viernes, 29 de agosto de 2008

el Arqui

Yo sí quería ir a clases, en verdad, ni siquiera tenía la idea en general de faltar. Habíamos salido mucho tiempo antes, teníamos tiempo de sobra. Una hora y media para dar la vuelta y por una ciudad inundada por tanta lluvia, aunándole el pobrísimo esfuerzo de los elementos municipales y estatales por luchar contra semejante fenómeno natural mediante un patético sistema pluvial... No manches, qué coraje me da.
Pero hoy no ando para corajes, ando de muy buen humor. Bien prendidísimo, me cae. Ahorita, cualquier chica de buen ver que pase frente a mi, me la como con los ojos, y que ni abra la boca porque así como pudiera salir una bella rima que ensalte tal belleza, también pudiera salir un vil piropo que provoque ñáñaras en lugar de ganas en la chica.
Sí, este es de esos días, y se lo debo, primordialmente, a la tarde de ayer. Les digo que yo no quería faltar a clases, pero ps... de cuándo a acá la vida predispone de lo que yo quiero o planeo, dejo de planear o ni me imagino? ¡Nunca! Así fue.
Todo iba bien, teníamos una hora y media para volver a clases y regresar la moto. Creo que tomé una cerveza, a la segunda dije que no porque tenía que regresar a la escuela a clase. Luego cambié, tengo que regresar a la escuela, pero no a clase, nomas por la moto, lo que nos daba más tiempo.
Llovía, aun lo recuerdo. No a cántaros, pero era de esas lluvias que parece nunca va a terminar, que te moja porque te moja, y como llevaba ya todo un día lloviendo, las calles estaban por completo inundadas. Salimos del centro cultural Borrachines Literatos rumbo a la escuela, ahí recogí la moto. No andaba en tan mal estado, pero cuando me preguntaban si podía manejar y yo contestaba que sí, las voces tomaban otra opinión. Decían que no estaba tan mal como para caerme, pero dadas las circunstancias climáticas, la cosa podía no girar a mi favor. Total que me subí a la moto, me mojé mis nachas, arranqué y empezó el viaje.
Me sentía pirata, flotando en una batalla naval. Ruidos por todos lados, la corriente me arrastraba, los coches que pasaban por todos lados eran como barcos petroleros y yo un diminuto kayak para una sola persona. Fue horrible. Iba a veinte por hora, apretando mis manos para no soltar el manublio, aunque llevaba guantes, casco y esas prendas de ropa para... impermeable, eso. A pesar de traer todo eso encima, la cosa no pintaba nada bien. Fue horrible, pero divertido, entretenido a final de cuentas, ya que volteamos atrás y vemos que no pasó nada grave, nada malo.
Hoy presento mi proyecto de tesis. Malditos arquitectos, sólo porque soy muy bueno en esta onda es que logré sacar adelante mi proyecto, algo tiene que ver mi habilidad en los números para haber decidido quedarme en compañía con ese “grosero” que salió y acabó por trastornar la noche. Hipnotizarnos hasta, al menos a mi, este punto del día siguiente.
Estoy sentado, afuera del salón de... no sé cómo se llama y no me importa saber. Espero a que me pasen los arquitectos. Esos condenados hijos de la chingada que van a criticar mi proyecto y hacerme sentir como un imbécil que no sabe nada de lo que hace. Me van a cuestionar de todo, me van a atacar, y los culeros hasta me obligaron a prepararles bocadillos mientras me están juzgando. Un compañero acaba de salir junto con sus sinodales. Se le ve contento, aliviado, más que contento. Está tan cansado el güey que no puede ni sonreír.
Yo también estoy cansado, y algo crudo. Mis sinodales no llegan hasta dentro de media hora. Ni saben la que les espera. Les preparé unos pastelitos bien coquetos, y cargados. Ya los voy a ver con sus párpados caídos, ojos rojos, sonrisas intachables. De seguro más de uno va a saber qué onda, igual y todos van a saber qué onda. Mas les vale no tomarlo como una burla, ni broma es. Pero esos canijos se van a reír, se van a acordar de mi entre rizas. Y para cuando, si quieren llegar a juzgarme, ya voy a estar muy lejos del país, trabajando con o sin título. Pta, qué suerte la mía, me cae.
Tengo el plan bien elaborado. Este plan no nació por culpa del grosero de ayer, pero dados los últimos eventos en casa de mi vieja, que los suegros se pusieron de mamones hijos de la desesperada, mi muñeca me comentó que se iba a salir de su casa, pero no de esas salidas dignas de: ya no quiero vivir aquí. No, ella se tiene que escapar. Y me dijo: pues me robas, ¿no? ¡Claro!, le dije, pa tener al comandante tras de nosotros. ¡Ni madres! Pero ella me sorprendió. Ya tenía el helicóptero listo... el helicóptero listo... No mames, de ¿cuándo a acá se mueve en helicóptero, a quién conoce, qué pedo con esta chava?
Total que su padre biológico (eso explica muchas cosas) es un gran empresario en Asia, un cacagrande en un superedificio de gente superchingona, según esto. Yo sigo sin creerle, pero bueno, es bienvenido. La bronca y lo que más me hace querer largarme ahora de aquí, es que hace una semana, en una de mis visitas prolongadas a casa de mi chica, ella me manipuló hábilmente, como siempre hace, para que me dieran ganas de hacer el amor, ahí merito, en el estudio del comandante. Jija de la fregada... pues sí me la tiré... perdón, le hice el amor, y el comandante nos descubrió por medio de una cinta de seguridad que tiene ahí en su estudio.
Pta madre, ni qué cara ponerle al güey, no por el hecho de que me vio tirándome a su hija, a su preciosura que nunca crecerá, sino por la manera... n´ombre, si les contara. Fue brutal. Aunque, ahora que lo pienso, creo que ella lo tenía anticipado. Hasta le actuó de más, me cae, se me puso bien, bien locochona, gritos, nalgadas, mordidas, apretones y posiciones que uuuuta... ¿y yo? Pues bien servido.
En fin, hoy huimos al Asia, a ver si toda esta historia es verdad. Con que lleguemos me doy por bien servido, porque este proyecto que voy a presentarles a estos profes que se van a comer mis pastelitos mágicos... pta, ya quiero ver cómo se ponen, bueno, les contaba, este proyecto ya lo tengo comprado, en Asia, firmado y todo, ya hasta me dieron un adelanto. Tengo un montonononón de lana en mi cuenta bancaria. Espero poder llegar a Asia y construirlo, pero eso será entonces. Lo que quiero es ver cómo se ponen los profes.
Ah, qué pedo con este día.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Capacidad de impresión

Comienza el día y México abre con medalla de Oro, sí, Oro, en Taekwondo, a patadas de Guillermo Pérez en la categoría de –58kg. No recuerdo cómo se llama esa categoría.
Otra noticia, Bunbury va a sacar nuevo disco a la venta, el single de presentación titulado “El hombre delgado que no flaqueará jamás” lo pueden escuchar en la página www.enriquebunbury.com
Bueno, esas fueron las noticias. Ahora sigamos con esta onda que se ocurrió ayer. Tiene que ver con la tecnología, los momentos importantes, las fotos, la trascendencia, la explotación de un arte para convertirlo en un elemento cotidiano. Lalo dijo: imagínense cuántas fotos existen en el planeta... pta, deben de ser un chingo. Y las fotos son momentos memorables, para eso se toma una foto, ¿no? Momentos importantes. Pues bien, sí, son momentos... pero ¿memorables, trascendentes? Antes sí. Antes, cuando las cámaras eran análogas, cuando nos costaba cada foto que tomábamos y no podíamos correr el riesgo de cagarla porque como quiera el rollo se exponía a la luz y ahí quedaba. Antes sí tenían que ponerle empeño, coco y alma al tomar una foto. Ahora cualquier pendejo las toma, sin empeño alguno, sin importarle nada. Total, si sale chafa, las puede borrar.
Las fotos han sido explotadas. No digo que sea algo malo, pero desde cierto punto de vista, ver una foto ya no es tan impresionante. No sé si antes se contaba con un sentimiento de impresión ante un “voy a ver una foto”. Hoy en día definitivamente no.
Y bueno, ¿a qué quiero llegar con esto? A nada, no se me ha ocurrido nada, simplemente comparto esta ocurrencia mía. Como que siempre tiendo a tachar la tecnología, de la cual, nótese, acepto y considero que son grandes herramientas, pero las explotamos demasiado.
El antes y el ahora. El ahora y todo lo que involucra, la tecnología, los medios de comunicación... como que van haciendo que uno viva menos, viva menos en vivo. Ahora puedes escuchar, ver, casi casi estar en lugares muy lejanos a ti. Los medios nos han hecho omnipresentes, omnipresentes en épocas también.
No estoy en contra de ver conciertos que se grabaron hace veinte años en otro continente sin siquiera conocer todo mi país, a lo que voy es que con eso hemos estado perdiendo nuestra capacidad de impresión. Ahora, algo impresionante se nos puede parecer común y corriente, algo de todos los días. Esa es la bronca. Y es una gran bronca, estamos perdiendo atención en cosas pequeñas, cosas pequeñas que pudieran sernos gigantescas, nos sentimos crecidos y sabihondos porque vemos tele. Háganme el mentado favor.
Bueno, diviértanse en sea lo que hagan de sus vidas, les recomiendo: no dejen que claudique su capacidad de impresión.

lunes, 18 de agosto de 2008

Carlos Ann/San Pascualito Rey

San Pascualito Rey en Monterrey. Para empezar, ir a un concierto a Monterrey ya de por sí es divertido, bueno, no siempre, pero generalmente sí. Voy a copiar y pegar esta información acerca de San Pascualito Rey que se encuentra en la página del grupo porque la encontré muy buena.
“San Pascualito Rey actualmente está conformado por: Pascual (voz), Alex Nexus (sintetizador), Adolfo (guitarras), Juan (bajo) y Luca (batería).
El grupo tiene como característica fusionar rock con trip hop, lounge, canción romántica y música folklórica mexicana entre otras. Los entendidos se han referido al sonido del san Pascualito Rey como “dark guapachoso”, “mariachi-eléctrico” o “sonido grupero-melancólico-espacial-tropicoso” por sus ruidos orgánicos y sus texturas analógicas. En su lírica hablan del dolor, el desamor, la muerte y la vida de manera muy singular.”
Bueno, esos son, y a esos íbamos, repito IBAMOS, a ir a ver. Yo estaba emocionado. Me pasé una semana “entrenando” para el concierto. No conocía al grupo previamente así que tuve qué hacer mi investigación, investigación la cual culminaría con el concierto, iba a ser un excelente final, no, más que final, iba a ser una aportación. Pero, el guión de la vida no lo escribo yo, ni el Malamen, quien me avisó del concierto y con quien fui... ah, pinche Malamen.

Salimos de Saltillo, el sábado 16 de agosto. Pensamos que el concierto sería a las 21 horas, así que nos fuimos a las 18 hrs. Íbamos bien, una caguama dividida al final entre los dos, porque yo me la empecé a tomar para ver el partido del América. Total, que llegamos a Monterrey y nos detuvimos en un “seven-eleven” para llamarle a Andrés y pedirle que nos guiara al concierto. En las paredes de la placita dónde nos detuvimos, vimos un cartel que leía: Carlos Ann, café Iguana 16 de Agosto. A chinga chinga, pero sí el sábado tocaba San Pascualito Rey, ¿no? Yo todavía de ingenuo estúpido creí que Carlos Ann iba a abrir el concierto de San Pascualito Rey... aaaaaayyyyyyy, cuero mil. ¡Que pendejo!

El Malamen entró a un cibercafé. Entró a la página de San Pascualito Rey. Ups. El concierto fue ayer. ¡No mames, eres un pendejo! Esa fue mi reacción inmediata, pero luego dije: ps ni modo. Esto te pasa por tener expectativas, por dejarlo al ahí se va, ps ahí se les fue. Ahora a darle a lo que venía. Carlos Ann podía no ser del todo una mala idea, digo, teníamos la lana pa los boletos, teníamos todas las ganas de reventarnos en un concierto. Y así hicimos. O bueno, así pretendíamos hacer.

Resulta que Carlos Ann participó en el disco de... chíngale, olvidé el nombre. Bushido, Bushido de Enrique Bunbury. Yo ya había disminuido el tiempo en que iba a seguir las canciones a cero. Cuando era San Pascualito Rey eran como 3 minutos, pero con Carlos Ann se habían disminuido a cero.

Bueno, llegamos con Andrés al café Iguanas, preguntamos a qué hora empezaba, preguntamos el precio de los boletos y Andrés dijo que él no, tons tuvimos que regresarlo a su casa. Teníamos tiempo ya que el concierto empezaba a las 9 (según el guardia), eran las ocho y su casa quedaba cerca. Hasta nos compramos un six de chelas pa “precopear” como dicen por ahí. De a dos chelas por cabeza, contacté a los dioses risueños de la buena onda y salimos. Hicimos más tiempo del que pensábamos.

Llegamos a Barrio Antiguo, caminamos al caféiguana y ya eran como las diez de la noche. ¡Pta madre! Sigue, sigue, como quiera entramos y pagamos boleto. Compramos caguama y entramos a ver. Eran máximo como treinta personas escuchando el concierto. Bugoslavsky (o como se escriba) estaba tocando la guitarra, así que ya puedo decir que he visto a todos los Héroes del Silencio en un escenario.

Tocaron una rola y se despidieron. Putísima madre. Era como para morir de la risa. No pude comprimir mi instinto y comencé a gritar, en lo que otros gritaban “otra, otra”, yo alcé la voz del “culeros, culeros”. Y para morir aún más de la risa, por ahí, un cuate gritó ¡ñero! Bueno, en fin.

Abrieron el telón y salieron a tocar otras cuatro rolas. Tocaron una que me sabía. Increíblemente me sabía una canción. L´amour, del disco de Bushido. Esa rola me la sabía porque Lalo me regaló un disco “quemado” con las rolas del 19 días y 500 noches, de Joaquín Sabina, y en ese disco incluyó la rola de L´amour, por eso es que me la sabía. Así que la cantada se hizo presente. Es buena esa rola, de L´amour.

Cerraron el concierto con la rola de “Bala Perdida” y ps bueno, eso fue eso. Salimos del Iguana en búsqueda de algo más. Pasamos por el Antrópolis, lugar donde nunca hay cover, y antes la cerveza estaba siempre a 10 pesos, pero ese anuncio ya lo quitaron, subieron el precio de la cerveza. Total que nos dimos un par de vueltas, acabamos cotorreando con un par de chicas. Y salimos de ahí, sin más ni más.

En la caminada íbamos platicando de no sé qué onda, algo así como unos cuadros. ¡Ya recordé! Previamente al concierto, pasamos por esa calle y escuchamos que de un lugar se escuchaba Jazz. Cuando pasamos después del concierto, el Jazz ya no era, lo habían cambiado por electrónica, por lo cual el lugar cayó de mi gracia y ni pensamos en entrar. Yo pensé que en ese mismo lugar había visto unas pinturas y una sobre todo de un violín que me había llamado la atención. Justo en ese momento, caminando aún, pasamos por el centro cultural donde efectivamente, y contrario a mi memoria, había visto la pintura del violín. Adentro estaba vacío, muerto, excepto por un guitarrista de voz muy suave y una chica extranjera con un acordeón. Entramos.

Pedimos un par de chelas y pedimos también que tocaran algo propio. Improvisaron una melodía mágica. El Malamen estaba en pleno éxtasis, dando gracias por haberlo dejado escuchar aquello. Yo también “improvisaba” una letra y el guitarrista me dijo que adelante, que pasara al micrófono. No se diga más. Canté algo referente al alma. Después me eché un palomazo cantando la de “Wish you were here”.

Dicho por aquí y de esta forma suena como que algo muy sin chiste, pero en verdad, deberían de haber escuchado ese acordeón, la verdad tenía algo mágico.

Salimos de ahí y fuimos a un lugar que parecía estar chido, música de los sesentas y setentas. Pero no, no había mucho cotorreo, la banda tocaba una onda demasiado melosa y nos dimos cuenta de que la clientela era en su gran mayoría, señores de avanzada edad, que nos veían como si nosotros fuéramos bichos raros, mugrosos y borrachos. Bueno, andábamos borrachos, y tal vez también mugrosos, ¿pero bichos raros? No me da pena decirlo, ni se me hace raro que haya ocurrido, pero nos sacaron de ahí. No recordamos por qué. No estábamos haciendo desmadre ni nada por el estilo. Queremos pensar que el Malamen se tropezó y que de ahí nos tomaron y nos sacaron. ¡Ni nos dejaron pagar las cervezas que tomamos!

De ahí llegamos a otro bar donde había un foro abierto, una guitarra y micrófono. Entramos, pedimos una chela y yo me paré al escenario a tocar. Nunca quisieron prender el micro ni la guitarra, pero yo como quiera me eché mi concierto de unas tres, cuatro rolas. Mudo. Me tomaron foto, según el Malamen. Aunque el Malamen ya había adoptado su posición de borrachín, recargado en la mesa ocultando su rostro y dormitando.

No sé por qué lo hice. Sólo pedimos dos chelas, no era una cuenta grande, pero como quiera lo hice. Llegué con el Malamen, lo desperté y le dije: levántate, sal y échate a correr. Él no chistó, obedeció maquinalmente. Yo salí corriendo detrás de él. El mesero salió a perseguir. Le llevábamos mucha ventaja, la verdad creo que sí hubiéramos podido librarla corriendo, pero yo me retrasé y me regresé, el plan no era salir corriendo. El mesero llegó conmigo todo acelerado, amenazando que iba a llamar a la policía. Yo lo tranquilicé, le dije que no se trataba de eso, que íbamos a pagar, que salimos corriendo por otra cosa que me daba mucha hueva contarle. Luego no sé qué le dije, le pedí la cuenta y se metió por ella. Y entonces, me retiré, caminando. Sin pagar.

De ese punto en adelante, perdí noción, anduve en automático.


