jueves, 23 de octubre de 2008

Suerte por talento

Topoto llega a su humilde departamento que comparte con su cuatazo Polepo. Sí, Polepo no ha muerto, no fue arrollado en la carretera como vil carroña por ese trailer mientras el trailero se echaba una raya de coca pa no quedarse dormido, mientras Polepo escapaba del manicomnio donde lo tenían recluido por ser un genio, de esos genios que amenazan a la sociedad con una verdad que alteraría la falsa realidad en la que se vive. Falsa realidad que ha dado cierta tranquilidad a la gente que simple y sencillamente no podría tolerar la verdad, porque la gente no quiere ser libre de sí misma.
Polepo, pues, se encontraba viviendo, de momento, con Topoto. Topoto llegó algo alterado, descolgó su guitarra de su hombro y la recargó en la pared, hizo un esfuerzo para no aventarla como aventaría las cosas cuando su estado mental es inestable, pero se trataba de su guitarra, tenía que hacer un esfuerzo, su guitarra era su vida, o al menos, el medio por el cuál quería vivir. Su guitarra y su pluma. Por eso había viajado tan lejos de su patria y de su gente, para vivir de su música y letras. Bien sabía que en su tierra la gente no estaba preparada para concebir y mantener a un artista de su calaña, de su nivel, con la propuesta que traía, cualquiera que sea la que trajera, ese no es el punto.
Después de no azotar la guitarra, fue al sillón y ahí si se dejó caer, se azotó en la comodidad de lo que conocía por hogar para pensar a gusto. Pudo haber caminado por las calles para ordenar ideas, pero con Polepo ahí, era mejor ordenar las ideas con su cuate, el genio, prófugo de manicomnio.

POLEPO: ¿Qué traes, maestrín?... ¿Cómo te fue?... ¿Nada de nada?, vaya vaya, entonces algo muy fuerte pasó. ¿Gustas compartir?
TOPOTO: ¿Por dónde empiezo?
POELPO: Por el inicio, es mejor para no revolver al oyente.
TOPOTO: Es que no sé exactamente cuál es el inicio. Ya le di muchas vueltas al asunto camino a casa y ps me revolví todo.
POLEPO: Si, traes esa mirada locuaz característica del muchacho incomprendido.
TOPOTO: No es que me sienta incomprendido, es que acaban de sacudirme el tapete.
POLEPO: ¡Qué bien, una chica, al fin!
TOPOTO: No, no es una chica. Fue algo así como que una cuestión que me hizo dudar de mi mismo, ahora yo no sé bien quién soy y más importante, qué es lo que quiero.
POLEPO: Ps qué pasó, mano, si no cuentas, no puedo ayudar ni opinar, nomás puedo seguir sacándome este moco que nomás no se deja, el canijo.
TOPOTO: A ver, ahí te va. Lo voy a contar como se me venga a la mente, así que ponte buzo.
POLEPO: Venga... no, no, no, aguanta. ¿No quieres un toque?
TOPOTO: Al ratito, pa razonarla, primero la cuento pa que no se me olvide.
POLEPO: Ya vas.
TOPOTO: Estaba yo en la plaza, esa donde me pongo a tocar pa pedir unas monedas. Y ps la onda iba regular, ni mucha lana ni poca, iba como a la mitad de mi repertorio cuando va pasando un hombre vestido con turbante. Iba muy apurado el güey, y ps no sé por qué pero me le quedé viendo, estaba viendo un par de chicas pomposas que iban pasando, pero este güey me llamó más la atención.
POLEPO: Grueso.
TOPOTO: Sí, grueso. Total, que el tipo este como que traía prisa. No sé si venía huyendo, o apurado por algo, vale madre, pero ya sabes que uno abre los ojos y oídos pa conocer parte de la historia e inventarse una rolita.
POLEPO: Claro.
TOPOTO: Ps el tipo este dejó caer... no me importa si me lo crees o no... una lámpara mágica.
POLEPO: Te creo.
TOPOTO: Por esa cara, hiciste un esfuerzo por creerme, como que no me creíste al principio, pero como no me importa si me crees o no, sigo adelante.
POLEPO: No, sí, te creo. Una lámpara mágica. Nomás me estaba haciendo la idea en mi cabeza para visualizar la onda. El hombre del turbante, apurado, tú tocando tus rolas, la plaza, el sol, las chicas pomposas de buen ver, la lámpara mágica. El Destino.
TOPOTO: ¡Puta madre! El Destino, precisamente. La lamparita esta cayó justo dentro de la funda de mi guitarra, como si fueran monedas que el tipo este me estaba dejando. Yo dejé de tocar en el instante... sentí, no sé, eso que se siente cuando reconoces una señal, ¿sabes? Y estuve a punto de avisarle al señor que había tirado su lámpara pero no lo hice... las voces en mi cabeza me lo prohibieron, pero bien machín. Me gritaron. Y yo me paralicé. Dejé que las cosas pasaran. Así nomás, me dispuse a ser un vidente, como fotógrafo de guerra, sin saber que la guerra iba a pasar dentro de mi, conmigo, para mi.
“Entonces... pta, me cae que no había fumado nada, ni tomado siquiera, y no ando crudo, ¡fue real, caon, fue real!”
POLEPO: ¿Qué cosa?
TOPOTO: Salió un genio de la lámpara. Ahora, no importa si lo crees o no, no importa toda la historia, lo que importa es la situación en la que me puso.
“Este genio me pidió que lo liberara, y ps lo liberé, de buena onda, ¿digo, qué me costaba? Así igual y me hago de un camarada, recuerda la historia en la que el detective se salvó el pescuezo porque sus vecinos con los que se llevaba bien le tiraron un paro. Ni pensé en el detective, simplemente de buena onda lo liberé. Y el genio se fue.”
POLEPO: Me la pones difícil, mano, no sé bien cuál es el gran dilema de esta historia.
TOPOTO: Aun no llego a esa parte.
POLEPO: Ah, okei, perdón.
TOPOTO: Ps el genio se fue, yo me quedé pensando ¿acabo de vivir lo que acabo de vivir, o ando bien rolado y todo fue una alucinación? Decidí tomarlo sin más ni menos y seguí tocando. El resto del día iba pasando normal hasta que ya al final, estaba tocando la última rola y se vuelve a aparecer el genio. Y que me hace la proposición más densa que me han hecho en mi vida, caon, en serio, la más densa. Me dijo que me había estado escuchando y que sabía que yo creía que yo tengo talento pa esta onda, pero que con talento no siempre la haces.
POLEPO: Triste e injusta realidad, pero realidad a fin de cuentas.
TOPOTO: Exacto, entonces me propone darme la mejor de las suertes, la más cabrona, inacabable, intachable de las suertes, de esas que hasta cuando te va mal, te va bien.
POLEPO: La conozco.
TOPOTO: Ps me propuso darme esta suerte, con la que de seguro yo la podría hacer en el medio, pero me quitaría mi talento.
POLEPO: Aaaaaaaaaaaaaaaaa cabróooooooooooooooon.

