miércoles, 15 de octubre de 2008

¡Ring ring!

¡Ring ring!, timbró el teléfono. Diga, propuso su voz. ¡Hola! Saludó la de ella, con esa temerosa ternura de cuando pisotea su ego para seguir su corazón. ¡Maldita sea!, pensó él, ¿para qué contestaba yo? ¿Ya vas a empezar a seducirme de nuevo? El “ding” prolongado indicó que la ínea estaba libre, ella había colgado. Chale, pensó, ¿me habré oído muy mierda? Pero es la verdad, no se puede ocultar ese sentirse seducido cada vez que ella lo manda a volar y después de un tiempo, cuando admite que lo extraña y al creer que no puede más, lo busca.
El teléfono volvió a timbrar. ¡Chingas!, de seguro es ella. ¿Contesto de nuevo? No, no manches ¡qué hueva! Aunque, ya sabe que estoy aquí. Ps ni que le tuviera miedo. ¿Pa qué me hago pendejo? No es que me guste intentar razonar con ella, es que me gusta sentirme ahí, en el rincón más intachable de su vida. Me gusta que me ruegue, que se arrastre y pida perdón por haber sido una culera conmigo, que pida perdón porque me ama, porque sabe que yo también la amo. Diga, propuso su voz. Eres un ojete. Soy. Y no sé qué mierdas hago humillándome así. Yo sí sé. Oh, claro, tú lo sabes todo, ¿verdad?, tú eres el mero chingón, te crees la gran cagada pero ni a pedo llegas. Ni a eructo. No, ni eructo. ¿Entonces, no vas a seducirme? Hubo un ligero silencio, suficiente para que ella se limpiara las lágrimas. Sí, contestó. ¿Por qué te clavas?, yo me enamoré de ti porque parecías ser tan libre e independiente, que no te aferrabas a nada. Porque así te gusto más; eres puro pedo, pero yo puedo ver a través de tu cortina, sé que te encanta que yo esté tan clavada contigo. ¿Entonces por qué eres tan culera y volátil conmigo? Pero también soy bien chida, siempre he querido ser lo más chida contigo, y consentirte. Y amarrarme. Pero no con esa intención, qué más quisiera yo soportar más tiempo sin ti, pero no puedo, estoy viva gracias a ti y por ti me pongo a hacer cosas para enorgullecerte, cosas para ti. ¿Y por qué no dejas que yo haga lo mismo por ti? Porque lo que tú haces no me gusta. ¿Y quién dijo que lo que tú haces me gusta a mi? Tú mismo, cuando me miras a los ojos, cuando me abrazas, cuando me besas, cuando me escribes, cuando me ves llegar y me saludas, cuando dejas una parte tuya conmigo al despedirte, cuando te desespero y respiras profundo para no gritarme, cuando me regañas, cuando te hartas y también cuando me dejas; cuando no soportas verme feliz sin ti, cuando me odias por ser libre, cuando te haces el que no me extraña cuando nos topamos, cuando te dejas seducir tan fácil cuando vuelvo. Pues esta vez no te será fácil. ¿Ah, no? No, porque a pesar de que te amo, no te quiero conmigo; mi peor mal no fue amarte sino haberte conocido. Y al conocerme no te quedó de otra, ¿o qué? Así es, eres mi maravilla y mi perdición, serías lo mejor de mi mundo si tú lo fueras todo, pero mi vista alcanza más allá de ti y tú no quieres que llegue. Es que yo vengo de allá, y vine por ti. Me vale madre, yo quiero seguirme construyendo, a mi manera, extrañándote si hace falta, pensando en ti si llegara a estar con otra, así que esta vez no te será fácil porque creo saber lo que quiero y ya sé qué tan desastrosa eres tú... pero, buena suerte.

No hay comentarios.: