió con aguda extrañeza, luego vino el sentimiento de aislamiento, luego vino el darse cuenta de que no sentía nada, no había aire, no había piel, no había luz ni sonido, nada. Ya sabía que no había nada, pero hasta después de percatarse de que no escuchaba el sonido de sus pasos fue que se percató conscientemente de ello. Como si su mente tuviera que enfocarse en ello.
Cerró los ojos, daba lo mismo, pensó. Y así se fue, un paso tras otro. Intentó correr, lo hizo, así se fue, corrió a toda velocidad, no sentía nada. Era lo mismo, caminar y correr. Cuando se cansó se detuvo, jadeante, abrió los ojos y ahora había un completo de luz. No había nada alrededor excepto una reja y un hombre encadenado a ella. Tenía grilletes en las muñecas y las cadenas seguían hasta la reja. El soldado lo miró con detenimiento. Luego se acercó.

PRISIONERO: ¿Qué, no era lo que esperabas?
SOLDADO: No según me dijeron.
PRISIONERO: Es extraño, pero siempre le creen al portero. ¿Por qué nunca se hacen la idea de que pueden encontrar a un gordito, chapeadito, bonachón, pulcramente vestido, de lentes y bombín; encadenado a una reja? ¿Por qué se van siempre con la típica imagen clásica?
SOLDADO: Más que clásica, la regular.
PRISIONERO: Pero no estamos aquí para ver algo regular, ¿o si?... ¿Qué, sigues sin poder hacerte la idea de ver a un prisionero arreglado?
SOLDADO: No es sencillo.
PRISIONERO: No importa si es sencillo o no, lo importante es que lo es y ya. Lo que pasa aquí, pasa, no hay que buscarle ni indagar ni investigar, no hay dónde, no hay con qué.
SOLDADO: ¿Qué me dices de la mente de uno?
PRISIONERO: Uf... No queremos meternos ahí. Es un mar más turbulento que mis tripas recién comido... ¿Qué, por qué el asco, has visto tus tripas cuando comes?, no creo que sean menos asquerosas que las mías.
SOLDADO: No quiero saberlo.
PRISIONERO: ¿Te doy asco? Yo que me arreglé para recibirte, precisamente para no darte asco y poder charlar con mayor soltura. Los que llegan a ver al prisionero desnutrido y pobre se sienten, no sé, incómodos.
SOLDADO: No es tu apariencia la que me da asco, es más la idea que tengo de cómo llegaste a esa apariencia.
PRISIONERO: Apariencias... imaginación, esas ataduras no te sueltan, ¿verdad?
SOLDADO: Soy soldado, no puedo remeterme a estar atado.
PRISIONERO: Pero un soldado es una atadura, en sí.
SOLDADO: No soy ese tipo de soldado. No soy el que recibe órdenes y lucha por una patria, o por lo que sea, ¿un ideal? sin creen en ello.
PRISIONERO: Entonces, ¿qué tipo de soldado eres?
SOLDADO: Soy el soldado que no se obedece ni a sí mismo.
PRISIONERO: ¿Un desertor? Alguien que alguna vez tuvo una fuerte creencia y por tales o cuales razones, generalmente decepciones, se salió de carril. Un demonio.
SOLDADO: Algo así, pero yo no lo veo como haber salido de carril, más bien, me encarrilé. Nunca antes me había instruido con tal autosuficiencia, y me di cuenta de que era autosuficiente, que no había nada más ni nadie más que fuera real para mí, que yo mismo.
PRISIONERO: ¿Y quién dijo cuál era el carril y cuál era el descarrilamiento? ¿Quién pone esos estándares? Sólo un ser de extremo poder puede decidir qué lugar merece qué nombre.
SOLDADO: En mi vida, yo soy ese ser de extremo poder. Como ya dije, no hay nada real, nada absoluto, nada que quedará después de que yo me vaya, más que yo.
PRISIONERO: ¿A dónde piensas ir?
SOLDADO: No pienso -hago énfasis en el pienso- ir a ningún lado. Pero me voy a ir, es inevitable.
PRISIONERO: ¿Hablas de la muerte?
SOLDADO: Hablo de la verdad, la única verdad que no ha caído al fango de la incertidumbre, llámala como quieras. Es como lo que dices de aquí, así es y punto. No hay más.
PRISIONERO: Sin embargo, muchos buscan saber más acerca de ello, incluso, llegan a evitarla, o prevenirla, hasta anunciarla.
SOLDADO: Sólo la prolongan. Lo que no entiendo, ¿por qué temerle a la verdad, a la única verdad que no ha demostrado ser una farsa?
PRISIONERO: Pues es sencillo, le temen a la verdad. Eso es natural, como temerle a lo desconocido. Temerle a la emoción, temer ser impresionados pues no saben cómo reaccionarán, se sentirían sin tocar piso. Es sencillo, la gente, en general, no quiere saber la verdad, sería aceptar que son inferiores a ella, y aunque hay gente que sabe que el ser humano es un minúsculo ser comparado con la totalidad de la vida, se niegan a aceptar ese punto, como si vivos, pudieran hacerse los occisos, y ya muertos tuvieran que enfrentar esa realidad, verle los ojos al Caos.
SOLDADO: Entonces, ¿estoy muerto?
PRISIONERO: ¿Estuviste vivo, alguna vez?
SOLDADO: He optado por no divagar en preguntas tan ambiguas.
PRISIONERO: La ambigüedad no es más que una vaga idea que acaricia las membranas de la certeza absoluta. (ERUCTA) Oh, mis disculpas, comí poco antes de que llegaras. Concluyendo con la ambigüedad, es un buen principio... ¿Qué te pasa, te sientes bien?
SOLDADO: No, tengo nauseas.
PRISIONERO: ¿Fue demasiado impactante lo que dije? ¿Viste directamente a los ojos del Caos?
SOLDADO: No, es que volví a imaginar cuántas ratas tuviste que comer para engordar tanto.

martes, 7 de octubre de 2008

La magia de las cartas

Existe la magia, yo lo confirmo. Cuando me encuentro en cierto estado melancólico, extrañando a alguien, deseando que ese alguien estuviera ahí conmigo, pero sabiendo que eso es muy improbable si no es que imposible; recurro a la magia de las cartas. Escribir cartas a las personas que no están. Es algo mágico, me cae. Las palabras se imprimen en la hoja y la persona se presenta ante el sentimiento e intelecto de uno. Como si despidiera una nube que diera forma de esas personas ausentes en las que uno piensa al escribir, y la nube lo abraza a uno, se aspira, se respira, se traga, se siente, se introduce, se engloba y se une.
Muy a menudo recurro a esa magia, ya que no siempre puedo estar con quien quiero estar. No sé si ustedes hagan uso de esta magia, se los recomiendo. Poniendo aparte la magia que envuelve a uno al escribirla, es el sentimiento de la otra persona al recibirla, al leerla. Entre esas dos personas hay una gran diferencia. Uno la escribe una vez, la entrega y se pierde. Ahí va con la carta parte del alma de esa persona que se sentó y dedicó a escribirla, ahí van partes suyas, no sólo está regalando unas simples hojas con palabras, expresión de sentimientos o lo que sea que se quiera transmitir en la carta, sino que va inmersa entre todas esas palabras, entre la materia misma de las hojas o del material en que se escriban, parte del alma de quien escribe. Ahí va y se pierde, se regala, uno sabe que cuando entrega la carta, esa parte no va a volver. Es un regalo maravilloso, muy menospreciado, tal vez menospreciado porque no se considera todo esto.
Ahora, volviendo a la diferencia entre quien escribe y quien recibe y lee, quien escribe puede leer la carta cuantas veces quiera antes de entregarla, pero nunca tendrá el mismo valor. Igual y se lee una vez después de escribirla, sólo por curiosidad, por limpiar y darle una pulidita, pero nada más, es como una leída técnica o de conocimiento. En cambio, la persona que recibe la carta la puede leer una, otra y otra vez, cuantas veces quiera. Es suya por siempre. Ha recibido un regalo eterno, que podrá disfrutar cuantas veces quiera. Recibió una parte de la persona que nunca volverá, aunque se devuelva, nunca volverá.
Si el escritor, a sabiendas de que sus cartas son buenas, conservara una copia para cualquier razón, ese valor de entregar una parte suya se desvanecería por completo. Igual y el receptor de la carta no se da cuenta, pero la entrega que hace quien la escribió no tiene el mismo valor. Valor sin precio que el escritor conserva, que sabe que su carta no va cargada con parte de sí, que sabe que no está entregando más que palabras acomodadas, ideas plasmadas, sentimientos hechos y plasmados.
Ahora bien, todo esto queriendo ser una mera introducción a una recopilación de cartas que me devolvieron, debo sacarlas de mi, aunque ya no me pertenecen, pero me las devolvieron, para romper esta horrible maldición hay que publicarlas. Nomás falta que las transcriba a la compu porque están escritas a mano, con mi puño y letra. Eso es todo por ahora.

miércoles, 1 de octubre de 2008

...