Topoto se quedó con la mirada perdida, justo como en el momento en que le habían propuesto eso, cambiarle su talento por la mejor de las suertes. Polepo se había parado de su asiento, y caminaba por el pequeño departamento, no podía caminar mucho por todo el tiradero que había, los libros y revistas, las hojas con escritos y dibujos. Daba vueltas y vueltas mientras su cabeza también daba vueltas y vueltas como trompo.

TOPOTO: Ahora sí te acepto ese toque.
POLEPO: Si, claro, mano, ¿cómo no?
TOPOTO: Tons, ¿cómo la ves? Ta cañón, ¿no?
POLEPO: Pues claro. ¡Qué buen desmadre te armó este geniecito, eh! Primero que nada, ¿estamos de acuerdo en que el talento es la capacidad para hacer bien alguna actividad?
TOPOTO: De acuerdo.
POLEPO: Partamos de ahí. Si no tienes capacidad para tocar la guitarra, vas a tocar pura basura, ¿cierto?
TOPOTO: Voy a tocar pura basura, pero voy a hacerla, voy a vivir de ello, sin broncas, aunque sin caprichos. No voy a ser una super estrella, pero sí una estrella casual, estrella a final de cuentas.
POLEPO: Pero, a ver, ¿cómo está la onda de la suerte?
TOPOTO: Ps que los productores van a ver en mí algo muy bueno, me van a contratar, le voy a gustar a la gente, por razones que no tengan que ver con mi música, sino con su percepción de ella. Osea, cada que tenga una tocada, al final yo voy a sentir que lo que toqué no es genial, igual y bueno, pero no genial, pero la gente me va a aplaudir como si lo que acabara de tocar fuera una gran obra de arte.
POLEPO: Ese es un escenario, ¿no? Que tu sientas que no tienes talento.
TOPOTO: Sí, que todo el mundo pueda apreciar de mi música, menos yo, porque sentiría y sabría que no tengo talento.
POLEPO: Entonces, ¿podría llegar el día en que tu te des cuenta de esto, y que hicieras, intencionalmente, una aberración a la música, y con todo eso, a la gente le gustaría?
TOPOTO: Sí, les gustaría.
POLEPO: Entonces, cualquier cosa que hicieras, sería un éxito.
TOPOTO: Ps sí.
POLEPO: Piénsalo, eso te liberaría, podrías experimentar en lo que quisieras, podrías crear nuevas ondas, nuevos métodos, podrías hacer lo que quisieras con la música y crear tanto, tanto.
TOPOTO: Pero sería como un fraude, ¿no?
POLEPO: Fraude, ¿por qué? Si tu eres consciente de que estás haciendo basura, o que estás experimentando, si eres fiel a ti mismo, no serás un fraude. Un suertudo no es un fraudulento.
TOPOTO: Pues sí, pero, ¿cómo voy a sentirme bien si siento que no tengo talento?
POLEPO: Ah, ahí tienes un buen punto. El sentir. ¿Cuándo dejas de sentir que tienes talento? ¿Cómo sabes si tienes talento o no? Si a la gente le gustas, ¿tienes talento?
TOPOTO: Bueno, pues puede ser, pero yo voy a seguir escuchando mi música y decir que no es buena, porque no tendría talento, al menos para mí, y dejaría de sentir esa satisfacción de cuando acabas una canción y sea como sea, te sientes satisfecho porque está acabada. Y si fuera un suertudo, igual y le dejaría de echar ganas y sentimiento a mis rolas, porque ya sé que como quiera van a pegar.
POLEPO: Ah, otro gol para ti. Pero no te me adelantes, estábamos en algo bueno. Eso de escuchar la canción después de hacerla y que no te guste, okei, es válido. Igual y no te gusta cómo quedó al final, pero qué tal en el momento en que la estás haciendo, mientras se está cocinando, mientras la trabajas y la sientes por tu cuerpo y la sacas en la guitarra y las letras? ¿Qué tal ahí, se puede disfrutar de hacer algo por el mero hecho de hacerlo y no sólo por el resultado final? Porque puedes creer y sentir que estás haciendo una gran obra de arte, mientras la estás trabajando, y al final, darte cuenta de que no es sino una canción más.
