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jueves, 24 de julio de 2008

Real de Catorce. La probadera del peyote

Bueno, no sé si haya lectores de este blog así como para pedirles disculpas… no, qué chingados… disculpas ni madres, es más bien una notificación de por qué no he escrito y no escribiré dentro de un tiempo. No he escrito porque nos fuimos: Lalo, el Malamen y yo, a Real de Catorce, sí, con la única intensión de comer peyote y… y ver qué pasaba, trascender, evolucionar, ser iluminados con una gran sabiduría… queríamos descubrir ese pedo.
Bueno, por eso es que no he escrito, y no escribiré porque ya salgo de vacaciones y no tengo comp. En mi casa, y muy probablemente no vaya a un ciber o a casa de alguien para escribir.

Okei, en cuanto al viaje a Real de Catorce. Cabe destacar que nosotros no queríamos ir a comer peyote sólo por el viaje y el alucine y la onda de sexo, drogas y rocanrol. Yo quería probar el peyote como algo místico y mágico. Tengo que decir que la sugestión de uno provoca efectos, pero hay sí, un punto en el que no es la sugestión, en que los efectos son reales. No les voy a contar de mi experiencia, porque es una historia que he contado ya muchas veces vía oral, y no quiero escribirla. Así que si quieren conocerla, será por vía oral. Lo que puedo decir es que fue… interesante.

Regreso del desierto y no me siento más sabio ni poderoso ni iluminado. No, soy el mismo Ñero, pero con la devoción de querer ser el Nackeri y llevar como bandera e himno la rola de “Noche de Bodas” de Joaquín Sabina. Sigo adorando lo que adoro y detestando lo que detesto, creo en lo que creía antes y al parecer, nada cambió. Pero bueno, un viaje más en mi lista de vivencias.

Tuvimos una peda… pedototota. En un Bar, el Tolentinos, se llamaba. Conocimos a los músicos y hasta nos hicimos cuates de ellos. Nos dejaron dormir en su departamento ya que nosotros no teníamos donde dormir, bueno, sí teníamos: en el coche.

Los puntos a destacar del viaje:
- Pedir agua en un bar.
- El plato de botana que nadie toco, porque estábamos ayunando.
- La regañiza que el peyote le puso a Lalo, con merecido haber.
- La pedota que nos pusimos en el bar, a la segunda noche.
- Haber conocido a un angel y un demonio el mismo día, y luego haberlas bajado de su pedestal.
- Las tambaleadas del Malamen rumbo al coche para sacar la botella y seguir con el cotorreo.
- Las culeadas de Lalo cuando, en el camino de regreso que le tocó ser copiloto y a mi manejar, yo aceleraba para rebasar.
- Los reivers a los que dejamos erizos porque no fuimos a cotorrear con ellos porque ni el Malamen ni yo queríamos cotorrear con unos reivers (me vale madre de lo que me perdí entonces y me perderé en un futuro por tachar así a la gente, ¡me vale madres!)
- La pelea de gallos a la que fuimos pero tuvimos que retirarnos antes de que empezara.
- El pouser indio mexicano que le lavó el cerebro a una güerota y ahora viven como un par de hippies nativos. Hazme el favor, hippies nativos.
- La chica hippiosamente arreglada que me saludó y preguntó cómo estaba, lo que provocó en mí un momento en el que el dios me miró directamente.
- La comida en un restaurante-central de camiones en Estación 14, después de haber ayunado por casi dos días y haber comido peyote.
- Lo buena onda que anduvimos en la segunda noche del viaje.
- El rock sigue muerto…

Si se me olvidó algo, se me olvidó y ni modo, el resto no lo quiero contar por aquí.