MOMENTOS DAVIDLYNCHEZCOS
* Cuando íbamos en el taxi rumbo al Barrio Antiguo sucedió el primer acontecimiento que bautizamos como “davidlynchezco” para la noche. Unos fuegos artificiales iluminaron el cielo de Monterrey. Fuegos artificiales morados.
* El segundo momento davidlynchezco fue una conversación telefónica que escuchamos de un guardia. Estaba gritándole a la persona del otro lado del teléfono: algo así como que “no me importa, manda la ambulancia y luego arreglamos esto.” Le gritó no sé cuánta leperada y majadería, a pulmón suelto, voz en pecho. Y bien. El hecho que nos puso acá, con los nervios de punta fue ¿por qué se negaría alguien a mandar una ambulancia?.
* El tercer momento fue todo lo que envolvió al concierto. Llegar un día tarde, como quiera ir al concierto del grupo que tocaba, que resultó ser conocido. Llegar tarde a escuchar como el grupo se despedía.
* El centro cultural y el acordeón mágico, tocado por una chica guapa, alemana, novia del manejador del lugar que era un prototipo de mexicano oaxaqueño, chaparro, prieto y cabezón bien buena onda.

Ah, casi lo olvidaba, en el camino de regreso, nos multaron por exceso de velocidad.

viernes, 15 de agosto de 2008

El Ataque del Perro

“¿Cómo empezar? ¿Cómo empezar? Caminando de regreso a casa, después de que la escuela nos hubiera hecho otra de sus uveemeadas, de esas típicas tonterías por fallas en el sistema y que nos hacen estar perdiendo el tiempo sentados esperando a que se arregle la situación, íbamos fatigados, hablando acerca de futuros proyectos cinematográficos cuando de pronto, casi casi de la nada, que nos sale un perro, caon. No era perro ordinario, no. Un perro ordinario nos hubiera ladrado y hasta ahí, nos hubiera advertido que no nos acercáramos a la puerta que cuidaba. Se hubiera levantado y mostrado colmillo. Pero este perro no era de esos, no era normal, era un perro, me cae que era entrenado.”

El reportero preguntó: ¿estás diciendo que hay perros entrenados a atacar a la gente que simplemente va pasando por la calle? Rigoberto no tomó esa insinuación como placentera, incluso, se hubiera ofendido de no ser porque tenía tantas ganas de contar la historia, que no podía tomar riesgos de enojarse, porque enojado perdía sus dotes de cuentacuentos.

No, respondió, lo que estoy diciendo es que ese perro nos atacó. Entrenado o no, esa es mi percepción y no es un hecho, pero de que nos atacó, nos atacó. Te digo, nos atacó, acá, bien sigiloso, nos cayó por un costado, hasta pareció que quiso flanquearnos, como si nos estuviera cazando. Lo escuchamos ladrar dos veces, pero ya venía corriendo, lo que más recuerdo fueron las pezuñas chocando con el asfalto, porque venía corriendo para atacarme. De buenas que se fue conmigo y no con Gaspar.

¿Preferiste que hubiera atacado a tu amigo Gaspar en lugar de a ti?, preguntó el reportero. No, claro que no. Desde luego que no. Varios razones. Uno, Gaspar no hubiera aguantado ni tres segundos contra el perro y si hubiera corrido, cosa que hizo, que prudentemente hizo... digo, si un perro te ataca, un perro grande e imponente, ps uno corre. ¿De qué te sirve quedarte muy machito a hacérsela de tos? N´ombre, puro tarugo se estaría quedando atrás, esas son tonterías machistas. Entonces, volviendo. Si hubiera atacado a Gaspar con todo y que corrió al primer síntoma de hostilidad, el perro lo hubiera agarrado a los tres pasos del otro, de Gaspar, pues. Y ponle que llegara yo y pateara al perro o que le diera de palazos o que le aventara piedras y al final lograra ahuyentarlo, como quiera Gaspar hubiera acabado herido.

¿Y tú te defiendes mejor que Gaspar?

Pues sí, francamente sí, pero en este caso no importa. O bueno, tal vez importa, pero muy poco, la principal razón por la que fue un golpe de suerte que me haya atacado a mi, era porque yo traía un palo.

¿Un palo?

Sí, un palo. Verás, no fue que haya percibido en el aire que por ahí nos hubiéramos encontrado a un perro que nos atacaría, pero cuando pasé y lo vi, andaba de muy buen humor. Cuando vi al palo. Era un palo, que parecía como si fuera una vara de mago hechicero, tan larga como yo, y de una forma remolinesca en la que la parte de arriba podía caber una piedra (la piedra de la cual yo, el mago hechicero, tomaría su poder para hacer mis conjuros). Y como andaba de muy buen humor, lo tomé y jugué a ser el maguito hechicero. Así que traía esa vara, mi báculo protector.

Dices que conservaron ese palo.

¡Claro que lo conservamos! Pero por supuesto que lo íbamos a conservar. Ese “palo” como tan despectivamente lo llamas tú. Yo lo llamo báculo protector me salvó el pellejo. Nos, perdón, nos salvó el pellejo. A Gaspar y a mi.

¿Sin ese “báculo protector” no te hubieras podido haber defendido?

¿Me vas a dejar contar la historia? Mira. Siempre, bueno, no siempre, pero de algún largo tiempo a acá, he dicho que no hay problema si me ataca un perro, es cosa de que lo vea venir, lo mido y le tiro un patadón a la mandíbula. Sin la idea de dejarlo fuera de combate de una sola patada, pero al menos destantearlo y luego correr. Pues bien, este perro gandalla no actuó como actúan los perros regulares...

El reportero estuvo a pocode apuntar que eso ya lo había mencionado al principio de la entrevista, pero optó por guardar silencio, prudentemente, para no interrumpir al joven.

... eso ya lo había dicho. Los perros regulares, no sé tú, pero en teoría, el conocimiento general enseña que un perro te ladra cuando te acercas, como en una advertencia. Si te sigues acercando te puede bloquear el camino pero sigue ladrando, ahí es donde una persona pues le saca la vuelta. Nosotros le hubiéramos sacado la vuelta, la verdad, pero ni nos dio chance. Este perro nos agarró de lado, venía corriendo, tiró dos ladridos y cuando volteo, ya lo tenía encima. No me dio tiempo de medirlo ni de tirarle una patada. Imagínate lo cerca que estaba como para que me haya cortado la distancia para tirar una patada.

“Sentí miedo, mucho miedo. Mi pierna más próxima me hormigueó, no sé por qué pensé que el perro iría tras mi pierna, si era un perro de ataque iría por mi cuello. ¡Mi cuello! Imagínate sus colmillos encajados en mi cuello. No manches. N´ombre, y pensar en tirar el báculo protector... por favor. El caso es que reaccioné inmediatamente, interpuse la punta del báculo entre el perro y yo. Ahora se había convertido en una lanza, como cuando los hombres prehistóricos mantenían a raya a una bestia feroz, yo mantuve a raya al perro ese con mi báculo protector.

El perro mordió la punta del báculo y lo estaba zangoloteando. Ahí fue donde supe que esta pelea iba para más, no era como que muéstrale el palo al perro y con eso se va, no, este perro no, este perro estaba obstinado en mordernos, en sacarnos las tripas y comérselas crudas. Supongo que se hubiera enfermado, pero bueno, de fortuna no pasó a eso.

Mientras tenía la punta del báculo estirada y el perro la zangoloteaba furiosamente con sus fauces asesinas, yo pensaba “ya valió madre, este perro no va a cansarse ni retirarse hasta que sienta como sus dientes se encajan en mi carne” ¡Fue terrorífico!, me cae. En verdad pensé que ya había valido madre. Entonces, de pronto, así tan de la nada como de la nada nos cayó el perro, en lugar de miedo, me invadió mi instinto de preservación de mi integridad física. Lo de “ya valió madre” cambió a un “si no te defiendes, pelas”. Y pues, de por sí me estaba defendiendo, pero luego me vino a la cabeza que no, que no me estaba defendiendo, simplemente estaba alargando el proceso de mi final, deseando que en ese patético intento, el perro optara por perdonarme. Comprendí que el perro no se iba a echar para atrás, que lo que yo estaba haciendo no iba a ser suficiente.

Entonces comencé a gritar...”

El reportero dio un saltito para atrás, se sobresaltó cuando Rigoberto hizo la representación fidedigna de lo que hizo entonces.

“¡AAAAARRRRGGGGG TUNGA MUTUNGA, BULUBURUAA! Cosas por el estilo. ¿Sabes? Me sentí como un aborigen de taparrabos, un ser primitivo salvaje que debía protegerse de la vida. Grité con todas mis fuerzas. Moví el báculo como loco, adelante y atrás, para picar al perro si seguía mordisqueándolo. Empecé a dar brinquitos y a azotar mis botines contra el asfalto, para intimidar, según esto. Me transformé por completo, ya ni hablaba español, le pude haber gritado ¡Atrás, monstruo infernal! O algo por el estilo, pero no, me puse a gritar cosas inentendibles, cosas sin significado. El mensaje era “tenme miedo porque grito más fuerte”. Y entre que los zapatazos, los gritos y los picotazos que se estaba llevando el perro, comenzó a retroceder.

Gaspar ya estaba como a media cuadra lejos. Como mencioné antes, se echó a correr sin pensarla dos veces. Sabía que el perro lo alcanzaría y le desmadraría un pie para tirarlo y luego seguir con el resto, pero como el perro no lo alcanzó, supuso que se había quedado conmigo. El muy cabrón ya andaba pensando que el perro iba a estar prensado de mi cuello, yo desangrándome a mitad de la calle mientras el monstruo ese se llevaba mi corazón en su hocico para comerlo en paz y fuera de la zona de ataque. Ahora, no sé por qué volteó, quiso saber qué pasaba detrás, porque entre que los gruñidos del perro y mis gritos, ps le entró la inquietud, supongo. Y cual fue su sorpresa cuando voltea y me ve en plena batalla, luchando por mi vida contra aquella bestia. Pues regresó. Tomó una piedrota que muy apenas y le cabía en la mano y regresó en mi auxilio.

La intensidad del combate ya había bajado. Tanto el perro como yo, o bueno, no sé el perro, pero yo ya estaba muy cansado y el perro ya no andaba tan bravo, como que ya la pensaba más. Retrocedió un poco y me ladraba. Cuando Gaspar se acerca, el perro se va contra él. La piedra no le sirvió para nada. Yo corrí tras el perro, gritando otra vez y dando zapatazos, con el báculo delante de mi, y el perro dio vuelta. Gaspar andaba asustadísimo, creo que incluso más que yo. Y lo comprendo, porque él no traía báculo.

Total, que le digo a Gaspar que pase por detrás de mi, que le íbamos a dar la vuelta a la cuadra, chingue su madre, más vale. Y sí, pasó por atrás de mi y yo retrocedí sin darle la espalda al perro. Nos desentendimos y seguimos con nuestro camino.”

¿Y qué pasó después? ¿Qué ibas pensando cuando ya te supiste fuera de peligro?

Jaja, eso fue muy cotorro. Gaspar estaba indignado, decía que debíamos volver y partirle su madre al perro, darle unos tiros, demandar al dueño, cosas de esas, y yo iba muerto de risa, pero muerto de risa, cayéndome, casi casi. Si de por sí ya estaba cansado por la caminata y por la pelea.

¿Y por qué te ibas riendo? Se dice que las personas solemos reír a carcajadas cuando estamos ante una situación que no podemos tolerar, que no tenemos poder alguno sobre nosotros y el único remedio es reír, así como los locos.

Jajaja, ay güey, nomas de acordarme me río. No, bueno, no andaba loco, bueno, andaba loco pero se me había bajado con el susto, bueno, no sé si me entendiste, no importa. No me andaba riendo porque estaba perdiendo los estribos. Me reía porque vi las cosas en retrospectiva, me vi luchando contra el perro, con mi camisa de uniforme de trabajador de gobierno, según esto bien civilizado, y andaba gritando y brincando y haciendo cosas que sólo un salvaje haría... ¿si me agarras la onda? Digo, me quité la máscara, no, ni me la quité, se me cayó y salió el verdadero yo. Imaginé cómo se hubiera visto desde alguna otra calle, o si alguna persona se haya asomado por la ventana y me viera así, igual y se asusta al principio, pero me cae que al final se hubiera reído tanto, tanto. Hacemos parecer que somos bien civilizados y que las podemos de todas todas y que yo muy muy y no sé qué, pero cuando la naturaleza llama, la naturaleza llama.”

jueves, 14 de agosto de 2008

Es jueves y llueve

Es jueves y llueve
Las rimas se resbalan
Gota a gota, en la ventana.
Lentas y precavidas
Llegan hasta mi corazón.
Tremenda conmoción
Que ensucia las palabras
Gota a gota, en la ventana
Provocándome lágrimas.