TOPOTO: Entonces, ¿a lo que vas es a que el placer puede recaer en el mero hecho de componer una rola, y escucharla ya está de más?
POLEPO: Puede ser un avance, porque, digo, si aceptas esto de la suerte, te vas a sentir miserable cada vez que escuches tus canciones, entonces podrías ya no estar haciendo lo que te gusta hacer, pero si te gusta simplemente hacerlo, poniendo a un lado el resultado final, ps puede que te vaya bien. Si no, vas a vivir frustrado, haciendo lo que te gusta hacer, pero sin que te guste a final de cuentas. ¡Que cabrón!
TOPOTO: Entonces, no debería aceptar y rifármela con lo que yo creo tener de talento, a ver si puedo hacerla.
POLEPO: Ahí va otro punto a tratar. Con esto de la suerte, se supone que ya la tienes hecha. Es que... si lo pensamos, hay que ver qué es lo que el genio este considera talento. El talento no deriva de lo que uno se considera, uno no puede juzgarse talentoso o no, uno, como artista, simplemente quiere expresar y si siente, hazle caso a la palabra siente, si siente que está logrando expresarse por medio de su arte, no le veo otra para estar complacido consigo mismo, el talento viene siendo como punto y aparte.
TOPOTO: Entonces, debería aceptar.
POLEPO: No, manches, no me preguntes eso, yo no soy el artista. Hay quienes creen que el talento es la esencia misma. Si me lo propusieran a mí, yo creo que no aceptaría, la suerte, aunque fuera mágica, podría tornarse aburrida si siempre, siempre, sabes que te va a ir bien. No me lo tomes a mal, pero a veces es chido andar en la cuerda floja sin saber si vas a embarrarte en el suelo o si la vas a lograr, eso es la sorpresa, no la mera idea de que no sabes qué va a pasarte sabiendo que te va a ir bien. Si sabes que te va a ir bien, a huevo, ps como que le quitas puntos a la sorpresa. Aunque, te digo, puede ser muy divertido y vasto. Pero yo, personalmente, no es lo que busco, la verdad que yo busco debe andar en otro lado. Debe de estar del otro lado del caos, y si siempre cuentas con esta “suerte” vas a poder evitar el caos o no tomarlo en cuenta, puede que quieras morir después de creer que has vivido tanto, siendo que te faltara tanto, tanto por conocer, lo que precisamente, esta “suerte” te evitaría llegar a conocer.
TOPOTO: Ta cabrón.
POLEPO: Ta cabrón, sí. Mira, ahí te va una frase de un tal Publio Siro que me parece acertada y muy interesante. Dijo “así como el ignorante está muerto antes de morir, el hombre de talento vive aun de muerto”.
TOPOTO: Chido.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Amor bajo la lluvia

Te propongo ir a hacer el amor bajo la lluvia.
Será el mejor amor que cualquiera te haya dado.
Te sentirás protegida de la lluvia por mis manos.
Sentirás cada gota con tanta ternura.
Sentirás cómo mi cuerpo resbala por el tuyo.
Sentirás cada beso como un respiro agudo.

Querrás mirar al cielo como echando relajo
y en tu distinguido y módico desmadre
sentirás en ti cada punta de detalle,
partiendo de tu sexo hasta la más lejana estrella,
siguiendo el camino más corto entre cada una de ellas.
La línea recta como la que yo evoco,
con una curvita al final
para darle profundidad.
Soñar y asistir mientras con mi lengua te toco.

Un jardincito con pasto nos bastaría
para que sientas tu cuerpo volver a la tierra,
para que sientas cómo el viento enfría el agua
y desaparece entre el calor de tus piernas;
para que hables de mí, ya sin despojo,
para que pienses en mí cada que llueva.
Te propongo ir a hacer el amor bajo la lluvia,
hacer el amor bajo la lluvia, andando en moto,
para soltar todo cuando choquemos,
para que nunca vuelva a darnos miedo estar muertos.

¿Sientes el agua, sientes el viento?
¿Sientes el frío, sientes lo mío?
¿Sientes todo aquello en tu piel?
Alégrate de estar viva.

miércoles, 15 de octubre de 2008

¡Ring ring!

¡Ring ring!, timbró el teléfono. Diga, propuso su voz. ¡Hola! Saludó la de ella, con esa temerosa ternura de cuando pisotea su ego para seguir su corazón. ¡Maldita sea!, pensó él, ¿para qué contestaba yo? ¿Ya vas a empezar a seducirme de nuevo? El “ding” prolongado indicó que la ínea estaba libre, ella había colgado. Chale, pensó, ¿me habré oído muy mierda? Pero es la verdad, no se puede ocultar ese sentirse seducido cada vez que ella lo manda a volar y después de un tiempo, cuando admite que lo extraña y al creer que no puede más, lo busca.
El teléfono volvió a timbrar. ¡Chingas!, de seguro es ella. ¿Contesto de nuevo? No, no manches ¡qué hueva! Aunque, ya sabe que estoy aquí. Ps ni que le tuviera miedo. ¿Pa qué me hago pendejo? No es que me guste intentar razonar con ella, es que me gusta sentirme ahí, en el rincón más intachable de su vida. Me gusta que me ruegue, que se arrastre y pida perdón por haber sido una culera conmigo, que pida perdón porque me ama, porque sabe que yo también la amo. Diga, propuso su voz. Eres un ojete. Soy. Y no sé qué mierdas hago humillándome así. Yo sí sé. Oh, claro, tú lo sabes todo, ¿verdad?, tú eres el mero chingón, te crees la gran cagada pero ni a pedo llegas. Ni a eructo. No, ni eructo. ¿Entonces, no vas a seducirme? Hubo un ligero silencio, suficiente para que ella se limpiara las lágrimas. Sí, contestó. ¿Por qué te clavas?, yo me enamoré de ti porque parecías ser tan libre e independiente, que no te aferrabas a nada. Porque así te gusto más; eres puro pedo, pero yo puedo ver a través de tu cortina, sé que te encanta que yo esté tan clavada contigo. ¿Entonces por qué eres tan culera y volátil conmigo? Pero también soy bien chida, siempre he querido ser lo más chida contigo, y consentirte. Y amarrarme. Pero no con esa intención, qué más quisiera yo soportar más tiempo sin ti, pero no puedo, estoy viva gracias a ti y por ti me pongo a hacer cosas para enorgullecerte, cosas para ti. ¿Y por qué no dejas que yo haga lo mismo por ti? Porque lo que tú haces no me gusta. ¿Y quién dijo que lo que tú haces me gusta a mi? Tú mismo, cuando me miras a los ojos, cuando me abrazas, cuando me besas, cuando me escribes, cuando me ves llegar y me saludas, cuando dejas una parte tuya conmigo al despedirte, cuando te desespero y respiras profundo para no gritarme, cuando me regañas, cuando te hartas y también cuando me dejas; cuando no soportas verme feliz sin ti, cuando me odias por ser libre, cuando te haces el que no me extraña cuando nos topamos, cuando te dejas seducir tan fácil cuando vuelvo. Pues esta vez no te será fácil. ¿Ah, no? No, porque a pesar de que te amo, no te quiero conmigo; mi peor mal no fue amarte sino haberte conocido. Y al conocerme no te quedó de otra, ¿o qué? Así es, eres mi maravilla y mi perdición, serías lo mejor de mi mundo si tú lo fueras todo, pero mi vista alcanza más allá de ti y tú no quieres que llegue. Es que yo vengo de allá, y vine por ti. Me vale madre, yo quiero seguirme construyendo, a mi manera, extrañándote si hace falta, pensando en ti si llegara a estar con otra, así que esta vez no te será fácil porque creo saber lo que quiero y ya sé qué tan desastrosa eres tú... pero, buena suerte.

martes, 14 de octubre de 2008

Las ratas nutren y engordan

PORTERO: ¿Qué crees que encuentres detrás de esta puerta?
SOLDADO: No creo en nada.
PORTERO: Que aburrido. Entonces, ¿por qué vienes armado?
SOLDADO: Es mi uniforme.
PORTERO: ¿Militar, no es algo extravagante?, parece que quieres llamar la atención en lugar de pasar desapercibido. ¿Y luego esos pelos?, pareces personaje sacado de caricatura japonesa.
SOLDADO: ¿Y a usted qué?
PORTERO: Mira muchacho, no te me pongas en ese plan, no hay forma de que pases por esta puerta a menos que yo te la abra, así que muestra un poco de modales. Carajo, pareciera que los que llegan a este punto creen que ya lo han visto todo. ¿Cómo es que quieres ver lo que hay detrás de la puerta si te comportas así, eh, sabiondo?

El SOLDADO saca una cajetilla de cigarros.

SOLDADO: ¿Gusta un cigarro?
PORTERO: ¿Conque en esas andamos, eh?... ¿De qué son?... Bueno, disculpa, no pongas esa cara. Caray, en verdad te crees todo un sabelotodo, ¿eh? Ps aquí te topas, no conmigo, con la puerta.
SOLDADO: ¿A qué hora me va a dejar pasar?
PORTERO: No lo sé, cuando me aburra de ti, supongo. Sabes, esta chambita no es muy entretenida que digamos. Son pocos los que llegan a este punto. Tantos intervalos de soledad, hay demasiado tiempo para pensar, demasiado. Suficiente como para entender el delirio y encarar el abstracto orden del Caos.
SOLDADO: ¿Ha visto directo a los ojos del Caos?
PORTERO: Ey, no te pases, chico, no te pases. ¿Sabes? A pesar de ser tan joven no eres el más pequeño que ha pasado por aquí.
SOLDADO: No me interesa, simplemente pienso pasar por aquí.
PORTERO: Bien, bueno, así las cosas. Sigues con tu uniforme puesto.
SOLDADO: ¿Tengo que quitármelo?
PORTERO: Si no vas a luchar, no es necesario llevar armas.
SOLDADO: Bien, me desarmo, si es necesario.
PORTERO: ¿Lo es?
SOLDADO: Pues tú lo estás diciendo.
PORTERO: Con que ya me tuteas... Yo digo muchas cosas. Tú pareces decir pocas.
SOLDADO: Nunca hablo por hablar.
PORTERO: No, por supuesto que no. ¿Qué dices de las gafas, será necesario llevarlas también?
SOLDADO: Estoy bastante ciego sin ellas.
PORTERO: ¿Quién dijo que vas a usar esos ojillos de chocolate? No te ves tan dulce como aparentas, o como quisieras aparentar.
SOLDADO: ¿Dulce, dices?
PORTERO: Sí, dulce. ¿De qué color crees que es el Caos?
SOLDADO: No creo en nada.
PORTERO: Ah, cierto, lo había olvidado. No es un requisito, ¿sabes?, hay mucha gente que ha pasad por aquí con creencias. Una de mis pláticas favoritas es la de la creencia del color del Caos.
SOLDADO: ¿Qué se dice?
PORTERO: A ver, primero pásame uno de esos cigarros… Bien… sabe buena… fresca. Dicen que, a estas alturas, la hierba que uno fuma es intrínseca a la piel de uno. Extraño, ¿no? Pero algunas veces, no sé si todas pues no lo recuerdo cada vez que veo a alguien fumar, ya sabes, con tanto tiempo que tengo aquí, las ideas van y vienen sin cuidado, sin que yo me de cuenta; pero, algunas veces, ese dicho tiene razón.
SOLDADO: Algunas veces.
PORTERO: Sí, algunas, puesto que no me he fijado en todas.
SOLDADO: ¿Qué tal ahora?
PORTERO: Ahora, me place en decir que sí, esta hierba se asemeja a tu piel… La piel habla mucho de uno ¿sabes? Con chambas como ésta se aprende a ver a la gente. ¿Tú sabes ver a la gente? Supongo que sí. Pero sólo es la apariencia, no es el sabor, si te fumara a ti, o te comiera, la sensación no sería la misma, una cálida y fresca mañana, veraniega, que deja un sabor dulce cuando se apaga. Pero, te digo, no eres dulce como aparentas.
SOLDADO: Yo no quiero…
PORTERO: No es que quieras, así es, y punto.
SOLDADO: ¿Como la impresión?
PORTERO: Como el arte. Muchas cosas se hacen sin saber, sin evaluar, ya después se les da su valía. La impresión es parecida. Cuando uno cree que ha visto demasiado, comienza a perder esa capacidad, ya nada lo asombra.
SOLDADO: Pero el arte, también puede hacerse con toda la intención de lograr lo que se quiere lograr.
PORTERO: O al menos, eso se cree. Hay que ser muy picudo para plasmar mediante técnicas lo que se piensa o siente.
SOLDADO: Muchos lo han logrado.
PORTERO: O al menos, así lo creen.
SOLDADO: Es básico. Pensar en absolutos es ir cuesta abajo.
PORTERO: Y lo que quieres lograr pasando esta puerta es precisamente eso, pensar, o no, no pensar, más bien quieres lograr el absoluto.
SOLDADO: Ahí te equivocas. Si quisiera absolutos no tendría que haber venido hasta acá, en cualquier lugar puedo encontrar un absoluto, si me lo creo. Pero ya no puedo engañarme, he perdido esa capacidad.
PORTERO: ¿Y si la capacidad de impresión fuera de la mano con la capacidad de engañarse a sí mismo?
SOLDADO: Puede ser.
PORTERO: ¿Por qué somos como para complicarnos lo que se presenta tan simple?
SOLDADO: Para no aburrirse. ¿Por qué me tienes aquí hablando contigo, complicando tu aburrida existencia, si lo único que tienes que hacer es abrirme la puerta?
PORTERO: Nunca he tenido una respuesta para eso.
SOLDADO: Yo creo que sí, pero te niegas a darla, como te niegas a reducirte al nivel de hacer tu trabajo sin variantes, sin luces y sombras, sin color. Te aburres.
PORTERO: Triste aburrimiento.
SOLDADO: Entonces, ¿será la capacidad de impresión un arma contra el aburrimiento, un invento del hombre y no un sentimiento natural? Como si no pudiéramos impresionarnos antes de experimentar el aburrimiento. ¿Eso es lo que pasa?
PORTERO: Me la pones difícil, chavo, yo sólo soy el portero. Pero bien, te diré más o menos lo que vas a encontrar pasando este umbral. Verás una reja, y en ella, un hombre, el prisionero. Ojeroso, desnutrido, cabisbajo, siniestro, loco, tu sabes, todo el chow.
SOLDADO: ¿Y qué con él?
PORTERO: Lo típico: tiene la ropa desgarrada por los perros que llegan a husmear, las ratas que llegan a mordisquear, magulladuras por todos lados, cicatrices que no dejan de sangrar, la piel percudidísima por estar siempre expuesta al sol, ni un momento de sombra.
SOLDADO: ¿Qué no puede ni moverse?
PORTERO: Se mueve, pero no más de lo que sus cadenas le permiten.
SOLDADO: ¿Y por eso deja que las ratas lo mordisquen?
PORTERO: No, lo que hace es dejar que la rata se acerque y tome la suficiente confianza como para que el prisionero suelte una mordida y se la coma a ella.
SOLDADO: ¿Cruda?
PORTERO: No, güey, la cocina usando la saliva como lupa y el sol como fuente de calor.
SOLDADO: No me lo quiero imaginar.
PORTERO: No hace falta, lo vas a ver. Anda, pásale.

El portero abrió la puerta. Le costó bastante trabajo. La puerta había estado en desuso durante mucho tiempo. Óxido, hierbas, tierra, mugre impregnada y haciendo una especie de capa que impedía todo movimiento. Hubo que escarbar, antes de escombrar, antes de barrer, antes de jalar la inmensa e imponente puerta negra, metálica. El joven soldado no veía nada más que una completa y absoluta oscuridad.

PORTERO: Anda, por el pasillo, no se ve, pero está ahí. Tú confía, camina derecho, no hay pierde.

Paso tras paso, el soldado vacilaba, nunca había caminado a la nada. No había nada más que él, sus pensamientos y él. Era todo. Era todo lo que le hacía falta, desde algún tiempo atrás sabía que con lo único que podía contar, lo único real sin sujeto a ser relativo o falso era él mismo.
Eso era aquello. Era un simbolismo, una imagen precisamente de esa idea, de que no había nada real o cierto más que él mismo. Él era un todo, no, no un todo, pero sí lo único válido y prevaleciente de SU vida. Todo (ahora sí) se desvanecería, absolutamente todo, excepto él mismo.
Así caminaba, paso a paso, un pensamiento por cada paso sin sonido que daba. Era extraño caminar sin escuchar las pisadas de uno. Eso fue lo primero que sintió con aguda extrañeza, luego vino el sentimiento de aislamiento, luego vino el darse cuenta de que no sentía nada, no había aire, no había piel, no había luz ni sonido, nada. Ya sabía que no había nada, pero hasta después de percatarse de que no escuchaba el sonido de sus pasos fue que se percató conscientemente de ello. Como si su mente tuviera que enfocarse en ello.
Cerró los ojos, daba lo mismo, pensó. Y así se fue, un paso tras otro. Intentó correr, lo hizo, así se fue, corrió a toda velocidad, no sentía nada. Era lo mismo, caminar y correr. Cuando se cansó se detuvo, jadeante, abrió los ojos y ahora había un completo de luz. No había nada alrededor excepto una reja y un hombre encadenado a ella. Tenía grilletes en las muñecas y las cadenas seguían hasta la reja. El soldado lo miró con detenimiento. Luego se acercó.

PRISIONERO: ¿Qué, no era lo que esperabas?
SOLDADO: No según me dijeron.
PRISIONERO: Es extraño, pero siempre le creen al portero. ¿Por qué nunca se hacen la idea de que pueden encontrar a un gordito, chapeadito, bonachón, pulcramente vestido, de lentes y bombín; encadenado a una reja? ¿Por qué se van siempre con la típica imagen clásica?
SOLDADO: Más que clásica, la regular.
PRISIONERO: Pero no estamos aquí para ver algo regular, ¿o si?... ¿Qué, sigues sin poder hacerte la idea de ver a un prisionero arreglado?
SOLDADO: No es sencillo.
PRISIONERO: No importa si es sencillo o no, lo importante es que lo es y ya. Lo que pasa aquí, pasa, no hay que buscarle ni indagar ni investigar, no hay dónde, no hay con qué.
SOLDADO: ¿Qué me dices de la mente de uno?
PRISIONERO: Uf... No queremos meternos ahí. Es un mar más turbulento que mis tripas recién comido... ¿Qué, por qué el asco, has visto tus tripas cuando comes?, no creo que sean menos asquerosas que las mías.
SOLDADO: No quiero saberlo.
PRISIONERO: ¿Te doy asco? Yo que me arreglé para recibirte, precisamente para no darte asco y poder charlar con mayor soltura. Los que llegan a ver al prisionero desnutrido y pobre se sienten, no sé, incómodos.
SOLDADO: No es tu apariencia la que me da asco, es más la idea que tengo de cómo llegaste a esa apariencia.
PRISIONERO: Apariencias... imaginación, esas ataduras no te sueltan, ¿verdad?
SOLDADO: Soy soldado, no puedo remeterme a estar atado.
PRISIONERO: Pero un soldado es una atadura, en sí.
SOLDADO: No soy ese tipo de soldado. No soy el que recibe órdenes y lucha por una patria, o por lo que sea, ¿un ideal? sin creen en ello.
PRISIONERO: Entonces, ¿qué tipo de soldado eres?
SOLDADO: Soy el soldado que no se obedece ni a sí mismo.
PRISIONERO: ¿Un desertor? Alguien que alguna vez tuvo una fuerte creencia y por tales o cuales razones, generalmente decepciones, se salió de carril. Un demonio.
SOLDADO: Algo así, pero yo no lo veo como haber salido de carril, más bien, me encarrilé. Nunca antes me había instruido con tal autosuficiencia, y me di cuenta de que era autosuficiente, que no había nada más ni nadie más que fuera real para mí, que yo mismo.
PRISIONERO: ¿Y quién dijo cuál era el carril y cuál era el descarrilamiento? ¿Quién pone esos estándares? Sólo un ser de extremo poder puede decidir qué lugar merece qué nombre.
SOLDADO: En mi vida, yo soy ese ser de extremo poder. Como ya dije, no hay nada real, nada absoluto, nada que quedará después de que yo me vaya, más que yo.
PRISIONERO: ¿A dónde piensas ir?
SOLDADO: No pienso -hago énfasis en el pienso- ir a ningún lado. Pero me voy a ir, es inevitable.
PRISIONERO: ¿Hablas de la muerte?
SOLDADO: Hablo de la verdad, la única verdad que no ha caído al fango de la incertidumbre, llámala como quieras. Es como lo que dices de aquí, así es y punto. No hay más.
PRISIONERO: Sin embargo, muchos buscan saber más acerca de ello, incluso, llegan a evitarla, o prevenirla, hasta anunciarla.
SOLDADO: Sólo la prolongan. Lo que no entiendo, ¿por qué temerle a la verdad, a la única verdad que no ha demostrado ser una farsa?
PRISIONERO: Pues es sencillo, le temen a la verdad. Eso es natural, como temerle a lo desconocido. Temerle a la emoción, temer ser impresionados pues no saben cómo reaccionarán, se sentirían sin tocar piso. Es sencillo, la gente, en general, no quiere saber la verdad, sería aceptar que son inferiores a ella, y aunque hay gente que sabe que el ser humano es un minúsculo ser comparado con la totalidad de la vida, se niegan a aceptar ese punto, como si vivos, pudieran hacerse los occisos, y ya muertos tuvieran que enfrentar esa realidad, verle los ojos al Caos.
SOLDADO: Entonces, ¿estoy muerto?
PRISIONERO: ¿Estuviste vivo, alguna vez?
SOLDADO: He optado por no divagar en preguntas tan ambiguas.
PRISIONERO: La ambigüedad no es más que una vaga idea que acaricia las membranas de la certeza absoluta. (ERUCTA) Oh, mis disculpas, comí poco antes de que llegaras. Concluyendo con la ambigüedad, es un buen principio... ¿Qué te pasa, te sientes bien?
SOLDADO: No, tengo nauseas.
PRISIONERO: ¿Fue demasiado impactante lo que dije? ¿Viste directamente a los ojos del Caos?
SOLDADO: No, es que volví a imaginar cuántas ratas tuviste que comer para engordar tanto.