¿A dónde entonces me lleva ésta cadenita racional?

Si no quiero seguir sintiendo lo que siento, pero no puedo controlar la idea que brota como sentimiento. Entonces ¿cómo funciona?

¿cómo nace un sentimiento?
Seguramente de un estímulo externo… lo que siento viene de afuera y es la interpretación de ese hecho, hecha por mi cerebrito. Mmmm veamos que tiene que decir la real academia al respecto…

sentir

(Del lat. sentīre).

1. tr. Experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas.

2. tr. Oír o percibir con el sentido del oído. Siento pasos.

3. tr. Experimentar una impresión, placer o dolor corporal. Sentir fresco, sed.

4. tr. Experimentar una impresión, placer o dolor espiritual. Sentir alegría, miedo.

5. tr. Lamentar, tener por doloroso y malo algo. Sentir la muerte de un amigo.

6. tr. Juzgar, opinar, formar parecer o dictamen. Digo lo que siento.

7. tr. En la recitación, acomodar las acciones exteriores a las expresiones o palabras, o darles el sentido que les corresponde. Sentir bien el verso.

8. tr. Presentir, barruntar lo que ha de sobrevenir. Se usa especialmente hablando de los animales que presienten la mudanza del tiempo y la anuncian con algunas acciones.

9. prnl. Dicho de una persona: Formar queja de algo.

10. prnl. Padecer un dolor o principio de un daño en parte determinada del cuerpo. Sentirse de la mano, de la cabeza.

11. prnl. Hallarse o estar de determinada manera. Sentirse enfermo.

12. prnl. Considerarse, reconocerse. Sentirse muy obligado.

13. prnl. Dicho de una cosa: Empezar a abrirse o rajarse. Sentirse la pared, el vidrio, la campana.

14. prnl. Dicho de una cosa: Empezar a corromperse o pudrirse.

Con razón… pero bueno. También se puede sentir por una razón interna, claro, llevar a sus últimas consecuencias una chaqueta mental cualquiera, claro que te hace sentir. Cierto…

Bueno… el caso es el siguiente ¿cómo controlar esos sentimientos? ¿Cómo le hago para no sentir lo que siento? Puedo controlar lo que está fuera de mí hasta cierto punto, pero no del todo. Sobre mis chaquetas mentales, siempre las puedo parar en cuanto me de cuenta que lo estoy volviendo a hacer, eso no es tanto pedo. El problema es que esto es un patrón… es repetitivo y me está empezando a afectar. ¿Acaso tendré que retraerme de los estímulos externos y volverme alguna especie de ermitaño? ¿Limitarme solo a lo que es controlable?

Pero sería aburrido ¿no? Digo… todo bajo control, todo el tiempo… perderme de tantas cosas chidas que han causado este “mal”… por lo pronto mi medicina está resultando peor que mi enfermedad… al parecer solo queda la resignación… resignación a sentir lo que siento y a hacer lo que hago…. No quejarme y dejar de ser una nena, aguantarme a mi mismo estoicamente hasta el día en que me muera… chale… pero por otro lado, eso si que suena definitivo… suena a que estoy atascado. No me gusta esa palabra: atascado. Atascado, inmóvil, sin movimiento, sin atrás ni adelante, sin ir ni venir, sin nuevos paisajes ni fondos, sin nuevos rostros ni sonidos, solo estar.

Patología, síntoma, patrón, repetición, salida ó entrada, alarma, búsqueda, cristal, percepción, animal ¿y que fue de la cadenita racional?

jueves, 25 de septiembre de 2008

La vieja Guardia / Recuerdos Palpables

Esos cuates que siendo tan distintos
siguen siendo tan puramente iguales,
dispuestos y compuestos por banales
fantasías bailables en un limbo.

Esa banda que en el cortejo mismo
se presta de cristal en ventanales,
luz de color persiguen los chavales
pronto hombres, mortales, prestos y listos.

Descubro la laguna del recuerdo
al tener frente a mí un llano vacío,
su memoria recorrerá mis versos.
Sólo me los quitaría el delirio.

No me despido, conmigo los llevo;
debajo de mi sombrero
y junto a mi corazón encendido.

