El cuerpo duele, punza, los brazos se sienten cansados, hay uno que otro golpecillo en la espalda, la parte trasera del cuello pesa horrores, bueno, pues... ¿qué carajos hice? Entonces vienen a mi mente mil imágenes cargadas con tanta energía en plena explosión. Ah, pues ¿cómo no?. Un concierto de rocanrol.
De la tardía aparición del grupo.
No sé por qué lo hacen en los bares, la verdad no entiendo la razón. Digo, igual y sea una estrategia de mercado o alguna de esas, pero no me explico bien a bien por qué cada vez el grupo que toca tiene que comenzar a tocar tan tarde. La cita al evento era a las nueve de la noche. Todos sabíamos que no iba a empezar a esa hora porque aquí en México tenemos la... no sé si mala o buena, pero definitivamente costumbre de llegar tarde, comenzar tarde y aplazar casi todo lo que hacemos. No voy a reparar en ese asunto, ya habrá su momento para hablar de ello después (hablando de aplazar cosas jajajajaja). Y uno dice: bueno, está bien que el plato principal del evento ocurra algo tarde, pero, pero, pues, es que, bueno, aquí les va mi opinión y propuesta: pongan algo más en qué entretenerse, un grupo telonero, por ejemplo.
No es que uno se aburra, uno puede ponerse a cotorrear y estar tomando cerveza tras cerveza hasta que den altas horas de la noche y comience a tocar la banda, pero hubo momentos en los que yo comenzaba a desesperarme. De buenas que habíamos agarrado una de las mesas que están afuera, al aire libre y donde hay espacio para moverse. Si desde el principio (creo que llegamos al Confesionario bien puntuales: nueve – nueve y diez, por ahí) hubiéramos estado adentro, donde toda la gente, en su gran mayoría vestida de negro, se acumula en montones y no hay espacio para moverse, tal vez hasta me hubiera dado un ataque de asma.
De la energía en explosión.
No me pareció extraño que después de unas cuántas chelas y cuando empecé a escuchar la “Apuesta por el rocanrol” sin pensarlo entré al bar y comencé con la brincadera-gritadera que se traían todos los metaleros.
Ni el calor ni los empujones ni el sobrecupo hizo que la banda se echara para atrás, ni los meseros. Un aplauso para éstos últimos ya que pasaban por entre todo el desmadre para seguir con su noble labor de llevar bebidas a los sedientos. Un aplauso también para el público que no se las hacía difícil, es más, si hasta les dábamos chance para que pasaran.
No es por menospreciar al grupo, tocaron bien, la verdad, pero debo decir que casi cualquier Tributo a Héroes del Silencio, si no es que los músicos la cagaran en serio y tocaran mal, la banda siempre está bien prendida. Son canciones que tienen un “algo”, ese algo que aparte de la letra, arreglo, interpretación, hace que la canción sea buena. Pues las canciones de Héroes tienen un algo bastante explosivo y energético. Se notó.
Del sudor y la cerveza que caía por todos lados
Llovía sudor, bastante, y también cerveza, cosa que hizo que pareciera como si acabáramos de salir de un partido de futbol. De hecho, mi vestimenta (bermudas y playera deportiva sin mangas) y lo mojado que estaba hizo que algunas personas me preguntaran, ya en la fiesta, que si venía de jugar basketball. A pesar de que uno estaba mojadísimo, no sentía frío. A cada rato a alguien se le ocurría agitar la cerveza como si fuera champán en la premiación de la Fórmula uno. En verdad, estábamos convertidos en bestias, probablemente irreconocibles. De esas que hasta las facciones de la cara te cambian.
De la fiesta jipiereivera.
De esa fiesta no tengo mucho qué decir. Se veía chida, mucha gente, vendían bebidas, hubo creo que cuatro grupos en vivo, bueno, tres grupos y un cuate con una máquina de sonidos (que conste que no me vi mamón y puse sonidos, no ruidos) Había una gran generalidad de gente, uno que otro cuate conocido. Pero, aunque me estaba divirtiendo, sentía que no era mi onda, como si fuera a un rodeo, o a un baile grupero, me puedo divertir, pero definitivamente no es mi onda.
El caso es que un cuate, que como en ese tipo de fiestas se quiería ver muy “cool” sacó sus cadenitas con fuego y empezó a hacer eso que se conoce como “performance”. En una de las vueltas, el fuego agarró la camisa y se comenzó a prender. Parecía como que el chavo no se daba cuenta, hasta que le echaron un líquido y el fuego se apagó. La cosa no pasó a mayores.
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martes, 1 de julio de 2008
lunes, 9 de junio de 2008
Café Tacuba en Rockoahuila fest
Busco la frase para empezar a escribir éste artículo noti-jocoso. Ya sé que lo arruiné con esto primero, pero la frase que llega a mi cabeza es “patean traseros”. No me gustaba el grupo antes del concierto, lo admito. Los respetaba porque tienen bunas rolas, buena creatividad y porque ps son buenos, pero no me gusta la faramalla, principalmente del vocalista. Fui al concierto, puuuuuf, menuda explosión de energía. Y sí, el vocalista hacía lo que yo pensaba era pura faramalla, pero ahora caigo en cuenta de que francamente es un pachuco chaparro naco y auténtico y que lo que hace es lo que hace, sin faramallas, algo así como el Diente de Marrano quiere lograr.
No estoy seguro de cómo caí en cuenta de eso, pero como que me proyecté y me identifiqué con ese cuate (el vocalista), jaja, sí, me da risa, y sí, creo que hay gente por ahí que me considera un mamón fantoche que se la pasa haciendo ridículos en los conciertos con sus pasos de baile de la lluvia y otros más que si bien son ridículos, pero yo lo hago auténticamente porque me nace y porque me divierte.
Eso es lo que se hace cuando uno va al concierto, echar desmadre y dejar toda máscara de postura social atrás, o bueno, así lo veo yo. Recuerdo un libro que nos pusieron a leer en alguna de esas estúpidas clases de relleno que tratan acerca de cómo debe comportarse uno y que los manejos de voz, el lenguaje no corporal y otras cosas de esas. La clase podría llegar a ser interesante, pero el manejo que le dan apesta. En fin, en el libro que nos pusieron a leer había una parte que decía más o menos algo así como que un cuate fue a un concierto de los Rolling Stones y se encontró a una chica que conocía, que parecía ser buena chica, educada, de buenos modales, bla, bla, bla... y que la chica esta andaba vuelta un desmadre, grite y grite como si estuviera poseída... uy, qué miedo. Yo pregunto ¡¿y cómo carajos va uno a comportarse en un concierto de sus satánicas majestades, los Rolling Stones?! Chinga, el resto lo dejo a lo obvio.
Musicalmente hablando, le mando un aplauso al tecladista que considero es el “cerebrito” de la banda, y me impresionó cómo toca la chuncha esa a la que le soplas mientras estás brincando, ta cañón, inténtelo a ver si pueden. Se prendieron por un muy buen rato, y prendieron a la banda saltillense (una banda difícil de prender) por un buen rato, también. Yo me la pasé de lujo, la verdad, sintiendo la música, bailando en el corto espacio que me tocaba, mirando alrededor el folclore de la gente que va a semejantes eventos. Desde viejitos pachuchos bien locos y borrachos, chavos y chavas banda, incluso había fresas, me cae. Hay música que no tiene fronteras, la de Café Tacuba está entre esas.
Los momentos a resaltar del evento.
- Antes de llegar, Lalo, Alexandra y yo estábamos inmersos en cierta clase de “fobia paranoica” hacia lo que nos rodeaba. Yo era el que manejaba la camioneta y francamente estaba manejando muy mal, sentía que todos los coches me querían comer, ya ni siquiera chocar, ¡comer! ...y luego todos los polis que andaban en el concierto... puts, andábamos pero si paniqueados. Al principio sólo eramos Lalo y yo, porque la verdad eso de la manejada no es lo nuestro, y pues, como que se lo contagiamos a Alexandra. Incluso, la muy miedosa no quiso que pasara por la única calle por donde se entraba al evento. En dicha calle había unas patrullas y un poli que se acercaba a los coches y algo les decía a la banda. Tuvimos que pasarnos de largo para calmarnos, entrar en nuestros cabales y tomar riendas de nuestras emociones. Lalo, cabe resaltar, se hizo el dormido cuando pasamos frente a los policías, que sólo nos querían decir que la salida era por el lado contrario a por donde entramos al Parque Maravillas. En fin...
- La competencia de popularidad entre Alexandra y yo. No sé ni por qué se me ocurrió competir con ella en popularidad, digo, ella debe tener conocidos hasta por debajo de las axilas y yo soy bien antisocial. Dimos una vuelta por la fila y contamos a las personas que conocíamos. Ella ganó, por supuesto.
- Un chavo aventó cerveza y nos mojó a algunos. Alexandra, cual salvaje Valquiria que a veces es, sin medir las consecuencias de sus actos, tomó una lata de cerveza y le aventó cerveza al güey, claro que el cuate este no la vio. No sé por qué lo hizo (él), igual y fue venganza, pero el cuate aventó la cerveza para atrás, no arriba, sino atrás. Tal vez pensó que la persona que tenía atrás fue quien le aventó la cerveza... quien sabe. El caso es que el cuate este mojó de lleno a la chava que tenía detrás, le bañó toda la cara. Pobre gortida, se le aurrinó todo el maquillaje. La amiga de la gordita entró en acción y le dio un tremendo empujón al güey que casi lo tumba del asiento donde estaba parado (casi todos estaban parados en asientos para ver). Se armó toda un zafarrancho a causa de que la Valquiria aventó la cerveza al güey que la había aventado para arriba, total que después de la escaramuza los de seguridad sacaron al cuate este. Moraleja: no avientes cerveza, no seas bruto y tómatela.
- Las luces estuvieron muy buenas, ambientadoras e inspiradoras.
- Hubo una rola, creo que la de la “Chica Banda” en la que invitaron a pasar al escenario a tantas chicas como pudieran ir, y el escenario se llenó de chicas bailando. Hubo una, bien posesiva, que no soltaba al vocalista, y luego se adueñó del micrófono, la muy artista. Se llevó unos buenos aplausos y supongo que unos buenos agasajos que le puso a los músicos.
Bueno, fueron esos. Cabe resaltar que describir la energía y toda la onda del sentimiento más afín a la música es muy difícil e incluso podría llegar a ser aburrido si lo escribiera, así que nomás me queda decirles que, qué mala onda quien se lo perdió. ¡¡¡Conciertazo!!!
No estoy seguro de cómo caí en cuenta de eso, pero como que me proyecté y me identifiqué con ese cuate (el vocalista), jaja, sí, me da risa, y sí, creo que hay gente por ahí que me considera un mamón fantoche que se la pasa haciendo ridículos en los conciertos con sus pasos de baile de la lluvia y otros más que si bien son ridículos, pero yo lo hago auténticamente porque me nace y porque me divierte.
Eso es lo que se hace cuando uno va al concierto, echar desmadre y dejar toda máscara de postura social atrás, o bueno, así lo veo yo. Recuerdo un libro que nos pusieron a leer en alguna de esas estúpidas clases de relleno que tratan acerca de cómo debe comportarse uno y que los manejos de voz, el lenguaje no corporal y otras cosas de esas. La clase podría llegar a ser interesante, pero el manejo que le dan apesta. En fin, en el libro que nos pusieron a leer había una parte que decía más o menos algo así como que un cuate fue a un concierto de los Rolling Stones y se encontró a una chica que conocía, que parecía ser buena chica, educada, de buenos modales, bla, bla, bla... y que la chica esta andaba vuelta un desmadre, grite y grite como si estuviera poseída... uy, qué miedo. Yo pregunto ¡¿y cómo carajos va uno a comportarse en un concierto de sus satánicas majestades, los Rolling Stones?! Chinga, el resto lo dejo a lo obvio.
Musicalmente hablando, le mando un aplauso al tecladista que considero es el “cerebrito” de la banda, y me impresionó cómo toca la chuncha esa a la que le soplas mientras estás brincando, ta cañón, inténtelo a ver si pueden. Se prendieron por un muy buen rato, y prendieron a la banda saltillense (una banda difícil de prender) por un buen rato, también. Yo me la pasé de lujo, la verdad, sintiendo la música, bailando en el corto espacio que me tocaba, mirando alrededor el folclore de la gente que va a semejantes eventos. Desde viejitos pachuchos bien locos y borrachos, chavos y chavas banda, incluso había fresas, me cae. Hay música que no tiene fronteras, la de Café Tacuba está entre esas.
