FAUSTO, SEGÚN ERICK (creo que cuarta parte)
No sé si ha sido el viaje más divertido que he tenido, pero vaya que me divertí, como nunca antes y probablemente como nunca lo haré. Bueno, tal vez sí. El caso es que me divertí muchísimo. Desde que me invitaron. Digo, era viaje, rock, cuates, pisto, Guanajuato. ¡Era una auténtica gira de rock! Claro que yo no formaba parte del grupo y sólo tocaron en un lugar y la gira no duró ni un fin de semana entero, pero vaya si nos divertimos.
Para empezar, Guanajuato no es cualquier lugar para mí, ni para el mundo. Es la ciudad donde se hacen los festivales Cervantinos y es el estado donde se encuentra San Miguel de Allende. Hay magia, en verdad, y yo tengo una gran herencia por esos lares. Herencia espiritual, aclarando. Desde pequeño que voy para allá y siempre me divierto tanto. Tal vez sea por el hecho de que siempre que voy para allá traigo la idea de deschongarme y pasármela de lo mejor, pero bueno, no estamos hablando de San Miguel.
Hubo hasta caravana para ir a Guanajuato. Dos coches. En uno íbamos los comunicolocos con quienes me encanta viajar y hemos hecho varias veces: René y Lalo. En el otro coche iba puro miembro del grupo: César, Canepa, y Carlitos. Antes de llegar a Guanajuato ya íbamos, o bueno, yo al menos ya iba hasta la madre, disque guiando por entre San Miguel, porque en nuestro coche habíamos decidido hacer escala en San Miguel para recoger a mi primo Pancho, quien vive ahí. No nos desviamos casi nada, de hecho, de no ser porque pasamos a escasas calles de casa de Pancho, no hubiera ubicado el lugar y no hubiera solicitado pasar por él. Pero pasamos, y nos divertimos bastante.
No recuerdo ni cómo ni por dónde ni casi nada del arribo a Guanajuato, según esto. Recuperé la conciencia mientras caminábamos rumbo al bar donde habrían de tocar. No supe dónde había quedado el coche ni cuánto habíamos caminado. Total, que llegamos al bar y nos dimos una vuelta por las calles y callejones de Guanajuato. Creo que fui a echar una cenita con René y Pancho, y la verdad sea que esa cenita me alivianó bastante, no recuerdo qué cené pero incluía tortillas.
Fuimos a otro bar y ya luego regresamos a la Góndola, creo que así se llama, o llamaba donde iban a tocar. Fue genial, absolutamente genial, creo que hasta yo salí con una gruppie que una de dos: o era extranjera, o estaba tan borracha que no le entendía ni pista de lo que me decía.
Pasé a recitar un fragmento de “La vida es Sueño”, de Calderón de la Barca: en el mundo, en conclusión / todos sueñan lo que son / aunque ninguno lo entiende. / Yo sueño que estoy aquí / de estas prisiones cargado / y soñé que en algún otro estado / más lisonjero me vi. / ¿Qué es la vida? Un frenesí / ¿Qué es la vida? Una ilusión. / Una sombra, una ficción. / Si el mayor bien es pequeño / pues toda la vida es sueño / y los sueños... sueños son.
También un cuate se subió al escenario y cantó una rola de la Janis a flor de piel, bien prendidote el güey. Recuerdo como llevaba el ritmo de la rola con las características zapateadas o taconazos, este cuate los daba bien duros, bien prendido.
Tal vez eso fue porque se reventó una cuerda, porque también, si no me falla la memoria, pasé a tocar la canción de “Wish you were here” con guitarra. Algo así recuerdo. Les digo, si de por sí había llegado a Guanajuato con un importante insumo de cerveza, lo que me tomé en el bar acabó con la tinta que firmaba.
El regreso fue todo un pedo, no había dinero suficiente, o no nos cuadraban las cuentas. Algo así era, así que tuvimos que ir a las calles a tocar por dinero. Primero un payaso nos quitó a la malagueña de su plaza. He convertido en enemigo a los payasos urbanos. Cada vez que paso frente a uno, cargando con mi guitarra, el payaso dice algo para ridiculizarme. Y no solo aquella vez, es como una generalidad, que los payasos quieran ridiculizar a los músicos. Lo corroboré cuando pasé por uno de esos espectáculos urbanos en la Alameda de Saltillo, con Lalo, cargando nuestras guitarras, y pum, atacó el payaso. Lo que me recuerda un episodio bastante entretenido, es una anécdota más bien. No tiene casi nada que ver con Fausto pero la contaré de todos modos. En Zacatecas, semana santa y festival de la cultura (dos en uno) del 2008, ya ebrios y con guitarra, Canepa y yo retábamos a un “duelo de rock” a cualquier transeúnte que pasara frente a nosotros. Nos les parábamos enfrente y gritábamos ¡guerra de rock, guerra de rock! Les decíamos cuáles eran las reglas (cada bando improvisa una rola y al final vemos cuál quedó mejor) y siempre nos sacaron la vuelta, por lo que éramos absolutos vencedores. Hasta que nos topamos con unos boleros... uufff la china que nos pudieron, aunque yo insito que nos hicieron trampa, tocaron una de sus “coplas” y quedamos en completo ridículo, lo bueno es que como estábamos haciendo desmadre todos juntos, andábamos tan borrachos y nos divertíamos tanto, eso de quedar en ridículo pasó a segundo plano, incluso perdió planos por completo y se diluyó en el alcohol y el espíritu desmadroso y carnavalero que la mayoría de la gente por ahí traía.
Bueno, regresando a Guanajuato. El payaso que nos corrió de su plaza. Luego hubo otro problema para tocar en la calle, ya que unos individuos, supuestamente del gobierno municipal o algo así, nos dijeron que no podíamos tocar sin permiso, y que el permiso lo teníamos que ir a pedir a no sé dónde.
Como sea, nos cambiamos de lugar y cual contreras jóvenes mexicanos, tocamos en ese otro lugar, y cual tercos los individuos esos que representaban la “ley”, nos volvieron a llamar la atención. Pues que nos cambiamos de lugar otra vez y dimos con César, quien seguía haciendo cuentas. Casi no hicimos dinero en esas tocadas callejeras, pero fue divertido. En fin, no sé si cuadraron las cuentas, pero nos regresamos a pesar de todo.
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