No salen y no salen
Solamente juegan conmigo
Ni siquiera es tristeza
La que me acongoja
Es la falta de pista
Donde el radar indicaba
Es caer sin suelo alguno,
Brincar sin gravedad.

Es jueves y llueve
Las gotas ni me mojan
Ni bromean, ni me encierran
¡juegan!, es lo que hacen
trastornan mis sentidos
y yo, ahí de dejado,
queriendo salir contigo
sin saber que si te mojas
te derrites y te pierdes.

Soy agua este jueves
Este jueves en que llueve
El sol nos ha abandonado
El lento pasar de los carros
Es hipnótico ahora
Un velo sin cielo de carne
Recóndito caparazón
El sentido divaga
La razón se ahoga
En esa coladera
Donde a veces sale agua.

Es jueves y la lluvia
Me arrancó las ganas
Secuestró mis alas
Para encharcarse debajo
Para nutrir a un árbol
Es jueves y no tengo idea
De lo que estoy haciendo
La ventana me tiene
Es jueves, y tanto dentro como fuera
Llueve.

cierta cara a las Olimpiadas

La verdad se me hace algo injusto o mal proporcionado el hecho de que haya tantas, pero tantas modalidades de natación en los juegos olímpicos. Son demasiadas. Y bueno, uno dice, okei, es diferente el ejercicio, puede que uno sobresalga en cierto tipo de nado, en cierta distancia y que otro no. En Gimnasia también son varios aparatos, pero éstos se suman, no se da una medalla por cada uno, según andaba viendo ayer, posiblemente me equivoco. No soy muy fanático ni de la natación ni de la Gimnasia. Pero es como si dieran una medalla por ver quién hace más dominadas con el balón, es futbol, pero no es un partido, es diferente, es otro ejercicio... ¿ah, verdad? O si hubiera un deporte de rompimiento de tablas estilo artes marciales, tanto de fuerza como de fantasía, acá, de los que vuelan dan chorrocientas vueltas tiran la patada y luego caen paraditos, totalmente impresionante. ¿Por qué no hay medalla de eso? Es arte marcial, pero es otro tipo de ejercicio, no es como el Judo o el Taekwondo, no son combates... pero bueno. ¿Qué le hago yo? Yo que ni sé cómo es que un deporte se hace olímpico.

En cuanto a las televisoras (nacionales), ya, que le paren con la natación y la gimnasia, ayer no nos pasaron la pelea del judoka mexicano porque andaban pasando la final de la gimnasia de hombres. Chale, que poco patrióticos y que poco apoyo, y luego exigen que traigan todas las medallas que pueden, si ni les hacemos caso (a los deportistas mexicanos), como en el caso de ayer. Ah, pero claro que sí les hacemos caso antes de que vayan a competir, se echan unos reportajes bien patéticos de cuánto trabajo le ha costado llegar ahí. Nos cuentan la triste historia de que un güey tuvo un perrito que sólo tenía tres patas, acá, la abuelita sale entrevistada, llorando porque su nieto tenía tanto corazón que jugaba con un perro de tres patas, y luego, cuando se muere el perro, el güey tiene broncas existenciales, se pelea con la novia y sale corriendo, así fue como descubrió que podía correr mucho y rápido, y zas, que va a competir... ¡NO MANCHES! Es patético.

Y no es sólo la historia, es el matiz que le dan los de la televisora, es el querer jugar con las emociones para así adorar a nuestros deportistas, que sí, son buenos ya que califican a las olimpiadas, pero no es como para que hagan toda una telenovela absurda y patética de su camino a las olimpiadas.

Luego, estamos conscientes de que ir a las olimpiadas no es ir a fuerzas a ganar. Se va con la intención, claro, pero uno sabe que para ganar va a tener que hacer un esfuerzo extraordinario. Esto es algo mediocre, sí, pero es real. Todos los que hemos sido competidores sabemos que hay competencias a las que vamos para hacer nuestro mejor esfuerzo, sabemos que ganar es una posibilidad, pero que no hay que contar con ello. A menos que, bueno, te la pases los añales entrenándote para eso, que no hicieras más que entrenar y entrenar. Ahí si no sé si eso es lo que se hace en el comité olímpico mexicano.

Agarren la onda, no hay que tirarles tantas piedras a los competidores, por eso es que se ponen nerviosos y se desconcentran y acaban por cagarla; pero tampoco hay que ser tan barcos. En ves de exigir y tomar a alguien como nuestra super esperanza, la estrella que brillará por todo un país de baquetones sinvergüenzas, deberíamos de verlos como los cuates buena onda que se apañan a todos los mexicanos y que ahora van a hacer un papel, que van a llenarnos de emociones, porque, no sé ustedes, pero yo sí me emociono cuando un mexicano compite, aunque pierda.

Yo no le apuesto a que ganen, pero al menos a que sí le echen todas las ganas que puedan, que se vea que salieron a proponer y a chingarle, que si pierden, pierdan porque intentaron sobrepasar lo que creían eran sus límites, no porque andaban cuidándose.
Bueno, luego uno piensa: ps miren a los chinos, esos cuates están sobresaliendo increíblemente en deportes que antes ni sus luces... pero bueno, qué hueva ser un chino, la neta, la mera neta, qué hueva. Aparte, esto es totalmente reprochable de mi parte, pero bueno, no puedo evitar mencionarlo, están re feos. ¡Y ni quien se queje de que los mexicanos tamos muy guapos, yo no dije eso! Pero los chinos... pta, wácatelas. Aunque eso no tiene nada que ver con el deporte, fue una completa taruga ocurrencia mía.

Eso es todo por ahora. Nomas hago este último llamado a que cuando alguien compita en algo, o que haga algo, le eche ganas, le ponga huevos, igual y no tienen que salir a ganar, igual y salir a ganar sea el peor de los errores, pero sí que le echen huevos, hasta desgarrarse, hasta que les sangren los dedos, hasta desmayarse porque se vio que el esfuerzo fue extraordinario. Yo una vez me desgarré el estómago por hacer tanto esfuerzo al vomitar en una cruda espantosa. Eso no fue bueno, pero... pero nada, eso estuvo muy mal, aunque cómico.

Ahora sí, eso es todo.

jueves, 7 de agosto de 2008

tal vez valiente...

Tal vez valiente, tal vez testarudo.
Sosteniendo mirada retadora.
Diminuto, queriendo romper olas.
Sirve de juglar al cerrar los puños.

El voto del pez fuera de agua es nulo.
Es carnada fácil la que lo atora.
Es pesadilla el presente de ahora,
tan sólo un sueño el pasado que tuvo.

Fácil, grácil caer en el lugar.
Dices que de ello ni te diste cuenta.
Venga, ya no piensas en regresar.

Admite que a veces, ni a tu conciencia
ni a tu corazón saludas: ¿qué tal?
Te haces el loco y finges demencia.

Por qué detesto a Jim Morrison

Es increíblemente extraño que yo escriba acerca de Jim Morrison, por eso no lo haré (jajaja, qué estúpidamente gracioso). Es extrañísimo (o bueno, sería extrañísimo, porque no se dará el caso, no en esta ocasión, al menos) porque tengo cierta repulsión por la figura de Jim Morrison. Él está en la lista de esas personas que detesto. Nótese, esa lista no tiene cabida para razones ni explicaciones, es más como un sentir.
Bueno, hablaré de por qué detesto a Jim Morrison. Puede que sea cierta envidia, sí, lo admito, la envidia forma parte del proceso de detestación (¿acaso existe esa palabra?). Es una envidia por dos razones: Uno. La más importante a mi parecer, aunque puede que me esté engañando a mí mismo por más que trate de ser honesto (puede que por más que trato de ser honesto, más me engaño a mí mismo, ya que mi honestidad puede derivar en mi falta de querer ser honesto y simplemente serlo... bueno, vale madre, ese no es el punto), pero considero que es la más importante. Le envidio el intelecto que tenía, anticipado a ciertos tiempos, podía leer los mensajes ocultos, era una persona sin duda muy inteligente, inteligentísimo, según veo, leo y escucho. Y bien, dos: le envidio la fama de inmortal rocanrolero adorado por hombres y mujeres, en especial, la forma en que lo adoran las mujeres, me pone de malas, simple y sencillamente de malas. A veces río irónicamente o me oculto tras la cortina de la indiferencia.
Pero bueno, la envidia que le tengo a la figura de Morisson no es la razón principal por la que lo detesto. Lo detesto por el abuso de las drogas, que lo llevó a su fin. Digo, para empezar, me cae de muy mal peso el hecho de que alguien tan inteligente, con tanta capacidad para crear y que podría enseñarle tanto a la gente y a una juventud muy disparatada que parecía y parece a veces no encontrar su lugar, me molesta tanto que haya abusado del consumo de drogas, que acabó por morir muy joven, con tanto camino por delante. Lo sé, lo sé, igual y ese era todo el camino que tenía, igual y lo que hizo fue exactamente lo que tenía qué hacer y para él no había más camino, eso pueden pensar algunos, pero yo soy del pensar que dejó muchas cosas por hacer, y eso no me late, para nada.
Duro y dale con las drogas. Ahí les va. A mí me gustaría, desde luego, ser una persona de gran intelecto, con capacidad para leer mensajes ocultos, para prever escenarios, para reconocer la corteza del entorno y no solamente rascar la superficie, y bueno, viendo entrevistas y leyendo artículos y platicando con gente uno va entendiendo que el Morrison era una de estas personas. Pues, yo estoy en contra de las drogas químicas, en contra totalmente, negativa radical, incluso puede que me perturbe y moleste bastante si alguien me ofrece o me ven cara de yunkie. ¿A qué quiero llegar? Bueno, el Morrison era uno de esos “rockers” (detesto esa denominación, sin embargo la uso porque existe y se sobreentiende) insatisfechos que le ponía y le ponía y le ponía hasta morir, ora si que “hasta que el cuerpo aguante”.
Uno llega a pensar: ¿tendrá algo qué ver el consumo de drogas con el intelecto que tuvo? Y uno mismo se contesta: puede que no ya que yunkies hay miles y por más que consuman lo que consumía Morrison nunca van a llegar ni a rascarle al intelecto que tuvo. Pero bien, tengo otra picazón que me molesta sobremanera. Si el güey era tan inteligente y tan superior, ¿por qué consumía las drogas? ¿Por qué ese afán de apendejarse o iluminarse o... vayan ustedes a saber por qué se metía lo que se metía. ¿Por qué hacerlo? ¿Era necesario? ¿Era preciso? ¿Era un lujo? ¿Un pasatiempo? ¿Un capricho?
Bueno, tons va la envidia y el uso de las drogas. De hecho, el uso de las drogas es lo que rodea todo. Porque otra razón de gran, gran peso, es que el Morrison es un ídolo de la juventud, un ícono, y como sabemos, hay mucha juventud que no conoce su rumbo, juventud perdida, que se pone figuras a seguir y las sigue, y por andar en la onda de “admiro a tal y cual y para verme superchingón como ellos voy a vestir, hablar, y hacer lo que hacían”. Y chingas... viene el ranazo, caída de espaldas, de esas que sacan el aire de los pulmones. Duele y no permite que uno se mueva. Y bueno, uno no puede competir contra eso, yo no he grabado ningún disco, su gran intelecto de seguro haría papilla al mío, no soy ninguna leyenda, no soy famoso y no estoy tan guapo como él (cuando me dijeron esa última razón comprendí que no tengo nada, absolutamente nada qué hacer contra el Morrison, definitivamente ser menos guapo me hace menos persona...). Claro que no todos son así ni piensan que deberían de ser igual a las personas a las que admiran.
Otro punto, no me late la onda es que Morrison sea como que el ícono absoluto de The Doors. Sé que los centros de atención y figuras de la mayoría de los grupos son los vocalistas de los mismos, pero en este caso, considero que se exagera.
Eso sería todo, lo que queda por decir es que ya no lo detesto, tanto.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Dócil corderito a final de cuentas

Hoy no amanecí con el ruido del radio,
fue el canto de las aves,
fue el viento de primavera,
¡el maldito vaivén de un sueño que me deja!,
una maravillosa pesadilla que se queda.

