Es en los retornos de lo salvaje, en la vuelta de aquel mundo inesperado donde nada se toma en serio; sea el tiempo, las personas, las leyes. Se toman en cuenta, pero no en serio. Uno no es uno mismo, uno es algo más. Uno cuenta con una carga liberadora. Uno no mira atrás porque sabe que va a volver. El Espíritu viajero acompaña. A pesar de saber que vas a regresar y vas a tener que volver a acoplarte a la monotonía de las horas laborales o escolares, a las levantadas temprano, a servir para algo que parece no te sirve, te haces de la vista gorda y no miras atrás. Sabes que vas a volver, así que no miras atrás. Una vez que vuelves, otra vez hay que acoplarse, a pesar de que sabías que lo ibas a hacer, nunca se te había hecho tan difícil, porque el nunca se convierte en el ahora, y bueno, ahora es cuando vuelvo a escribir en este Blog para no dejar morir la idea.
Fui a Monterrey y me topé con un anuncio panorámico, de esos que ves en la calle, gigantescos, que si tomaran vida y acosaran la ciudad, nos hacen añicos. Vas por la avenida y se convierten en un gran punto de distracción. No les estoy echando la culpa de tantos accidentes viales, pero... jijos de la chin... Total, que uno de estos anuncios panorámicos me llamó bastante la atención y me indignó. Antes de contar lo que sigue, aclaro que no me pongo a favor de chilangos ni regios ni oaxaqueños ni veracruzanos ni nada de eso.
Hay un panorámico anunciando una carrera de diez kilómetros. El Panorámico dice algo así como “Haz patria, vence a un chilango”. No me sentí agredido puesto que yo soy chilango (sin meterme a la onda de que el chilango es el que nace fuera y se va al defe y la chingada bla bla bla... qué hueva, ya me harté de explicar esa cuestión). No, no me sentí agredido. Pero me llamó la atención por la patética idea que se presenta. Usaron ese rencor que se tiene contra los chilangos como estrategia de publicidad para meterse en las cabezas y en las tripas de las personas que vean ese anuncio panorámico. Es patético pensar que uno se va a meter a una carrera sólo para ganarle a un chilango, para que el chilango no se lleve el premio. Digo: no me jodan.
No sé cuánto se deteste a los chilangos, pero es impresionantemente patético saber que se les tiene en un pedestal, aunque sea para tirarles jitomates y verduras, pero se les tiene en un pedestal... o bueno, se nos tiene en un pedestal. Se nos mirra para arriba, nos gritaran pura basura, pero de abajo a arriba. Es lamentable.
Cuando llegué a Saltillo, en la secundaria, nunca dije de dónde venía porque a cada rato decían que los chilangos esto y los chilangos aquello, puras cosas negativas, así que yo prudentemente no dije de dónde venía, aunque mi acento era un grandísimo delator. Tiempo después, ya teniendo cierta popularidad y amistades en la secundaria, alguien me preguntó de dónde venía, yo contesté, con toda naturalidad, que del defe. Estos güeyes se impactaron, no podían creer que un chilango fuera tan buena onda como yo lo era con ellos. Pensé, absurdamente, que cambiarían su postura hacia los chilangos, o al menos que dejarían de generalizar, pero no, lo que dijeron fue: bueno, odio a todos los chilangos excepto a ti. Ni me inmuté por refutar ese argumento.
Y bien, yo me preguntaba de dónde salía tanto rencor a los chilangos. Algunas respuestas se basaban en que el país está bien centralizado, que los chilangos se creen la pura chingonada de la vida, que los impuestos se van para allá, que allá tienen toda la chamba y, por último pero creo es el punto más fuerte: que cada vez que un foráneo va al defe, le pasa algo malo, se lo agandallan, lo apañan o simplemente le va mal porque queda atorado en un trafical causado por la huelga tal del sindicato tal de tal empresa por tal mamada que hizo o no hizo gobierno.
Bueno, quizás tienen razón en eso de que les va mal en el defe, y sí, los residentes del distrito federal suelen agandallar a la gente que ven que anda papando moscas, porque en el defe se suele vivir muy despiertos, muy vivos, porque si no, ps te apañan. Y bueno, acá en el norte, en lugar de hacerse más rápidos y más vivos cuando van al defe, simplemente acaban por odiarlos.
Pues ya qué, no los puedo culpar, los agandalles no son cosa fácil y suelen ser muy desagradables, pero... ps ni que acá en el norte no agandallaran a los novatos, a los que ven que no saben por dónde ni qué tranza. Pero bueno, ese no es el punto, el punto es que si siguen con esa mentalidad de odio a los chilangos se van a seguir viendo patéticos. Tan patéticos como yo me veo patético cuando alguien menciona a Gustavo Cerati y yo hablo pura basura del güey, con tal o cual razón, yo lo detesto y él ni me hace en vida. Patético ¿cierto? Bueno, así vi ese panorámico.
Por cierto, un agradecimiento a ese ser gris que vive de las historias, que lee este Blog y que no merece perdón o algo así... no recuerdo bien lo que escribió en su comentario, pero un afectuoso saludo, es bueno saber que existen los lectores del Diente de Marrano y que dejen comentarios. Pinche retroalimentación, me cae que sí incita a que uno escriba más material y más chido.
lunes, 4 de agosto de 2008
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