Hace unos días una chica me puso a pensar mucho en el diablo. No, no lo tomen a mal, no es que piense que esa chica es el diablo, o bueno... no, no es que la considere el diablo, pero para esa consideración, hay algo qué aclarar. Ahí les va.
Cada quien ve al diablo como quiere verlo. Algunos lo ven como el máximo símbolo del mal. Otros lo ven como una frustración de lo que quieren hacer y no pueden porque los cánones de la sociedad y los estatutos se los impiden. A otros les vale madre y dicen que no existe. Bueno, les compartiré mi punto de vista respecto al diablo.
Yo digo que el diablo es el último romántico. El último y el primero. Fue el primero en atreverse a desafiar a la autoridad por lo que sentía, el primero en atreverse a rifársela contra un bien mayor porque creía que había algo más en su existencia, algo más a lo que le decían. Fue el primero en desafiar el orden y lo establecido, buscando diversidad. Fue el primero en enamorarse de una idea e ir tras ella contra toda probabilidad de ganar. Fue el primero en atreverse a remar en contra sabiendo que lo importante no era adónde llegaría, sino lo que viviera y sintiera en el viaje. Fue el primero en querer conocer la verdad por sí mismo y no por así se lo decían.
Fue el primer romántico, sí, y será el último. Hoy en día, el romanticismo es una ideología, forma de vida (como quieran verlo), que está caducando, está quedándose atrás pues no encuentra cabida en una humanidad que avanza de forma desmesurada. Una humanidad que siempre tiene prisa y no tiene tiempo para descansar y contemplar la belleza. Una humanidad donde el progreso requiere de cálculo, análisis, premeditación, anticipo y práctica. Una humanidad donde los que se arriesgan sin contemplaciones, por puro ímpetu, son los tontos. Aunque la historia nos sigue diciendo que hay esos que se arriesgan y ganan, y ganan grande.
Pero esos son unos pocos, a la mayoría, a los simples mortales sin aspiraciones de convertirse en leyenda, el romanticismo les es algo obsoleto, caducado, incluso me atrevo a decir que se le mira como si fuera inadecuado. ¡Ya no hay tiempo! No hay tiempo para detenerse a contemplar la belleza de lo natural y lo regular; un atardecer, un árbol, un lago y sus contornos, una mujer, cualquier cosa poco importante para el futuro. No hay tiempo para no hacer nada y simplemente disfrutar de lo que a uno le rodea. No hay tiempo para escribir cartas de amor ni poemas, tampoco hay tiempo para leerlos.
Ahora hay que estar seguros, hay que prepararse, es de tontos rifarse el pellejo por una corazonada. Entonces... para el ritmo que lleva la humanidad, el romanticismo será completamente obsoleto en alguna época, sólo quedará el diablo. El último romántico, el primero en enamorarse. Él se esconderá en callejones oscuros, en tabernas sucias; se refugiará de la lluvia ácida y congelada debajo de puentes; se refugiará de la luz por ser imperfecto y mostrarse como tal.
Sí, el diablo será el último romántico y vivirá en las cloacas de las ciudades perfectas pues no quedarán pueblos pintorescos. Viajará de noche protegido bajo el manto de la oscuridad para que cuando una persona perfecta, con peinado perfecto, ropa perfecta, trabajo perfecto, hogar perfecto, educación perfecta, familia perfecta, y vida perfecta lo vea; no se asuste ni lo pretenda destruir por miedo a lo desconocido e imperfecto.
Sí, el diablo, el último romántico será avasallado por la cultura pop progresista, será discriminado por enamorado y sincero. Pero, él lo sabía en un principio, cuando se atrevió a hacer lo que hizo, a buscar respuestas, a desafiar a la autoridad, a rifársela por sus creencias, a dejarse llevar por un sentimiento. Bueno, tal vez no lo sabía, pero sabía que podía llegar a eso, y sabía que estaría ahí para ver el final. Siendo el primero de todos y el más grande, para acabar como el último y más desdichado.
El diablo se codeará con la muerte, tal vez jugando al ajedrez, y ésta le preguntará, ¿por qué, si sufres tanto, no dejas que te lleve conmigo? Y el diablo, el último romántico, el primer enamorado, contestará: Porque quiero ver cómo acaba todo.
Es esa curiosidad inexplicable, ese deseo por aprender indefinidamente, por experimentar y llenarse de vida, de una vida desconocida; es ese elemento único y distinguido que lleva a los románticos a vivir la vida que llevamos. Y siendo el diablo, el primer enamorado para ser el último romántico, merece mi aplauso y amistad.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario