jueves, 2 de julio de 2009

Frijolito Salvaje (primera parte)

Esta es la intrépida y fabulosa historia del gran luchador clandestino conocido como “El Frijolito Salvaje”.

Su madre lo quería, no cabía duda, pero ese cariño no le incluía los veinte pesos para papitas, sincronizadas, chescos o alguna otra fritura barata que tanto se le antojaba a la hora de recreo. En cambio, su madre le recetaba un yogurt, una manzana y un emparedado de jamón con mayonesa. No era que supiera feo, de hecho, el Frijolito había encontrado diversas formas de comerse su emparedado de jamón con mayonesa para generar distintas sensaciones al saborearlo y no aburrirse de siempre lo mismo. Estaba la forma tradicional, o primero comiéndose la orilla; desmembrándolo y comiendo parte por parte; mezclándolo con la manzana; hasta que no pudo contener sus ansias y quiso intercambiar su emparedado por unas papitas o chicharrones. No lo consiguió. Nadie le cambiaba nada.
El mundo había cambiado bastante desde que ingresó a la secundaria. Ahora era de los peques, los de segundo y tercero ya estaban más crecidos, muchos jugaban mejor al futbol, eran más fuertes y algunos pocos hasta les soltaban el coche. Con lo bajito de estatura que era el Frijolito, muchos pedales le quedaban fuera de alcance. Pero bueno, el año pasado le habían regalado una radiante y flamante bicicleta “Apache” con la que iba y venía a la escuela y a los partidos de fut que no quedaran a más de media hora de pedaleo de su casa. Si algo quedaba más lejos, su madre le daba aventón, su primo universitario lo llevaba en moto, o ya si no había nadie disponible, el Frijolito sabía andarse en combi.
Las chicas habían trepado varios peldaños en su escala de intereses. Directamente proporcional al ensanchamiento de caderas, inflamación del busto y trasero, y qué no decir de las constantes insinuaciones y tropiezos accidentales por parte de ellas en los que el embarramiento de esas partes tan soñadas por todo puberto despertaban muchísimo interés e inquietud, ya que, a pesar de ser morenito y chaparrito, el Frijolito Salvaje era poseedor de una actitud y forma de ser muy agradable para con las chicas.
Aunque no todo era hermoso con ellas, traían muchos problemas, y gastos. Unas más que otras. Los pleitos eran más frecuentes. Ya fuera por celos o como pleito territorial, los chavos se peleaban por ellas. Mucha testosterona acumulada y no sabían cómo expulsarla. Algunos porque la chava no aflojaba y para dedicarles todo su tiempo, se habían salido del fut, de sus bandas o de sus otras actividades recreativas.
En fin, no eran pocas las chicas que venían en el Frijolito Salvaje más que un buen amigo y compañero. Lástima, para ellas, que el Frijolito no estaba tan dispuesto, entonces, para complacer tales necesidades en ese bonche de chicas. Él tenía otras formas de diversión y entretenimiento, o al menos, eso creía él.
Probablemente fueron sus dos primos mayores quienes le inculcaron el amor a la lucha. Ninguno era luchador. El grande, de 23 años, entrenaba artes marciales y el otro, de 21, era futbolista. Eran muy allegados, los tres, por lo que trataban al Frijolito como su hermano menor y no como otro primo. Sus madres se juntaban a menudo y eso hacía que los chavos se juntaran más.
Fueron creciendo y lógicamente, las fiestas y cotorreos de los primos dejaban de ser buen lugar para un joven de 13-14 años, así que no siempre se veían, pero antes de ese desglose social, el Frijolito y sus primos se juntaban casi siempre. Hacían mucho ejercicio. Jugaban futbol y los primos le ponían “entrenamientos” al Frijolito para hacerlo más fuerte, ágil y astuto. Muchas veces jugaban luchitas. El primero en caer al suelo pierde. Esa era la regla. Claro que tampoco se valían golpes y puñetazos, así se mantenía el juego más apto para una mayor audiencia. Era un juego de equilibrio, agilidad y fuerza. Fue así como el Frijolito inició su carrera.
Un buen y soleado día, su madre le dio unos cuantos pesos, porque no había ido a comprar los ingredientes para el emparedado, o se les había hecho tarde en la mañana, vaya ustedes a saber cuál fue la razón, pero el caso es que el Frijolito traía dinero en la bolsa para su comida en recreo. Para desgracia de nuestro intrépido protagonista, lo que le dio su madre no le alcanzaba para nada. Los tiempos habían cambiado y con cinco pesos no se completaba ni un Frutsi.
A Benito, su amigo, se le hizo extraño que el Frijolito estuviera en la fila de la cafetería y en medio de la conversación, le preguntó.
- ¿Qué vas a comprar?
- No sé, lo que me alcance.
- ¿Cuánto traes?
El Frijolito saco unas cuantas monedas de su pantalón y se las mostró a Benito.
- N´ombre, con eso no te alcanza para nada.
- Ni modo. – dijo el Frijolito con una cara impregnada de tristeza.
- ¡Cuál ni modo! Vamos a las luchas para ver si le sacas más.