lunes, 22 de septiembre de 2008

El escape del loco

Clemente ya estaba muerto, tan cansados, tan cansados. Después de una noche de concierto tardío de sorpresa, de cabezas rodantes, de ambulancias que no se querían mandar, de música cabaretoza, de cerveza abundante, de clima bochornoso que a esas alturas ya ni se sentía y unas cuantas cosas más, era normal que Clemente estuviera muerto. No técnicamente muerto, pero sí muerto de borracho. Hay que aclarar que muerto de borracho viene antes del estado borrachesco conocido como “bulto”. Muerto es mejor que bulto, porque el muerto puede revivir, sólo hace falta una que otra estimulación, ya sea una sacudida, un cubetazo de agua fría, un ruido endemoniadamente extremo, o una simple presencia imponente.
Clemente estaba muerto, recargado como distinguidamente se recarga en las mesas cuando está muerto, recargado como cuando en Real de Catorce comieron peyote y luego tomaron galones de cerveza, añadiéndole un desmadre rocanrolero bien dado, en pleno bar, Clemente muerto, pero aquello fue entonces, hace ya unos cuantos meses, esto que les cuento fue de hace poco, y en esta ocasión, en cierto bar de Monterrey, ya entradas las horas de madrugada, ese bar en el que Rigoberto pretendía dar un concierto improvisado, estaba vacío.
Habían entrado ahí porque el lugar tenía un escenario abierto, con guitarra y micrófono. Rigoberto no detuvo la oportunidad para tocar. Definitivamente ya no estaba en estado para dar una buena presentación, o bueno, no de buena calidad, las buenas presentaciones no siempre implican una buena calidad. Pero a Rigoberto no le importaba, él simplemente quería tocar y dar su concierto improvisado.
Se pidieron una chela al entrar y ver el lugar vacío. Se sentaron en una mesa y procedieron, Clemente a morir y Rigoberto a colocarse en el escenario. Después de la primera rola, Rigoberto se dio cuenta de que no había gente que aplaudiera, pero como quiera pidió aplausos. Fue entonces, en esas tocaditas entre canción y canción que comprendió que el micro y la guitarra estaban apagados. Pidió que los prendieran y le dijeron que en eso estaban. Le tomaron fotos, hablaban en voz baja, se reían detrás de la barra. Luego fueron a tomarle fotos a Clemente, regresaron a reírse detrás de la barra.
Mira que gandallines tenemos aquí, pensó Rigoberto, pero no le importó. Mientras seguía dando su concierto desenchufado, iba planeando cómo voltearles la torta a esos payasitos. Digo, no es cosa rara que se la cotorrearan de un par de borrachines, pero esos cuates ya se estaban pasando de lanza.
Tras acabarse su cerveza y repertorio de rolas, Rigoberto se bajó del escenario, se acercó a Clemente, le sacudió el hombro para revivirlo. Clemente se levantó mecánicamente y miró a Rigoberto, quien lo miraba de vuelta con una mirada intensa, como si algo muy fuerte estuviera por pasar o acababa de acontecer. Levántate, sal del bar y corre. Así habló Rigoberto, con toda intención en sus palabras. Clemente se levantó, salió del bar y se echó a correr. Sin preguntas, sin previas averiguaciones, vayan ustedes a saber qué pasó por la cabeza de Clemente para obedecer tan sistemáticamente ese mandato. Tal vez no pasaba nada por su cabeza y por eso lo primero que oyó fue lo que dijo, qué flojera tener qué pensar en qué hacer, o en preguntar los típicos por qués. Parriba, pafuera y vámonos.
Entonces fue que Rigoberto empezó su actuación, cuando Clemente se echó a correr, Rigoberto se alarmó, le gritó que se detuviera, que lo esperara, que era peligroso. Salió del bar corriendo tras su amigo. Era absolutamente necesario que Clemente no escuchara a Rigoberto, porque los gritos podían hacer que Clemente se detuviera ahora sí para ver qué pasaba, y era imprescindible también, que el mesero y el hombre de la barra y el resto de los trabajadores del bar escucharan lo que Rigoberto gritaba.
Tras Rigoberto salió corriendo el mesero que los había atendido y el mamón que les había tomado fotos. Le gritaron a Rigoberto que se detuviera o que llamarían a la policía. Rigoberto volteó, se sobresaltó, regresó corriendo con sus perseguidores quienes se sacaron de onda. ¿Qué pasa, qué pasa?, preguntaba Rigoberto, ¡tengo que alcanzarlo! ¿Te estás haciendo el chistocito?, preguntó uno de los perseguidores, quien notablemente estaba sacado de onda pero tenía que preservar ese plan de altivo imponedor de su ley. ¿Quieres que llamemos a la policía? ¡La pinche cuenta, neta, perdón, ni pensé en ello! Es que no entienden, tengo que alcanzarlo. Está loquito y no puedo permitir que ellos lo encuentren antes de que yo lo haga. ¡Vamos, ¿cuánto es de las cervezas?!
El mesero ya estaba bien sacado de onda, como que quiso agarrar del hombro a Rigoberto y someterlo, pero éste se safó hábilmente. ¡No tengo tiempo para estas pendejadas! Ve y dime cuánto te debo para pagarte tu miserable dinero, este güey está loco y debo encontrarlo antes de que haga algo verdaderamente irreversible. El mesero no pudo sino entrar al bar para salir con la cuenta, Rigoberto ya había sacado la cartera bien dispuesto a pagar por lo que el mesero confió en él, pero tan pronto entró al bar, Rigoberto salió disparado, corriendo, cagado de la risa.
No sólo habían salido sin pagar dos chelas. Eran dos chelas, treinta pesos que sí tenían. No era algo tan malo lo que habían hecho, pero eso de escapárseles dos veces a los del bar no tuvo precio. Primero a la malagueña, a la de un dos tres y córrele, los meseros no los hubieran alcanzado, pero después, Rigoberto tuvo el descaro de regresar con sus perseguidores, tomarles el pelo y hacerlos quedar como unos verdaderos pendejos, y volver a huir, sin pagar la cuenta.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Qué fácil fue dejar de ser difícil

¿Cómo negarme a los brazos abiertos
de demonio condenado y siniestro,
a quien yo, ciego soñador amante
veía como la más hermosa ángel?

¿Cómo darle la espalda a esa fulana
enferma de muerte como sólo ella estaba,
siendo yo la mejor cura viviente,
siendo ella un disfraz que engañó a este inconsciente?

¿Cómo cerrar los ojos al desastre
tan seguro que ni propuse embate,
mientras aseguraba que aquello era
la más prodigiosa y brillante estrella?

¿Cómo ponerle peros, este amargo
poema, a la hiel servida a lo largo
de la más corta caricia de miel,
la única sobre mi tostada piel?

¿Cómo prevenirme de tal veneno
si a cada sorbo mi corazón sincero
latía con prisa por más elixir?
Qué fácil fue dejar de ser difícil.

tierna resignación

Recostado en su cama, dejándose llevar por la música. Nunca había visto a nadie bailar acostado. Los movimientos eran lentos, fluidos, sin interrupciones, como si recordara cuando era feto y se la pasaba de lo mejor dentro del vientre de su madre. Pink Floyd sonaba en el aparato reproductor de música, por supuesto. Comfortably numb, para acabarla, quienes no hayan escuchado esa rola, escúchenla y pónganle atención a la letra, así se acercarán a comprender de lo que hablo.
Total, que nuestro sujeto bailaba, dejándose llevar por la música. A veces estiraba los pies y las manos como si intentando alcanzar algo que estaba frente a él, encima de él , a sus costados, en todas partes excepto dentro suyo, o tal vez al contrario, estaba tan dentro suyo, innegable naturaleza, se expandía haciendo que sus movimientos fueran respuesta a esa expansión de la materia, del misticismo, de su humanidad, de su más interno núcleo elemental.
Su madre, parada al umbral de la puerta de la habitación, miraba con detenimiento a su querido hijo. No lo estudiaba, ya sabía que estas cosas iban más allá de su poder. Quién sabe qué estaría pensando esa hermosa mujer, madre por quinta ocasión cuando tuvo a Gelacio, una hija llegó tras él. Así que en esa ocasión miraba a nuestro sujeto, Gelacio, bailando recostado en su cama. Su madre lo miraba detenidamente.
Al acabarse la canción, Gelacio dejó de moverse y quedó plano en su cama, recostado boca arriba. Su madre simplemente dijo “ay, Gelacio”, con toda la resignación tierna que una madre puede tener al ver que su hijo es lo que es, que no esconde, que no se oculta tras máscaras, muy a pesar de una familia algo tradicionalista, ese sujeto obedecía a su propia naturaleza. No se le podía regañar por disfrutar de lo que hacía puesto que lo hacía de puro corazón. Sean hierbas, sea rocanrol, sea desmadre, sean bebidas, sea música sicodélica; fuera todo aquello embutido en un entendimiento tan pleno del cual nuestro Gelacio gozaba. Así que su madre suspiró dejando escapar un “ay, Gelacio” con toda esa tierna resignación que sólo una madre puede tener al mirar a su hijo en ese estado. No era malo lo que hacía, simplemente era diferente, y su madre, lo entendía así, sabía que no había forma de cambiarlo, que había que resignarse a esa forma de ser tan pura, tan íntegra, que a pesar de cierta formación que se le había dado, había cosas que no se le podrían “moldear” por así decirlo, moldear a la forma que uno quisiera, moldear para que su entrada a la sociedad fuera más sencilla, más práctica, mejor, o lo que sea que hagan los padres amorosos con sus hijos. Pero existen ocasiones, como ésta, en que una madre o un padre tiene que resignarse con tanta ternura para poder seguir amando a su hijo por sobre ellos mismos.
“Ay, Gelacio”.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Sueños traicioneros

Todo el día de ayer anduve con una extraña sensación de olvido, considero que es de mis mayores miedos, si no es que el mayor. Ser olvidado por la gente a la que verdaderamente estimo. Ser olvidado como últimamente he estado haciendo con este blog, o al menos en apariencia. No es que lo haya olvidado, es que ocurren cosas en la vida que frustran mis intentos por hacer algo, pero bueno... qué pinches emo me estoy viendo.
Todo culpa de mi maldito sueño. Durante el día varias cosas pasaron que frustraron intentos de querer crear, de querer explorar, simplemente de querer hacerlo. Pta madre, para cuando llegué a la casa, ni tomé la guitarra, ni hice los ejercicios nocturnos, nada de nada. Con toda el hambre que traía y la inmensa hueva, coraje y frustración que cargaba... voy volviendo a odiar a la gente.
Iba muy bien, chinga, iba bien. A todo dar, con tantas ganas de emprender, de partir, no de pinches quedarme estático, carajo!!!! Calma calma. Soñé que todas mis obras y todas mis canciones eran quemadas, que yo no existía, siendo esto no en cuestión de que yo haya muerto, sino que nunca hubiera existido, ya ni como un pedazo de metal oxidado, un coche viejo al que el anciano mira con ese brillo de la nostalgia, recordando todas sus aventuras en la máquina. No, yo soñé que no había absolutamente nada que llevara a mi recuerdo, nada que llevara a mi, nada de nada... uuuuuufffff, eso sí que da miedo. Aunque diga que lo que importa es el presente y que la chingada y que tú las traes... ¡pamplinas!, al menos yo sí me ocupo para el futuro, en especial para el futuro que habrá cuando yo ya no viva.
Ya no quiero seguir con estas ideas. Cambio de cassete.
Ya estuvo, el panorama cambió con un viajecito para dejar a una compañera de trabajo a x punto de la ciudad, una cantadita de regreso, porque los vehículos de la chamba no tienen estéreo, así que todo pinta un mejor color. Nomás es cosa de no clavarse, siempre lo hemos dicho. Pero bien, ¿qué sería de nuestras vidas si no nos claváramos en nada?
No, ya, este escrito apesta, apesta sobremanera, mejor los dejo con un poema para no tener un intento totalmente fallido por subir algo al blog. Por cierto, el 12 de septiembre empieza la feria del libro, asistan, compren, lean, instrúyanse, construyan. Va a cambiar de sede, ya no será en el Museo de las Aves sino en el Museo del Desierto, esto es bueno ya que implica que estará más grande, probablemente vendrán más editoriales, ya veremos. Los invito a que asistan, la entrada es gratis. Bueno, va, el poema.

En tus ojos perdería mi fama
para que no me distrajera,
y así, libre de enredos, pudiera
dedicarme, por entero, a mi amada.

De entre todos los días que nos quedan
sólo uno de ellos te pido.
Verás, que estando conmigo,
ese día valdrá tu vida entera.

Si tras meloso día, amanezco,
mi corazón prendido estuviere,
si bien no te conservo en mi lecho
te buscaré hasta el día que te entierren.

*Nótese que la amenaza del final puede arruinar el principio para aquellas chicas que pensaban que esto iba a ser algo muy meloso. Pero es tan simple como decir: si un día no funcionó, no quiero volver a intentarlo ya que no funcionará por siempre. Pero te amo tanto que nunca te olvidaré. Mi vida entera la pasaré esperando a que te mueras para ir a saludarte, así sea la muerte lo único que nos pudiera separar, contra la muerte no hay competencia, en cambio, si te fuera a visitar antes de que murieras, nos tendríamos que decir adiós por cosa nuestra.

viernes, 29 de agosto de 2008

el Arqui

Yo sí quería ir a clases, en verdad, ni siquiera tenía la idea en general de faltar. Habíamos salido mucho tiempo antes, teníamos tiempo de sobra. Una hora y media para dar la vuelta y por una ciudad inundada por tanta lluvia, aunándole el pobrísimo esfuerzo de los elementos municipales y estatales por luchar contra semejante fenómeno natural mediante un patético sistema pluvial... No manches, qué coraje me da.
Pero hoy no ando para corajes, ando de muy buen humor. Bien prendidísimo, me cae. Ahorita, cualquier chica de buen ver que pase frente a mi, me la como con los ojos, y que ni abra la boca porque así como pudiera salir una bella rima que ensalte tal belleza, también pudiera salir un vil piropo que provoque ñáñaras en lugar de ganas en la chica.
Sí, este es de esos días, y se lo debo, primordialmente, a la tarde de ayer. Les digo que yo no quería faltar a clases, pero ps... de cuándo a acá la vida predispone de lo que yo quiero o planeo, dejo de planear o ni me imagino? ¡Nunca! Así fue.
Todo iba bien, teníamos una hora y media para volver a clases y regresar la moto. Creo que tomé una cerveza, a la segunda dije que no porque tenía que regresar a la escuela a clase. Luego cambié, tengo que regresar a la escuela, pero no a clase, nomas por la moto, lo que nos daba más tiempo.
Llovía, aun lo recuerdo. No a cántaros, pero era de esas lluvias que parece nunca va a terminar, que te moja porque te moja, y como llevaba ya todo un día lloviendo, las calles estaban por completo inundadas. Salimos del centro cultural Borrachines Literatos rumbo a la escuela, ahí recogí la moto. No andaba en tan mal estado, pero cuando me preguntaban si podía manejar y yo contestaba que sí, las voces tomaban otra opinión. Decían que no estaba tan mal como para caerme, pero dadas las circunstancias climáticas, la cosa podía no girar a mi favor. Total que me subí a la moto, me mojé mis nachas, arranqué y empezó el viaje.
Me sentía pirata, flotando en una batalla naval. Ruidos por todos lados, la corriente me arrastraba, los coches que pasaban por todos lados eran como barcos petroleros y yo un diminuto kayak para una sola persona. Fue horrible. Iba a veinte por hora, apretando mis manos para no soltar el manublio, aunque llevaba guantes, casco y esas prendas de ropa para... impermeable, eso. A pesar de traer todo eso encima, la cosa no pintaba nada bien. Fue horrible, pero divertido, entretenido a final de cuentas, ya que volteamos atrás y vemos que no pasó nada grave, nada malo.
Hoy presento mi proyecto de tesis. Malditos arquitectos, sólo porque soy muy bueno en esta onda es que logré sacar adelante mi proyecto, algo tiene que ver mi habilidad en los números para haber decidido quedarme en compañía con ese “grosero” que salió y acabó por trastornar la noche. Hipnotizarnos hasta, al menos a mi, este punto del día siguiente.
Estoy sentado, afuera del salón de... no sé cómo se llama y no me importa saber. Espero a que me pasen los arquitectos. Esos condenados hijos de la chingada que van a criticar mi proyecto y hacerme sentir como un imbécil que no sabe nada de lo que hace. Me van a cuestionar de todo, me van a atacar, y los culeros hasta me obligaron a prepararles bocadillos mientras me están juzgando. Un compañero acaba de salir junto con sus sinodales. Se le ve contento, aliviado, más que contento. Está tan cansado el güey que no puede ni sonreír.
Yo también estoy cansado, y algo crudo. Mis sinodales no llegan hasta dentro de media hora. Ni saben la que les espera. Les preparé unos pastelitos bien coquetos, y cargados. Ya los voy a ver con sus párpados caídos, ojos rojos, sonrisas intachables. De seguro más de uno va a saber qué onda, igual y todos van a saber qué onda. Mas les vale no tomarlo como una burla, ni broma es. Pero esos canijos se van a reír, se van a acordar de mi entre rizas. Y para cuando, si quieren llegar a juzgarme, ya voy a estar muy lejos del país, trabajando con o sin título. Pta, qué suerte la mía, me cae.
Tengo el plan bien elaborado. Este plan no nació por culpa del grosero de ayer, pero dados los últimos eventos en casa de mi vieja, que los suegros se pusieron de mamones hijos de la desesperada, mi muñeca me comentó que se iba a salir de su casa, pero no de esas salidas dignas de: ya no quiero vivir aquí. No, ella se tiene que escapar. Y me dijo: pues me robas, ¿no? ¡Claro!, le dije, pa tener al comandante tras de nosotros. ¡Ni madres! Pero ella me sorprendió. Ya tenía el helicóptero listo... el helicóptero listo... No mames, de ¿cuándo a acá se mueve en helicóptero, a quién conoce, qué pedo con esta chava?
Total que su padre biológico (eso explica muchas cosas) es un gran empresario en Asia, un cacagrande en un superedificio de gente superchingona, según esto. Yo sigo sin creerle, pero bueno, es bienvenido. La bronca y lo que más me hace querer largarme ahora de aquí, es que hace una semana, en una de mis visitas prolongadas a casa de mi chica, ella me manipuló hábilmente, como siempre hace, para que me dieran ganas de hacer el amor, ahí merito, en el estudio del comandante. Jija de la fregada... pues sí me la tiré... perdón, le hice el amor, y el comandante nos descubrió por medio de una cinta de seguridad que tiene ahí en su estudio.
Pta madre, ni qué cara ponerle al güey, no por el hecho de que me vio tirándome a su hija, a su preciosura que nunca crecerá, sino por la manera... n´ombre, si les contara. Fue brutal. Aunque, ahora que lo pienso, creo que ella lo tenía anticipado. Hasta le actuó de más, me cae, se me puso bien, bien locochona, gritos, nalgadas, mordidas, apretones y posiciones que uuuuta... ¿y yo? Pues bien servido.
En fin, hoy huimos al Asia, a ver si toda esta historia es verdad. Con que lleguemos me doy por bien servido, porque este proyecto que voy a presentarles a estos profes que se van a comer mis pastelitos mágicos... pta, ya quiero ver cómo se ponen, bueno, les contaba, este proyecto ya lo tengo comprado, en Asia, firmado y todo, ya hasta me dieron un adelanto. Tengo un montonononón de lana en mi cuenta bancaria. Espero poder llegar a Asia y construirlo, pero eso será entonces. Lo que quiero es ver cómo se ponen los profes.
Ah, qué pedo con este día.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Capacidad de impresión

Comienza el día y México abre con medalla de Oro, sí, Oro, en Taekwondo, a patadas de Guillermo Pérez en la categoría de –58kg. No recuerdo cómo se llama esa categoría.
Otra noticia, Bunbury va a sacar nuevo disco a la venta, el single de presentación titulado “El hombre delgado que no flaqueará jamás” lo pueden escuchar en la página www.enriquebunbury.com
Bueno, esas fueron las noticias. Ahora sigamos con esta onda que se ocurrió ayer. Tiene que ver con la tecnología, los momentos importantes, las fotos, la trascendencia, la explotación de un arte para convertirlo en un elemento cotidiano. Lalo dijo: imagínense cuántas fotos existen en el planeta... pta, deben de ser un chingo. Y las fotos son momentos memorables, para eso se toma una foto, ¿no? Momentos importantes. Pues bien, sí, son momentos... pero ¿memorables, trascendentes? Antes sí. Antes, cuando las cámaras eran análogas, cuando nos costaba cada foto que tomábamos y no podíamos correr el riesgo de cagarla porque como quiera el rollo se exponía a la luz y ahí quedaba. Antes sí tenían que ponerle empeño, coco y alma al tomar una foto. Ahora cualquier pendejo las toma, sin empeño alguno, sin importarle nada. Total, si sale chafa, las puede borrar.
Las fotos han sido explotadas. No digo que sea algo malo, pero desde cierto punto de vista, ver una foto ya no es tan impresionante. No sé si antes se contaba con un sentimiento de impresión ante un “voy a ver una foto”. Hoy en día definitivamente no.
Y bueno, ¿a qué quiero llegar con esto? A nada, no se me ha ocurrido nada, simplemente comparto esta ocurrencia mía. Como que siempre tiendo a tachar la tecnología, de la cual, nótese, acepto y considero que son grandes herramientas, pero las explotamos demasiado.
El antes y el ahora. El ahora y todo lo que involucra, la tecnología, los medios de comunicación... como que van haciendo que uno viva menos, viva menos en vivo. Ahora puedes escuchar, ver, casi casi estar en lugares muy lejanos a ti. Los medios nos han hecho omnipresentes, omnipresentes en épocas también.
No estoy en contra de ver conciertos que se grabaron hace veinte años en otro continente sin siquiera conocer todo mi país, a lo que voy es que con eso hemos estado perdiendo nuestra capacidad de impresión. Ahora, algo impresionante se nos puede parecer común y corriente, algo de todos los días. Esa es la bronca. Y es una gran bronca, estamos perdiendo atención en cosas pequeñas, cosas pequeñas que pudieran sernos gigantescas, nos sentimos crecidos y sabihondos porque vemos tele. Háganme el mentado favor.
Bueno, diviértanse en sea lo que hagan de sus vidas, les recomiendo: no dejen que claudique su capacidad de impresión.

lunes, 18 de agosto de 2008

Carlos Ann/San Pascualito Rey

San Pascualito Rey en Monterrey. Para empezar, ir a un concierto a Monterrey ya de por sí es divertido, bueno, no siempre, pero generalmente sí. Voy a copiar y pegar esta información acerca de San Pascualito Rey que se encuentra en la página del grupo porque la encontré muy buena.
“San Pascualito Rey actualmente está conformado por: Pascual (voz), Alex Nexus (sintetizador), Adolfo (guitarras), Juan (bajo) y Luca (batería).
El grupo tiene como característica fusionar rock con trip hop, lounge, canción romántica y música folklórica mexicana entre otras. Los entendidos se han referido al sonido del san Pascualito Rey como “dark guapachoso”, “mariachi-eléctrico” o “sonido grupero-melancólico-espacial-tropicoso” por sus ruidos orgánicos y sus texturas analógicas. En su lírica hablan del dolor, el desamor, la muerte y la vida de manera muy singular.”
Bueno, esos son, y a esos íbamos, repito IBAMOS, a ir a ver. Yo estaba emocionado. Me pasé una semana “entrenando” para el concierto. No conocía al grupo previamente así que tuve qué hacer mi investigación, investigación la cual culminaría con el concierto, iba a ser un excelente final, no, más que final, iba a ser una aportación. Pero, el guión de la vida no lo escribo yo, ni el Malamen, quien me avisó del concierto y con quien fui... ah, pinche Malamen.

Salimos de Saltillo, el sábado 16 de agosto. Pensamos que el concierto sería a las 21 horas, así que nos fuimos a las 18 hrs. Íbamos bien, una caguama dividida al final entre los dos, porque yo me la empecé a tomar para ver el partido del América. Total, que llegamos a Monterrey y nos detuvimos en un “seven-eleven” para llamarle a Andrés y pedirle que nos guiara al concierto. En las paredes de la placita dónde nos detuvimos, vimos un cartel que leía: Carlos Ann, café Iguana 16 de Agosto. A chinga chinga, pero sí el sábado tocaba San Pascualito Rey, ¿no? Yo todavía de ingenuo estúpido creí que Carlos Ann iba a abrir el concierto de San Pascualito Rey... aaaaaayyyyyyy, cuero mil. ¡Que pendejo!

El Malamen entró a un cibercafé. Entró a la página de San Pascualito Rey. Ups. El concierto fue ayer. ¡No mames, eres un pendejo! Esa fue mi reacción inmediata, pero luego dije: ps ni modo. Esto te pasa por tener expectativas, por dejarlo al ahí se va, ps ahí se les fue. Ahora a darle a lo que venía. Carlos Ann podía no ser del todo una mala idea, digo, teníamos la lana pa los boletos, teníamos todas las ganas de reventarnos en un concierto. Y así hicimos. O bueno, así pretendíamos hacer.

Resulta que Carlos Ann participó en el disco de... chíngale, olvidé el nombre. Bushido, Bushido de Enrique Bunbury. Yo ya había disminuido el tiempo en que iba a seguir las canciones a cero. Cuando era San Pascualito Rey eran como 3 minutos, pero con Carlos Ann se habían disminuido a cero.

Bueno, llegamos con Andrés al café Iguanas, preguntamos a qué hora empezaba, preguntamos el precio de los boletos y Andrés dijo que él no, tons tuvimos que regresarlo a su casa. Teníamos tiempo ya que el concierto empezaba a las 9 (según el guardia), eran las ocho y su casa quedaba cerca. Hasta nos compramos un six de chelas pa “precopear” como dicen por ahí. De a dos chelas por cabeza, contacté a los dioses risueños de la buena onda y salimos. Hicimos más tiempo del que pensábamos.

Llegamos a Barrio Antiguo, caminamos al caféiguana y ya eran como las diez de la noche. ¡Pta madre! Sigue, sigue, como quiera entramos y pagamos boleto. Compramos caguama y entramos a ver. Eran máximo como treinta personas escuchando el concierto. Bugoslavsky (o como se escriba) estaba tocando la guitarra, así que ya puedo decir que he visto a todos los Héroes del Silencio en un escenario.

Tocaron una rola y se despidieron. Putísima madre. Era como para morir de la risa. No pude comprimir mi instinto y comencé a gritar, en lo que otros gritaban “otra, otra”, yo alcé la voz del “culeros, culeros”. Y para morir aún más de la risa, por ahí, un cuate gritó ¡ñero! Bueno, en fin.

Abrieron el telón y salieron a tocar otras cuatro rolas. Tocaron una que me sabía. Increíblemente me sabía una canción. L´amour, del disco de Bushido. Esa rola me la sabía porque Lalo me regaló un disco “quemado” con las rolas del 19 días y 500 noches, de Joaquín Sabina, y en ese disco incluyó la rola de L´amour, por eso es que me la sabía. Así que la cantada se hizo presente. Es buena esa rola, de L´amour.

Cerraron el concierto con la rola de “Bala Perdida” y ps bueno, eso fue eso. Salimos del Iguana en búsqueda de algo más. Pasamos por el Antrópolis, lugar donde nunca hay cover, y antes la cerveza estaba siempre a 10 pesos, pero ese anuncio ya lo quitaron, subieron el precio de la cerveza. Total que nos dimos un par de vueltas, acabamos cotorreando con un par de chicas. Y salimos de ahí, sin más ni más.

En la caminada íbamos platicando de no sé qué onda, algo así como unos cuadros. ¡Ya recordé! Previamente al concierto, pasamos por esa calle y escuchamos que de un lugar se escuchaba Jazz. Cuando pasamos después del concierto, el Jazz ya no era, lo habían cambiado por electrónica, por lo cual el lugar cayó de mi gracia y ni pensamos en entrar. Yo pensé que en ese mismo lugar había visto unas pinturas y una sobre todo de un violín que me había llamado la atención. Justo en ese momento, caminando aún, pasamos por el centro cultural donde efectivamente, y contrario a mi memoria, había visto la pintura del violín. Adentro estaba vacío, muerto, excepto por un guitarrista de voz muy suave y una chica extranjera con un acordeón. Entramos.

Pedimos un par de chelas y pedimos también que tocaran algo propio. Improvisaron una melodía mágica. El Malamen estaba en pleno éxtasis, dando gracias por haberlo dejado escuchar aquello. Yo también “improvisaba” una letra y el guitarrista me dijo que adelante, que pasara al micrófono. No se diga más. Canté algo referente al alma. Después me eché un palomazo cantando la de “Wish you were here”.

Dicho por aquí y de esta forma suena como que algo muy sin chiste, pero en verdad, deberían de haber escuchado ese acordeón, la verdad tenía algo mágico.

Salimos de ahí y fuimos a un lugar que parecía estar chido, música de los sesentas y setentas. Pero no, no había mucho cotorreo, la banda tocaba una onda demasiado melosa y nos dimos cuenta de que la clientela era en su gran mayoría, señores de avanzada edad, que nos veían como si nosotros fuéramos bichos raros, mugrosos y borrachos. Bueno, andábamos borrachos, y tal vez también mugrosos, ¿pero bichos raros? No me da pena decirlo, ni se me hace raro que haya ocurrido, pero nos sacaron de ahí. No recordamos por qué. No estábamos haciendo desmadre ni nada por el estilo. Queremos pensar que el Malamen se tropezó y que de ahí nos tomaron y nos sacaron. ¡Ni nos dejaron pagar las cervezas que tomamos!

De ahí llegamos a otro bar donde había un foro abierto, una guitarra y micrófono. Entramos, pedimos una chela y yo me paré al escenario a tocar. Nunca quisieron prender el micro ni la guitarra, pero yo como quiera me eché mi concierto de unas tres, cuatro rolas. Mudo. Me tomaron foto, según el Malamen. Aunque el Malamen ya había adoptado su posición de borrachín, recargado en la mesa ocultando su rostro y dormitando.

No sé por qué lo hice. Sólo pedimos dos chelas, no era una cuenta grande, pero como quiera lo hice. Llegué con el Malamen, lo desperté y le dije: levántate, sal y échate a correr. Él no chistó, obedeció maquinalmente. Yo salí corriendo detrás de él. El mesero salió a perseguir. Le llevábamos mucha ventaja, la verdad creo que sí hubiéramos podido librarla corriendo, pero yo me retrasé y me regresé, el plan no era salir corriendo. El mesero llegó conmigo todo acelerado, amenazando que iba a llamar a la policía. Yo lo tranquilicé, le dije que no se trataba de eso, que íbamos a pagar, que salimos corriendo por otra cosa que me daba mucha hueva contarle. Luego no sé qué le dije, le pedí la cuenta y se metió por ella. Y entonces, me retiré, caminando. Sin pagar.

De ese punto en adelante, perdí noción, anduve en automático.


MOMENTOS DAVIDLYNCHEZCOS
* Cuando íbamos en el taxi rumbo al Barrio Antiguo sucedió el primer acontecimiento que bautizamos como “davidlynchezco” para la noche. Unos fuegos artificiales iluminaron el cielo de Monterrey. Fuegos artificiales morados.
* El segundo momento davidlynchezco fue una conversación telefónica que escuchamos de un guardia. Estaba gritándole a la persona del otro lado del teléfono: algo así como que “no me importa, manda la ambulancia y luego arreglamos esto.” Le gritó no sé cuánta leperada y majadería, a pulmón suelto, voz en pecho. Y bien. El hecho que nos puso acá, con los nervios de punta fue ¿por qué se negaría alguien a mandar una ambulancia?.
* El tercer momento fue todo lo que envolvió al concierto. Llegar un día tarde, como quiera ir al concierto del grupo que tocaba, que resultó ser conocido. Llegar tarde a escuchar como el grupo se despedía.
* El centro cultural y el acordeón mágico, tocado por una chica guapa, alemana, novia del manejador del lugar que era un prototipo de mexicano oaxaqueño, chaparro, prieto y cabezón bien buena onda.

Ah, casi lo olvidaba, en el camino de regreso, nos multaron por exceso de velocidad.

viernes, 15 de agosto de 2008

El Ataque del Perro

“¿Cómo empezar? ¿Cómo empezar? Caminando de regreso a casa, después de que la escuela nos hubiera hecho otra de sus uveemeadas, de esas típicas tonterías por fallas en el sistema y que nos hacen estar perdiendo el tiempo sentados esperando a que se arregle la situación, íbamos fatigados, hablando acerca de futuros proyectos cinematográficos cuando de pronto, casi casi de la nada, que nos sale un perro, caon. No era perro ordinario, no. Un perro ordinario nos hubiera ladrado y hasta ahí, nos hubiera advertido que no nos acercáramos a la puerta que cuidaba. Se hubiera levantado y mostrado colmillo. Pero este perro no era de esos, no era normal, era un perro, me cae que era entrenado.”

El reportero preguntó: ¿estás diciendo que hay perros entrenados a atacar a la gente que simplemente va pasando por la calle? Rigoberto no tomó esa insinuación como placentera, incluso, se hubiera ofendido de no ser porque tenía tantas ganas de contar la historia, que no podía tomar riesgos de enojarse, porque enojado perdía sus dotes de cuentacuentos.

No, respondió, lo que estoy diciendo es que ese perro nos atacó. Entrenado o no, esa es mi percepción y no es un hecho, pero de que nos atacó, nos atacó. Te digo, nos atacó, acá, bien sigiloso, nos cayó por un costado, hasta pareció que quiso flanquearnos, como si nos estuviera cazando. Lo escuchamos ladrar dos veces, pero ya venía corriendo, lo que más recuerdo fueron las pezuñas chocando con el asfalto, porque venía corriendo para atacarme. De buenas que se fue conmigo y no con Gaspar.

¿Preferiste que hubiera atacado a tu amigo Gaspar en lugar de a ti?, preguntó el reportero. No, claro que no. Desde luego que no. Varios razones. Uno, Gaspar no hubiera aguantado ni tres segundos contra el perro y si hubiera corrido, cosa que hizo, que prudentemente hizo... digo, si un perro te ataca, un perro grande e imponente, ps uno corre. ¿De qué te sirve quedarte muy machito a hacérsela de tos? N´ombre, puro tarugo se estaría quedando atrás, esas son tonterías machistas. Entonces, volviendo. Si hubiera atacado a Gaspar con todo y que corrió al primer síntoma de hostilidad, el perro lo hubiera agarrado a los tres pasos del otro, de Gaspar, pues. Y ponle que llegara yo y pateara al perro o que le diera de palazos o que le aventara piedras y al final lograra ahuyentarlo, como quiera Gaspar hubiera acabado herido.

¿Y tú te defiendes mejor que Gaspar?

Pues sí, francamente sí, pero en este caso no importa. O bueno, tal vez importa, pero muy poco, la principal razón por la que fue un golpe de suerte que me haya atacado a mi, era porque yo traía un palo.

¿Un palo?

Sí, un palo. Verás, no fue que haya percibido en el aire que por ahí nos hubiéramos encontrado a un perro que nos atacaría, pero cuando pasé y lo vi, andaba de muy buen humor. Cuando vi al palo. Era un palo, que parecía como si fuera una vara de mago hechicero, tan larga como yo, y de una forma remolinesca en la que la parte de arriba podía caber una piedra (la piedra de la cual yo, el mago hechicero, tomaría su poder para hacer mis conjuros). Y como andaba de muy buen humor, lo tomé y jugué a ser el maguito hechicero. Así que traía esa vara, mi báculo protector.

Dices que conservaron ese palo.

¡Claro que lo conservamos! Pero por supuesto que lo íbamos a conservar. Ese “palo” como tan despectivamente lo llamas tú. Yo lo llamo báculo protector me salvó el pellejo. Nos, perdón, nos salvó el pellejo. A Gaspar y a mi.

¿Sin ese “báculo protector” no te hubieras podido haber defendido?

¿Me vas a dejar contar la historia? Mira. Siempre, bueno, no siempre, pero de algún largo tiempo a acá, he dicho que no hay problema si me ataca un perro, es cosa de que lo vea venir, lo mido y le tiro un patadón a la mandíbula. Sin la idea de dejarlo fuera de combate de una sola patada, pero al menos destantearlo y luego correr. Pues bien, este perro gandalla no actuó como actúan los perros regulares...

El reportero estuvo a pocode apuntar que eso ya lo había mencionado al principio de la entrevista, pero optó por guardar silencio, prudentemente, para no interrumpir al joven.

... eso ya lo había dicho. Los perros regulares, no sé tú, pero en teoría, el conocimiento general enseña que un perro te ladra cuando te acercas, como en una advertencia. Si te sigues acercando te puede bloquear el camino pero sigue ladrando, ahí es donde una persona pues le saca la vuelta. Nosotros le hubiéramos sacado la vuelta, la verdad, pero ni nos dio chance. Este perro nos agarró de lado, venía corriendo, tiró dos ladridos y cuando volteo, ya lo tenía encima. No me dio tiempo de medirlo ni de tirarle una patada. Imagínate lo cerca que estaba como para que me haya cortado la distancia para tirar una patada.

“Sentí miedo, mucho miedo. Mi pierna más próxima me hormigueó, no sé por qué pensé que el perro iría tras mi pierna, si era un perro de ataque iría por mi cuello. ¡Mi cuello! Imagínate sus colmillos encajados en mi cuello. No manches. N´ombre, y pensar en tirar el báculo protector... por favor. El caso es que reaccioné inmediatamente, interpuse la punta del báculo entre el perro y yo. Ahora se había convertido en una lanza, como cuando los hombres prehistóricos mantenían a raya a una bestia feroz, yo mantuve a raya al perro ese con mi báculo protector.

El perro mordió la punta del báculo y lo estaba zangoloteando. Ahí fue donde supe que esta pelea iba para más, no era como que muéstrale el palo al perro y con eso se va, no, este perro no, este perro estaba obstinado en mordernos, en sacarnos las tripas y comérselas crudas. Supongo que se hubiera enfermado, pero bueno, de fortuna no pasó a eso.

Mientras tenía la punta del báculo estirada y el perro la zangoloteaba furiosamente con sus fauces asesinas, yo pensaba “ya valió madre, este perro no va a cansarse ni retirarse hasta que sienta como sus dientes se encajan en mi carne” ¡Fue terrorífico!, me cae. En verdad pensé que ya había valido madre. Entonces, de pronto, así tan de la nada como de la nada nos cayó el perro, en lugar de miedo, me invadió mi instinto de preservación de mi integridad física. Lo de “ya valió madre” cambió a un “si no te defiendes, pelas”. Y pues, de por sí me estaba defendiendo, pero luego me vino a la cabeza que no, que no me estaba defendiendo, simplemente estaba alargando el proceso de mi final, deseando que en ese patético intento, el perro optara por perdonarme. Comprendí que el perro no se iba a echar para atrás, que lo que yo estaba haciendo no iba a ser suficiente.

Entonces comencé a gritar...”

El reportero dio un saltito para atrás, se sobresaltó cuando Rigoberto hizo la representación fidedigna de lo que hizo entonces.

“¡AAAAARRRRGGGGG TUNGA MUTUNGA, BULUBURUAA! Cosas por el estilo. ¿Sabes? Me sentí como un aborigen de taparrabos, un ser primitivo salvaje que debía protegerse de la vida. Grité con todas mis fuerzas. Moví el báculo como loco, adelante y atrás, para picar al perro si seguía mordisqueándolo. Empecé a dar brinquitos y a azotar mis botines contra el asfalto, para intimidar, según esto. Me transformé por completo, ya ni hablaba español, le pude haber gritado ¡Atrás, monstruo infernal! O algo por el estilo, pero no, me puse a gritar cosas inentendibles, cosas sin significado. El mensaje era “tenme miedo porque grito más fuerte”. Y entre que los zapatazos, los gritos y los picotazos que se estaba llevando el perro, comenzó a retroceder.

Gaspar ya estaba como a media cuadra lejos. Como mencioné antes, se echó a correr sin pensarla dos veces. Sabía que el perro lo alcanzaría y le desmadraría un pie para tirarlo y luego seguir con el resto, pero como el perro no lo alcanzó, supuso que se había quedado conmigo. El muy cabrón ya andaba pensando que el perro iba a estar prensado de mi cuello, yo desangrándome a mitad de la calle mientras el monstruo ese se llevaba mi corazón en su hocico para comerlo en paz y fuera de la zona de ataque. Ahora, no sé por qué volteó, quiso saber qué pasaba detrás, porque entre que los gruñidos del perro y mis gritos, ps le entró la inquietud, supongo. Y cual fue su sorpresa cuando voltea y me ve en plena batalla, luchando por mi vida contra aquella bestia. Pues regresó. Tomó una piedrota que muy apenas y le cabía en la mano y regresó en mi auxilio.

La intensidad del combate ya había bajado. Tanto el perro como yo, o bueno, no sé el perro, pero yo ya estaba muy cansado y el perro ya no andaba tan bravo, como que ya la pensaba más. Retrocedió un poco y me ladraba. Cuando Gaspar se acerca, el perro se va contra él. La piedra no le sirvió para nada. Yo corrí tras el perro, gritando otra vez y dando zapatazos, con el báculo delante de mi, y el perro dio vuelta. Gaspar andaba asustadísimo, creo que incluso más que yo. Y lo comprendo, porque él no traía báculo.

Total, que le digo a Gaspar que pase por detrás de mi, que le íbamos a dar la vuelta a la cuadra, chingue su madre, más vale. Y sí, pasó por atrás de mi y yo retrocedí sin darle la espalda al perro. Nos desentendimos y seguimos con nuestro camino.”

¿Y qué pasó después? ¿Qué ibas pensando cuando ya te supiste fuera de peligro?