miércoles, 4 de junio de 2008

De gira por Guanajuato

FAUSTO, SEGÚN ERICK (creo que cuarta parte)
No sé si ha sido el viaje más divertido que he tenido, pero vaya que me divertí, como nunca antes y probablemente como nunca lo haré. Bueno, tal vez sí. El caso es que me divertí muchísimo. Desde que me invitaron. Digo, era viaje, rock, cuates, pisto, Guanajuato. ¡Era una auténtica gira de rock! Claro que yo no formaba parte del grupo y sólo tocaron en un lugar y la gira no duró ni un fin de semana entero, pero vaya si nos divertimos.
Para empezar, Guanajuato no es cualquier lugar para mí, ni para el mundo. Es la ciudad donde se hacen los festivales Cervantinos y es el estado donde se encuentra San Miguel de Allende. Hay magia, en verdad, y yo tengo una gran herencia por esos lares. Herencia espiritual, aclarando. Desde pequeño que voy para allá y siempre me divierto tanto. Tal vez sea por el hecho de que siempre que voy para allá traigo la idea de deschongarme y pasármela de lo mejor, pero bueno, no estamos hablando de San Miguel.
Hubo hasta caravana para ir a Guanajuato. Dos coches. En uno íbamos los comunicolocos con quienes me encanta viajar y hemos hecho varias veces: René y Lalo. En el otro coche iba puro miembro del grupo: César, Canepa, y Carlitos. Antes de llegar a Guanajuato ya íbamos, o bueno, yo al menos ya iba hasta la madre, disque guiando por entre San Miguel, porque en nuestro coche habíamos decidido hacer escala en San Miguel para recoger a mi primo Pancho, quien vive ahí. No nos desviamos casi nada, de hecho, de no ser porque pasamos a escasas calles de casa de Pancho, no hubiera ubicado el lugar y no hubiera solicitado pasar por él. Pero pasamos, y nos divertimos bastante.
No recuerdo ni cómo ni por dónde ni casi nada del arribo a Guanajuato, según esto. Recuperé la conciencia mientras caminábamos rumbo al bar donde habrían de tocar. No supe dónde había quedado el coche ni cuánto habíamos caminado. Total, que llegamos al bar y nos dimos una vuelta por las calles y callejones de Guanajuato. Creo que fui a echar una cenita con René y Pancho, y la verdad sea que esa cenita me alivianó bastante, no recuerdo qué cené pero incluía tortillas.
Fuimos a otro bar y ya luego regresamos a la Góndola, creo que así se llama, o llamaba donde iban a tocar. Fue genial, absolutamente genial, creo que hasta yo salí con una gruppie que una de dos: o era extranjera, o estaba tan borracha que no le entendía ni pista de lo que me decía.
Pasé a recitar un fragmento de “La vida es Sueño”, de Calderón de la Barca: en el mundo, en conclusión / todos sueñan lo que son / aunque ninguno lo entiende. / Yo sueño que estoy aquí / de estas prisiones cargado / y soñé que en algún otro estado / más lisonjero me vi. / ¿Qué es la vida? Un frenesí / ¿Qué es la vida? Una ilusión. / Una sombra, una ficción. / Si el mayor bien es pequeño / pues toda la vida es sueño / y los sueños... sueños son.
También un cuate se subió al escenario y cantó una rola de la Janis a flor de piel, bien prendidote el güey. Recuerdo como llevaba el ritmo de la rola con las características zapateadas o taconazos, este cuate los daba bien duros, bien prendido.
Tal vez eso fue porque se reventó una cuerda, porque también, si no me falla la memoria, pasé a tocar la canción de “Wish you were here” con guitarra. Algo así recuerdo. Les digo, si de por sí había llegado a Guanajuato con un importante insumo de cerveza, lo que me tomé en el bar acabó con la tinta que firmaba.
El regreso fue todo un pedo, no había dinero suficiente, o no nos cuadraban las cuentas. Algo así era, así que tuvimos que ir a las calles a tocar por dinero. Primero un payaso nos quitó a la malagueña de su plaza. He convertido en enemigo a los payasos urbanos. Cada vez que paso frente a uno, cargando con mi guitarra, el payaso dice algo para ridiculizarme. Y no solo aquella vez, es como una generalidad, que los payasos quieran ridiculizar a los músicos. Lo corroboré cuando pasé por uno de esos espectáculos urbanos en la Alameda de Saltillo, con Lalo, cargando nuestras guitarras, y pum, atacó el payaso. Lo que me recuerda un episodio bastante entretenido, es una anécdota más bien. No tiene casi nada que ver con Fausto pero la contaré de todos modos. En Zacatecas, semana santa y festival de la cultura (dos en uno) del 2008, ya ebrios y con guitarra, Canepa y yo retábamos a un “duelo de rock” a cualquier transeúnte que pasara frente a nosotros. Nos les parábamos enfrente y gritábamos ¡guerra de rock, guerra de rock! Les decíamos cuáles eran las reglas (cada bando improvisa una rola y al final vemos cuál quedó mejor) y siempre nos sacaron la vuelta, por lo que éramos absolutos vencedores. Hasta que nos topamos con unos boleros... uufff la china que nos pudieron, aunque yo insito que nos hicieron trampa, tocaron una de sus “coplas” y quedamos en completo ridículo, lo bueno es que como estábamos haciendo desmadre todos juntos, andábamos tan borrachos y nos divertíamos tanto, eso de quedar en ridículo pasó a segundo plano, incluso perdió planos por completo y se diluyó en el alcohol y el espíritu desmadroso y carnavalero que la mayoría de la gente por ahí traía.
Bueno, regresando a Guanajuato. El payaso que nos corrió de su plaza. Luego hubo otro problema para tocar en la calle, ya que unos individuos, supuestamente del gobierno municipal o algo así, nos dijeron que no podíamos tocar sin permiso, y que el permiso lo teníamos que ir a pedir a no sé dónde.
Como sea, nos cambiamos de lugar y cual contreras jóvenes mexicanos, tocamos en ese otro lugar, y cual tercos los individuos esos que representaban la “ley”, nos volvieron a llamar la atención. Pues que nos cambiamos de lugar otra vez y dimos con César, quien seguía haciendo cuentas. Casi no hicimos dinero en esas tocadas callejeras, pero fue divertido. En fin, no sé si cuadraron las cuentas, pero nos regresamos a pesar de todo.