El Frijolito quería preguntar ¿cuáles luchas?, pero la mera idea de tener una oportunidad de incrementar su capital lo ilusionó tanto que sin vacilar, siguió a Benito.

Continuará...

miércoles, 1 de julio de 2009

Volteo y sufro al mirarte

Volteo y sufro al mirarte.
Te olvido y muero por verte.
Inerte es mi negra suerte
donde todo lo opaca la oscura muerte.

Si tu amor me conlleva al dolor sombrío,
dolor de tan sólo soñar contigo.
La salida fácil: el olvido.
Olvidarte sería peor que haberte perdido.

Por miedo a perderte
no quiero tenerte
a un lado mío.

En un concierto de rocanrol

Hace poco fui al concierto de Andrés Calamaro en el auditorio del Tec de Monterrey. Cabe resaltar que en esta ocasión que el Malamén y yo nos aventurábamos a esa sofocante y alocada ciudad para ir a un concierto de rocanrol, los dioses me premiaron. ¿Y por qué se vieron tan chidos los dioses del rocanrol? Simple y sencillo: fui vestido para la ocasión e hice todo el ritual “pre-concierto de rocanrol”. Sólo me faltó pistear, pero no había tiempo para eso.
El caso de todo esto es que yo tenía contemplado que íbamos a un concierto de rocanrol, pero en el camino surgió una ligera discrepancia de ideas. El Malamén no estaba tan seguro de que íbamos a un concierto de rocanrol, más bien – él pensaba – íbamos a un concierto bohemioso con uno que otro tinte de rocanrol. Algo así – comentaba – como Joaquín Sabina.
Entonces surgió la duda, ¿qué era un concierto de rocanrol? ¿Qué debe tener un concierto para que sea rocanrol? Música, claro, pero últimamente los géneros musicales del rock y sus derivados son tan vastos y confusos que uno ya nunca sabe ni qué tranza. Muchas veces tomamos la tangente de decir: rock alternativo, o rock fusión.
Pero bueno, dejamos la música como elemento fundamental, un paso atrás para enfocarnos en los otros elementos que hacían de un concierto, un concierto de rocanrol. La actitud y la esencia. Sí, hay elementos en un concierto, medio aparte y medio conjunto con la música, que hacen que un concierto sea un concierto de rocanrol.
El premio que me otorgaron los dioses en esta ocasión fue, ni más ni menos que haber entrado gratis al concierto. Nos topamos con un amigo del Malamén que tenía otro amigo al que le sobraban cuatro boletos de cortesía, uno de esos boletos fue para mí.
Como los boletos estaban enumerados, mi asiento estaba alejado del del Malamén y Ana. Yo no me sabía más que una canción, que por cierto, no tocaron. Así que, encontré la posibilidad de fijarme en los elementos diversos que hacían de ese concierto un concierto de rocanrol. Saquí mi libreta e hice mis anotaciones.

- En un concierto de rocanrol, el público canta esos típicos cánticos de “oeeeee oee oee oeeee”, así como (en ciertas ocasiones y con cierto público) los de “culeeeeeros, culeeeeros”, cuando los músicos se van.
- En un concierto de rocanrol, tanto algún músico como varios elementos del público traen gafas oscuras, con todo y todo que no hay sol. Tal vez, se le pueda pasar a los músicos ya que tienen todos los reflectores apuntándoles a la cara, ¿pero los del público? ps bueno, ese es otro elemento.
- En los conciertos de rocanrol, el común dominante de instrumentos musicales son instrumentos eléctricos y no acústicos microfoneados.
- En los conciertos de rocanrol, la iluminación tiende a ser muy extravagante y locochona. Que si se mueven mucho, que si los colores morados, azules, rojos... esa tendencia.
- En los conciertos de rocanrol la mayoría de la gente va vestida de negro.
- En los conciertos de rocanrol no es nada raro encontrar hombres con playeras sin mangas.
- En los conciertos de rocanrol se usan mucho los requintos chillantes con una guitarra Stratocaster.
- En los conciertos de rocanrol encontrarás que una o más de una rola acabará con luces parpadeantes al ritmo de redobles, platillazos y guitarrazos ruidosos.
- En un concierto de rocanrol alguno de los músicos va a traer botas vaqueras.
- En un concierto de rocanrol el líder de la banda va a hacer que el público interactúe mediante aplausos o cánticos.
- En un concierto de rocanrol, a huevo, se brinda pisteando.
- En un concierto de rocanrol nunca faltan los valientes que se suben al escenario para abrazar a sus ídolos.

Esos fueron todos los elementos rocanroleros que vi en el concierto de Andrés Calamaro. Muy probablemente falten más, pero ninguno está de sobra. Claro que si vas a un concierto de rocanrol y no hay alguno de éstos elementos que cité, no significa que el concierto deja de ser de rocanrol. Esto nomás fue una observación y puro cotorreo mío.

Cuando dos almas se quieren...

Cuando dos almas se quieren
como nos quisimos tú y yo,
y una deja a la otra
para buscar otro amor.
Queda un alma herida
que se vuelve inmortal
para buscar el amor que no tuvo,
más bien, el que no pudo dar.