Jaja, eso fue muy cotorro. Gaspar estaba indignado, decía que debíamos volver y partirle su madre al perro, darle unos tiros, demandar al dueño, cosas de esas, y yo iba muerto de risa, pero muerto de risa, cayéndome, casi casi. Si de por sí ya estaba cansado por la caminata y por la pelea.

¿Y por qué te ibas riendo? Se dice que las personas solemos reír a carcajadas cuando estamos ante una situación que no podemos tolerar, que no tenemos poder alguno sobre nosotros y el único remedio es reír, así como los locos.

Jajaja, ay güey, nomas de acordarme me río. No, bueno, no andaba loco, bueno, andaba loco pero se me había bajado con el susto, bueno, no sé si me entendiste, no importa. No me andaba riendo porque estaba perdiendo los estribos. Me reía porque vi las cosas en retrospectiva, me vi luchando contra el perro, con mi camisa de uniforme de trabajador de gobierno, según esto bien civilizado, y andaba gritando y brincando y haciendo cosas que sólo un salvaje haría... ¿si me agarras la onda? Digo, me quité la máscara, no, ni me la quité, se me cayó y salió el verdadero yo. Imaginé cómo se hubiera visto desde alguna otra calle, o si alguna persona se haya asomado por la ventana y me viera así, igual y se asusta al principio, pero me cae que al final se hubiera reído tanto, tanto. Hacemos parecer que somos bien civilizados y que las podemos de todas todas y que yo muy muy y no sé qué, pero cuando la naturaleza llama, la naturaleza llama.”

jueves, 14 de agosto de 2008

Es jueves y llueve

Es jueves y llueve
Las rimas se resbalan
Gota a gota, en la ventana.
Lentas y precavidas
Llegan hasta mi corazón.
Tremenda conmoción
Que ensucia las palabras
Gota a gota, en la ventana
Provocándome lágrimas.

No salen y no salen
Solamente juegan conmigo
Ni siquiera es tristeza
La que me acongoja
Es la falta de pista
Donde el radar indicaba
Es caer sin suelo alguno,
Brincar sin gravedad.

Es jueves y llueve
Las gotas ni me mojan
Ni bromean, ni me encierran
¡juegan!, es lo que hacen
trastornan mis sentidos
y yo, ahí de dejado,
queriendo salir contigo
sin saber que si te mojas
te derrites y te pierdes.

Soy agua este jueves
Este jueves en que llueve
El sol nos ha abandonado
El lento pasar de los carros
Es hipnótico ahora
Un velo sin cielo de carne
Recóndito caparazón
El sentido divaga
La razón se ahoga
En esa coladera
Donde a veces sale agua.

Es jueves y la lluvia
Me arrancó las ganas
Secuestró mis alas
Para encharcarse debajo
Para nutrir a un árbol
Es jueves y no tengo idea
De lo que estoy haciendo
La ventana me tiene
Es jueves, y tanto dentro como fuera
Llueve.

cierta cara a las Olimpiadas

La verdad se me hace algo injusto o mal proporcionado el hecho de que haya tantas, pero tantas modalidades de natación en los juegos olímpicos. Son demasiadas. Y bueno, uno dice, okei, es diferente el ejercicio, puede que uno sobresalga en cierto tipo de nado, en cierta distancia y que otro no. En Gimnasia también son varios aparatos, pero éstos se suman, no se da una medalla por cada uno, según andaba viendo ayer, posiblemente me equivoco. No soy muy fanático ni de la natación ni de la Gimnasia. Pero es como si dieran una medalla por ver quién hace más dominadas con el balón, es futbol, pero no es un partido, es diferente, es otro ejercicio... ¿ah, verdad? O si hubiera un deporte de rompimiento de tablas estilo artes marciales, tanto de fuerza como de fantasía, acá, de los que vuelan dan chorrocientas vueltas tiran la patada y luego caen paraditos, totalmente impresionante. ¿Por qué no hay medalla de eso? Es arte marcial, pero es otro tipo de ejercicio, no es como el Judo o el Taekwondo, no son combates... pero bueno. ¿Qué le hago yo? Yo que ni sé cómo es que un deporte se hace olímpico.

En cuanto a las televisoras (nacionales), ya, que le paren con la natación y la gimnasia, ayer no nos pasaron la pelea del judoka mexicano porque andaban pasando la final de la gimnasia de hombres. Chale, que poco patrióticos y que poco apoyo, y luego exigen que traigan todas las medallas que pueden, si ni les hacemos caso (a los deportistas mexicanos), como en el caso de ayer. Ah, pero claro que sí les hacemos caso antes de que vayan a competir, se echan unos reportajes bien patéticos de cuánto trabajo le ha costado llegar ahí. Nos cuentan la triste historia de que un güey tuvo un perrito que sólo tenía tres patas, acá, la abuelita sale entrevistada, llorando porque su nieto tenía tanto corazón que jugaba con un perro de tres patas, y luego, cuando se muere el perro, el güey tiene broncas existenciales, se pelea con la novia y sale corriendo, así fue como descubrió que podía correr mucho y rápido, y zas, que va a competir... ¡NO MANCHES! Es patético.

Y no es sólo la historia, es el matiz que le dan los de la televisora, es el querer jugar con las emociones para así adorar a nuestros deportistas, que sí, son buenos ya que califican a las olimpiadas, pero no es como para que hagan toda una telenovela absurda y patética de su camino a las olimpiadas.

Luego, estamos conscientes de que ir a las olimpiadas no es ir a fuerzas a ganar. Se va con la intención, claro, pero uno sabe que para ganar va a tener que hacer un esfuerzo extraordinario. Esto es algo mediocre, sí, pero es real. Todos los que hemos sido competidores sabemos que hay competencias a las que vamos para hacer nuestro mejor esfuerzo, sabemos que ganar es una posibilidad, pero que no hay que contar con ello. A menos que, bueno, te la pases los añales entrenándote para eso, que no hicieras más que entrenar y entrenar. Ahí si no sé si eso es lo que se hace en el comité olímpico mexicano.

Agarren la onda, no hay que tirarles tantas piedras a los competidores, por eso es que se ponen nerviosos y se desconcentran y acaban por cagarla; pero tampoco hay que ser tan barcos. En ves de exigir y tomar a alguien como nuestra super esperanza, la estrella que brillará por todo un país de baquetones sinvergüenzas, deberíamos de verlos como los cuates buena onda que se apañan a todos los mexicanos y que ahora van a hacer un papel, que van a llenarnos de emociones, porque, no sé ustedes, pero yo sí me emociono cuando un mexicano compite, aunque pierda.

Yo no le apuesto a que ganen, pero al menos a que sí le echen todas las ganas que puedan, que se vea que salieron a proponer y a chingarle, que si pierden, pierdan porque intentaron sobrepasar lo que creían eran sus límites, no porque andaban cuidándose.
Bueno, luego uno piensa: ps miren a los chinos, esos cuates están sobresaliendo increíblemente en deportes que antes ni sus luces... pero bueno, qué hueva ser un chino, la neta, la mera neta, qué hueva. Aparte, esto es totalmente reprochable de mi parte, pero bueno, no puedo evitar mencionarlo, están re feos. ¡Y ni quien se queje de que los mexicanos tamos muy guapos, yo no dije eso! Pero los chinos... pta, wácatelas. Aunque eso no tiene nada que ver con el deporte, fue una completa taruga ocurrencia mía.

Eso es todo por ahora. Nomas hago este último llamado a que cuando alguien compita en algo, o que haga algo, le eche ganas, le ponga huevos, igual y no tienen que salir a ganar, igual y salir a ganar sea el peor de los errores, pero sí que le echen huevos, hasta desgarrarse, hasta que les sangren los dedos, hasta desmayarse porque se vio que el esfuerzo fue extraordinario. Yo una vez me desgarré el estómago por hacer tanto esfuerzo al vomitar en una cruda espantosa. Eso no fue bueno, pero... pero nada, eso estuvo muy mal, aunque cómico.

Ahora sí, eso es todo.