martes, 7 de octubre de 2008

La magia de las cartas

Existe la magia, yo lo confirmo. Cuando me encuentro en cierto estado melancólico, extrañando a alguien, deseando que ese alguien estuviera ahí conmigo, pero sabiendo que eso es muy improbable si no es que imposible; recurro a la magia de las cartas. Escribir cartas a las personas que no están. Es algo mágico, me cae. Las palabras se imprimen en la hoja y la persona se presenta ante el sentimiento e intelecto de uno. Como si despidiera una nube que diera forma de esas personas ausentes en las que uno piensa al escribir, y la nube lo abraza a uno, se aspira, se respira, se traga, se siente, se introduce, se engloba y se une.
Muy a menudo recurro a esa magia, ya que no siempre puedo estar con quien quiero estar. No sé si ustedes hagan uso de esta magia, se los recomiendo. Poniendo aparte la magia que envuelve a uno al escribirla, es el sentimiento de la otra persona al recibirla, al leerla. Entre esas dos personas hay una gran diferencia. Uno la escribe una vez, la entrega y se pierde. Ahí va con la carta parte del alma de esa persona que se sentó y dedicó a escribirla, ahí van partes suyas, no sólo está regalando unas simples hojas con palabras, expresión de sentimientos o lo que sea que se quiera transmitir en la carta, sino que va inmersa entre todas esas palabras, entre la materia misma de las hojas o del material en que se escriban, parte del alma de quien escribe. Ahí va y se pierde, se regala, uno sabe que cuando entrega la carta, esa parte no va a volver. Es un regalo maravilloso, muy menospreciado, tal vez menospreciado porque no se considera todo esto.
Ahora, volviendo a la diferencia entre quien escribe y quien recibe y lee, quien escribe puede leer la carta cuantas veces quiera antes de entregarla, pero nunca tendrá el mismo valor. Igual y se lee una vez después de escribirla, sólo por curiosidad, por limpiar y darle una pulidita, pero nada más, es como una leída técnica o de conocimiento. En cambio, la persona que recibe la carta la puede leer una, otra y otra vez, cuantas veces quiera. Es suya por siempre. Ha recibido un regalo eterno, que podrá disfrutar cuantas veces quiera. Recibió una parte de la persona que nunca volverá, aunque se devuelva, nunca volverá.
Si el escritor, a sabiendas de que sus cartas son buenas, conservara una copia para cualquier razón, ese valor de entregar una parte suya se desvanecería por completo. Igual y el receptor de la carta no se da cuenta, pero la entrega que hace quien la escribió no tiene el mismo valor. Valor sin precio que el escritor conserva, que sabe que su carta no va cargada con parte de sí, que sabe que no está entregando más que palabras acomodadas, ideas plasmadas, sentimientos hechos y plasmados.
Ahora bien, todo esto queriendo ser una mera introducción a una recopilación de cartas que me devolvieron, debo sacarlas de mi, aunque ya no me pertenecen, pero me las devolvieron, para romper esta horrible maldición hay que publicarlas. Nomás falta que las transcriba a la compu porque están escritas a mano, con mi puño y letra. Eso es todo por ahora.

miércoles, 1 de octubre de 2008

...

¿A dónde entonces me lleva ésta cadenita racional?

Si no quiero seguir sintiendo lo que siento, pero no puedo controlar la idea que brota como sentimiento. Entonces ¿cómo funciona?

¿cómo nace un sentimiento?
Seguramente de un estímulo externo… lo que siento viene de afuera y es la interpretación de ese hecho, hecha por mi cerebrito. Mmmm veamos que tiene que decir la real academia al respecto…

sentir

(Del lat. sentīre).

1. tr. Experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas.

2. tr. Oír o percibir con el sentido del oído. Siento pasos.

3. tr. Experimentar una impresión, placer o dolor corporal. Sentir fresco, sed.

4. tr. Experimentar una impresión, placer o dolor espiritual. Sentir alegría, miedo.

5. tr. Lamentar, tener por doloroso y malo algo. Sentir la muerte de un amigo.

6. tr. Juzgar, opinar, formar parecer o dictamen. Digo lo que siento.

7. tr. En la recitación, acomodar las acciones exteriores a las expresiones o palabras, o darles el sentido que les corresponde. Sentir bien el verso.

8. tr. Presentir, barruntar lo que ha de sobrevenir. Se usa especialmente hablando de los animales que presienten la mudanza del tiempo y la anuncian con algunas acciones.

9. prnl. Dicho de una persona: Formar queja de algo.

10. prnl. Padecer un dolor o principio de un daño en parte determinada del cuerpo. Sentirse de la mano, de la cabeza.

11. prnl. Hallarse o estar de determinada manera. Sentirse enfermo.

12. prnl. Considerarse, reconocerse. Sentirse muy obligado.

13. prnl. Dicho de una cosa: Empezar a abrirse o rajarse. Sentirse la pared, el vidrio, la campana.

14. prnl. Dicho de una cosa: Empezar a corromperse o pudrirse.

Con razón… pero bueno. También se puede sentir por una razón interna, claro, llevar a sus últimas consecuencias una chaqueta mental cualquiera, claro que te hace sentir. Cierto…

Bueno… el caso es el siguiente ¿cómo controlar esos sentimientos? ¿Cómo le hago para no sentir lo que siento? Puedo controlar lo que está fuera de mí hasta cierto punto, pero no del todo. Sobre mis chaquetas mentales, siempre las puedo parar en cuanto me de cuenta que lo estoy volviendo a hacer, eso no es tanto pedo. El problema es que esto es un patrón… es repetitivo y me está empezando a afectar. ¿Acaso tendré que retraerme de los estímulos externos y volverme alguna especie de ermitaño? ¿Limitarme solo a lo que es controlable?

Pero sería aburrido ¿no? Digo… todo bajo control, todo el tiempo… perderme de tantas cosas chidas que han causado este “mal”… por lo pronto mi medicina está resultando peor que mi enfermedad… al parecer solo queda la resignación… resignación a sentir lo que siento y a hacer lo que hago…. No quejarme y dejar de ser una nena, aguantarme a mi mismo estoicamente hasta el día en que me muera… chale… pero por otro lado, eso si que suena definitivo… suena a que estoy atascado. No me gusta esa palabra: atascado. Atascado, inmóvil, sin movimiento, sin atrás ni adelante, sin ir ni venir, sin nuevos paisajes ni fondos, sin nuevos rostros ni sonidos, solo estar.

Patología, síntoma, patrón, repetición, salida ó entrada, alarma, búsqueda, cristal, percepción, animal ¿y que fue de la cadenita racional?