Quiero crecer y a menudo me da hambre.
Tú vienes y te prestas para ser mi platillo,
un plato dividido entre el ahora y el mañana,
una visita, borracha, a horas de madrugada.

El ayer despierta
y busco cualquier forma para sacarle la vuelta.

Podemos creer que somos bien duros;
locos y salvajes como tormentas;
dignos, erguidos, luchadores rudos.
Podrás haber sobrevivido afrentas
pero eres tú, la chica que me pudo:
Dócil corderito a final de cuentas.

¿No te das cuenta de cuánto me cuesta rechazarte?
No es para darte alas.
No es una actuación.
Por favor, no más preguntas, no me pidas la razón
de un sentimiento difuso que se cura sin doctor.

Podemos creer que somos bien duros;
locos y salvajes como tormentas;
dignos, erguidos, luchadores rudos.
Podrás haber sobrevivido afrentas
pero eres tú, la chica que me pudo:
Dócil corderito a final de cuentas.

lunes, 4 de agosto de 2008

de vuelta/anuncio panorámico patético

Es en los retornos de lo salvaje, en la vuelta de aquel mundo inesperado donde nada se toma en serio; sea el tiempo, las personas, las leyes. Se toman en cuenta, pero no en serio. Uno no es uno mismo, uno es algo más. Uno cuenta con una carga liberadora. Uno no mira atrás porque sabe que va a volver. El Espíritu viajero acompaña. A pesar de saber que vas a regresar y vas a tener que volver a acoplarte a la monotonía de las horas laborales o escolares, a las levantadas temprano, a servir para algo que parece no te sirve, te haces de la vista gorda y no miras atrás. Sabes que vas a volver, así que no miras atrás. Una vez que vuelves, otra vez hay que acoplarse, a pesar de que sabías que lo ibas a hacer, nunca se te había hecho tan difícil, porque el nunca se convierte en el ahora, y bueno, ahora es cuando vuelvo a escribir en este Blog para no dejar morir la idea.

Fui a Monterrey y me topé con un anuncio panorámico, de esos que ves en la calle, gigantescos, que si tomaran vida y acosaran la ciudad, nos hacen añicos. Vas por la avenida y se convierten en un gran punto de distracción. No les estoy echando la culpa de tantos accidentes viales, pero... jijos de la chin... Total, que uno de estos anuncios panorámicos me llamó bastante la atención y me indignó. Antes de contar lo que sigue, aclaro que no me pongo a favor de chilangos ni regios ni oaxaqueños ni veracruzanos ni nada de eso.
Hay un panorámico anunciando una carrera de diez kilómetros. El Panorámico dice algo así como “Haz patria, vence a un chilango”. No me sentí agredido puesto que yo soy chilango (sin meterme a la onda de que el chilango es el que nace fuera y se va al defe y la chingada bla bla bla... qué hueva, ya me harté de explicar esa cuestión). No, no me sentí agredido. Pero me llamó la atención por la patética idea que se presenta. Usaron ese rencor que se tiene contra los chilangos como estrategia de publicidad para meterse en las cabezas y en las tripas de las personas que vean ese anuncio panorámico. Es patético pensar que uno se va a meter a una carrera sólo para ganarle a un chilango, para que el chilango no se lleve el premio. Digo: no me jodan.
No sé cuánto se deteste a los chilangos, pero es impresionantemente patético saber que se les tiene en un pedestal, aunque sea para tirarles jitomates y verduras, pero se les tiene en un pedestal... o bueno, se nos tiene en un pedestal. Se nos mirra para arriba, nos gritaran pura basura, pero de abajo a arriba. Es lamentable.
Cuando llegué a Saltillo, en la secundaria, nunca dije de dónde venía porque a cada rato decían que los chilangos esto y los chilangos aquello, puras cosas negativas, así que yo prudentemente no dije de dónde venía, aunque mi acento era un grandísimo delator. Tiempo después, ya teniendo cierta popularidad y amistades en la secundaria, alguien me preguntó de dónde venía, yo contesté, con toda naturalidad, que del defe. Estos güeyes se impactaron, no podían creer que un chilango fuera tan buena onda como yo lo era con ellos. Pensé, absurdamente, que cambiarían su postura hacia los chilangos, o al menos que dejarían de generalizar, pero no, lo que dijeron fue: bueno, odio a todos los chilangos excepto a ti. Ni me inmuté por refutar ese argumento.
Y bien, yo me preguntaba de dónde salía tanto rencor a los chilangos. Algunas respuestas se basaban en que el país está bien centralizado, que los chilangos se creen la pura chingonada de la vida, que los impuestos se van para allá, que allá tienen toda la chamba y, por último pero creo es el punto más fuerte: que cada vez que un foráneo va al defe, le pasa algo malo, se lo agandallan, lo apañan o simplemente le va mal porque queda atorado en un trafical causado por la huelga tal del sindicato tal de tal empresa por tal mamada que hizo o no hizo gobierno.
Bueno, quizás tienen razón en eso de que les va mal en el defe, y sí, los residentes del distrito federal suelen agandallar a la gente que ven que anda papando moscas, porque en el defe se suele vivir muy despiertos, muy vivos, porque si no, ps te apañan. Y bueno, acá en el norte, en lugar de hacerse más rápidos y más vivos cuando van al defe, simplemente acaban por odiarlos.
Pues ya qué, no los puedo culpar, los agandalles no son cosa fácil y suelen ser muy desagradables, pero... ps ni que acá en el norte no agandallaran a los novatos, a los que ven que no saben por dónde ni qué tranza. Pero bueno, ese no es el punto, el punto es que si siguen con esa mentalidad de odio a los chilangos se van a seguir viendo patéticos. Tan patéticos como yo me veo patético cuando alguien menciona a Gustavo Cerati y yo hablo pura basura del güey, con tal o cual razón, yo lo detesto y él ni me hace en vida. Patético ¿cierto? Bueno, así vi ese panorámico.

Por cierto, un agradecimiento a ese ser gris que vive de las historias, que lee este Blog y que no merece perdón o algo así... no recuerdo bien lo que escribió en su comentario, pero un afectuoso saludo, es bueno saber que existen los lectores del Diente de Marrano y que dejen comentarios. Pinche retroalimentación, me cae que sí incita a que uno escriba más material y más chido.