miércoles, 19 de agosto de 2009

No te rajes

Hace unos días estuve a punto de suicidar una parte de mí. Esa parte que me distingue de ser una persona genérica. Esa parte que hace que la gente que me conoce diga: no sé por qué lo hace, pero así es él y chido por él si es fiel a sí mismo. Esa parte que me hace sonreír de oreja a oreja cuando me dicen que estoy manchado de amarillo por haber comido mango. Será que me lo dicen para que me talle y me limpie porque me “veo mal”, o bueno, sucio... impropio; pero yo sonrío porque me recuerdan la delicia y el goce por el que pasé mientras me lo comía y me manchaba.
Pues sí, hace unos días tuve ganas de convertirme en una persona que ya no sonreiría de oreja a oreja, sino que se tallaría, se avergonzaría de ser un cochino por mancharse al comer un rico y delicioso mango amarillo fresco y jugoso; una persona que no gozaría todo lo que pudiera al comer ese mango porque debe cuidarse de no ensuciarse.
Imagínense nomás... ya no sería yo, para los que me conocen, ya no sería “el Ñero”. Ese que saca cada idea loca y aparentemente irreverente. Ese que parece ser valemadrista ante todo. Ese que parece que no se calla nada. Perdería cierta parte de mi capacidad de impresión cuando veo algo hermoso y me detengo a contemplarlo y todavía después de un rato sigo impresionado, emocionado y agradecido por haberlo visto.
No, no. No manchenN no, nel. ¡Ni madres! Afortunadamente, cinco segundos después de que me dieran ganas de suicidar esa parte de mí, me di de topes como regaño por siquiera haberlo pensado. Era algo lógico, si se le ve desde cierto punto de vista... cuando crees que todo te sale mal por ser tan impetuoso, quieres dejar de serlo, quieres dejar de arriesgarte, quieres comenzar a vivir una vida prudente y segura, y así ganar lo que quieres ganar y no pintarte metas que no puedes ver, tocar, oler, probar, pero que puedes sentir, desde dentro.
Pero bueno... poco después, me topé con un poema de Mario Benedetti que fue como un: ¡tómala!, que te estamos vigilando y hay de ti si te nos achicolapas y te rajas, oh, hay de ti. Ahí les va el poema.

No te salves

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios

y te secas sin labios
y te duermes sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

¡Tómala!, ¿apoco no? ¡Tómala barbón! No te rajes, me dijo Mario Benedetti, y no se rajen, les digo yo a todos ustedes. No se rajen.

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