jueves, 12 de junio de 2008

No rockero

Este es el anuncio oficial, ya no se puede esconder, aunque tal vez esta verdad se conozca por todo mundo y el único que se negaba a aceptarla o a verla era yo. Francamente, NO me daba cuenta, no era que no aceptara. Hibiera convocado a una rueda de prensa, pero creo que no soy tan importante para los medios de comunicación ni para muchas personas, así que la rueda de prensa fracasaría. Lo hago oficial por este medio aunque no sé cuanta audiencia tenemos. Total, sin rodeos, dejémonos de chiquilladas y enfrentemos la realidad brutal. Ahí les va... chan chan chaaaaaan. No soy rockero.
Ahí estuvo. Lo hice. Lo admito. No soy rockero. No es algo de lo que me avergüence, también puedo decir que soy un metalero frustrado y un patinetero fracasado. No recuerdo a qué edad específicamente pero ahí por la secundaria quise darle a la patineta, hasta me compré una, pero no, no era lo mío. Y no tanto por el miedo a los trancazos, o a la paciencia de aprender, simplemente decidí que no era lo mío. Hoy por hoy me atrevo a decir que qué bueno que lo dejé, ya que de haberme hecho bueno en eso, ahora sí le tengo miedo a esos trancazos.
El metalero frustrado surgió en la prepa. Yo cursé preparatoria en una institución donde van jóvenes que son o se creen, élite. La gran cremada de la taquería saltillense. La salsita delux. Pues bien, si antes de entrar a la prepa ya me gustaba el metal, ahí acabé por adorarlo. En parte, tengo que admitir, me hice más metalero sólo por ser contreras, por parecer distinto a todo lo que me rodeaba que me disgustaba sobremanera. Pero como mencioné antes, no me hice metalero nomás para llevar la contra, ya me gustaba. En la prepa simplemente reafirmé mi devoción... corrijo. Gusto, más que devoción.
Fue tanto ese gusto, que iba coincidiendo con mi preparación y crecimiento musical. Yo no quería quedarme en el tramo del “fan”, yo quería tocarlo, quería subirme a los escenarios y tocar, cantar e infundir la energía que yo sentía cuando iba a los conciertos. Bien, tristemente, pero francamente, porque a menudo la realidad puede ser muy triste cuando se torna franca y encara a los sueños, no pude tocar metal. En la guitarra era muy rápido y en la cantada muy agudo, ni una ni otra. Aparte, siempre hubo algo en mi que iba por otro lado, no precisamente el metal.
Entonces aparecen aquellos que si bien ya habían entrado en escena, se fueron a la esquina, sin dejar de hacer ruido, esperando a que yo los mirase de nuevo. Joaquín Sabina, Rockdrigo González y El Tri (que fue de los meros pioneros) volvieron a tomar su lugar en el cuadro y se quedaron como mis más fuertes raíces en cuanto a la composición.
Ahora... no digo que ellos no sean rocanroleros, pero tampoco son el mero prototipo de rock que existe. No me pregunten cuál es el mero prototipo de rock, porque no estoy muy seguro de eso, pero creo que mis tres influencias más grandes no lo son, en todo caso, el Tri es el que más se acerca.
Mi novia, siempre que se enojaba conmigo, me llamaba pouser, que yo era puro pedo y que no era “rocker” bla bla bla, ya saben como son las mujeres cuando se enojan, ponen a secar todos los trapitos al sol que tengan a su disposición, y si no tienen, se los inventan, me cae; y pues, tenía razón en algo, yo no era el “rocker” que ella veía. Algo así como cuates bien “cool” que van a raves y escuchan electrónica y psyco, otros del estilo de Jim Morisson, Gustavo Cerati, y pues no, yo no era como ellos, ni me parecía, ni me parezco y espero no hacerlo. Esa no es mi onda, la verdad. Pero sabemos que el rock no es sólo eso, por eso no me enojaba mucho cuando mi querida Valquiria me llamaba “pouser” o “trovador”.
Pasadas esas broncas sin sentido, ahí nos tienen, componiendo una canción. Ella puso la letra y quería que yo la musicalizara. Acepté a pesar de que es algo muy personal mío, pero no soy de los que apoyan las composiciones en conjunto. Pero ahí me tienen, musicalizando su canción. Por más melodías que le ponía y acordes y ritmos, a ella no le gustaba, decía que eso no era rock y la quería más rockera (la canción). Como no pudo explicarme qué era el rock, me puso un ejemplo para que yo me diera una idea y sacara algo semejante. La muy condenada puso la canción de “Shine on you crazy diamond”.
A las primeras tres notas yo me negué rotundamente. No puedo, le dije, componer algo como eso, esas son verdaderas obras de arte, genialidades musicales. Y así quedó. Lo fui pensando camino a mi casa y llegué al punto de que no era tanto que no pudiera tocar algo Pinkfloydezco, sino que no se me da componer así. No porque no pueda, simplemente no es lo mío. Me di una vuelta por mis rolas, y con una simple ojeada se puede notar que yo estoy lejos de ser un rockero.
Bohemio, me dijo mi madre. Yo siempre he dicho que tú eres bohemio. Va más con tu forma de ser. Extrañamente, no me disgustó el ser llamado bohemio, aunque no puedo decir que lo sea. Ahora no puedo decir bien a bien a qué género pertenezco puesto que los géneros de música han sido tan violados y tienen tantas, pero tantas ramas, que ya ni sé qué tranza. Pero puedo decirles esto: estoy entre que bohemio (como dice mi madre) guapachoso, urbano y algo de blues.
Aja baraja. Sí, lo sé, es confuso. Por eso, para empezar, hay que definir qué es el rock. Pero eso va para después, no será fácil dar con el clavo, si es que existe.

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