En una de esas borracheras donde acabas en casa de tu cuatazo de pantalones bien puestos (me refiero a que son tan cuates que pueden dormir en la misma cama, incluso abrazados pa´ quitarse el frío, pero siempre de los siempres, con los pantalones bien puestos) escuchando la sabiduría cantinera y dolorosa de José Alfredo...
En una de esas borracheras donde si tiras el licor de la última botella, haces lo que sea por recuperarlo, lo chupas de la alfombra.
En una de esas borracheras, este wey y yo charlábamos acerca de los grandes problemas que afligen a los jóvenes de hoy en día.
Las oportunidades. Hay tantas oportunidades que nos la pasamos pensando en qué elegir, haciendo una balanza... vaya, hasta hay una materia en secundaria y prepa hecha para que puedas elegir una carrera qué estudiar.
Bueno, ps perdemos taaaanto, pero taaaanto tiempo eligiendo las oportunidades, basándonos en la lógica y en planes a futuro y tantas otras cosas, que olvidamos dónde estamos, quiénes somos y qué es lo más importante... vivir.
Antes, para algunos de nosotros, con nuestros abuelos, para otros, los bisabuelos, para otros los tatarabuelos (eso depende de cada familia), pero para aquellos seres de donde venimos... a ellos no se les presentaban oportunidades, era: o haces esto, o te chingas,
y pues, uno aprende a hacer lo que tiene que hacer, y a ser feliz con ello.
Sí, alguien por ahí podría decir: eso se llama mediocridad, y puede que tenga razón, pero no creo que sea mediocridad que las aspiraciones más grandes de alguien se basen en algo pequeño para algunos pero completo y redondo para otros.
Alguna vez leí por ahí (no recuerdo de quién y no voy a atreverme a atinarle, por respeto al autor), y me gustó: No es mejor quien más tiene, sino quien menos necesita.
Carpe diem, vivo el momento, tomo las oportunidades que se me presentan porque se me antojan, se me hace fácil, o porque en el momento parecen ser buenas ideas. Sí, igual y caigo en errores, muchos errores, pero quiero llegar a viejo (si es que llego) y saber que fui de esas personas que prefería caer en errores a quedarme oscilando entre que si me lanzo o no me lanzo, prefiero tomar el tren sin rumbo, con muchas ganas y un revoltijo de emoción en mi estómago a quedarme esperando en la estación esperando a que me crezca valor para atreverme.
No siempre le hago así, claro, a veces yo también me arrugo en mi asiento y me achicopalo, pero hoy por hoy, se me hace una buena forma de vivir la vida. Se las recomiendo. Tal vez la respuesta está en pensar “de qué me arrepentiría más”.
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