Los momentos a resaltar del evento.
- Antes de llegar, Lalo, Alexandra y yo estábamos inmersos en cierta clase de “fobia paranoica” hacia lo que nos rodeaba. Yo era el que manejaba la camioneta y francamente estaba manejando muy mal, sentía que todos los coches me querían comer, ya ni siquiera chocar, ¡comer! ...y luego todos los polis que andaban en el concierto... puts, andábamos pero si paniqueados. Al principio sólo eramos Lalo y yo, porque la verdad eso de la manejada no es lo nuestro, y pues, como que se lo contagiamos a Alexandra. Incluso, la muy miedosa no quiso que pasara por la única calle por donde se entraba al evento. En dicha calle había unas patrullas y un poli que se acercaba a los coches y algo les decía a la banda. Tuvimos que pasarnos de largo para calmarnos, entrar en nuestros cabales y tomar riendas de nuestras emociones. Lalo, cabe resaltar, se hizo el dormido cuando pasamos frente a los policías, que sólo nos querían decir que la salida era por el lado contrario a por donde entramos al Parque Maravillas. En fin...
- La competencia de popularidad entre Alexandra y yo. No sé ni por qué se me ocurrió competir con ella en popularidad, digo, ella debe tener conocidos hasta por debajo de las axilas y yo soy bien antisocial. Dimos una vuelta por la fila y contamos a las personas que conocíamos. Ella ganó, por supuesto.
- Un chavo aventó cerveza y nos mojó a algunos. Alexandra, cual salvaje Valquiria que a veces es, sin medir las consecuencias de sus actos, tomó una lata de cerveza y le aventó cerveza al güey, claro que el cuate este no la vio. No sé por qué lo hizo (él), igual y fue venganza, pero el cuate aventó la cerveza para atrás, no arriba, sino atrás. Tal vez pensó que la persona que tenía atrás fue quien le aventó la cerveza... quien sabe. El caso es que el cuate este mojó de lleno a la chava que tenía detrás, le bañó toda la cara. Pobre gortida, se le aurrinó todo el maquillaje. La amiga de la gordita entró en acción y le dio un tremendo empujón al güey que casi lo tumba del asiento donde estaba parado (casi todos estaban parados en asientos para ver). Se armó toda un zafarrancho a causa de que la Valquiria aventó la cerveza al güey que la había aventado para arriba, total que después de la escaramuza los de seguridad sacaron al cuate este. Moraleja: no avientes cerveza, no seas bruto y tómatela.
- Las luces estuvieron muy buenas, ambientadoras e inspiradoras.
- Hubo una rola, creo que la de la “Chica Banda” en la que invitaron a pasar al escenario a tantas chicas como pudieran ir, y el escenario se llenó de chicas bailando. Hubo una, bien posesiva, que no soltaba al vocalista, y luego se adueñó del micrófono, la muy artista. Se llevó unos buenos aplausos y supongo que unos buenos agasajos que le puso a los músicos.
Bueno, fueron esos. Cabe resaltar que describir la energía y toda la onda del sentimiento más afín a la música es muy difícil e incluso podría llegar a ser aburrido si lo escribiera, así que nomás me queda decirles que, qué mala onda quien se lo perdió. ¡¡¡Conciertazo!!!
jueves, 5 de junio de 2008
La muerte de Fausto
Fausto fue de los que vivieron deprisa y dejaron un cuerpo joven y hermoso (esa es la idea), aunque bueno, eso se lo dejamos a los verdaderamente famosos. Lo que sí puedo decir de Fausto es que se tardó en morir, o, más correctamente puesto, no se dejaba ver como un muerto. Llegó incluso a caminar entre nosotros con la terrible idea de que ya había muerto. No era zombie, ni vampiro ni nada de eso, no era Dorian Grey. Era un, no sé, un algo, un ente que simplemente se negaba a aceptar su muerte. Se aparecía, no como los espantos, sino como la persona que era cuando aún vivía. Se aparecía entre nosotros. Se manifestaba como si estuviera aún vivo. Algo así como una crónica de muerte no anunciada pero de general conocimiento por los que le rodeábamos. Ya después, mucho tiempo después, desapareció al fin, y para comprobar su muerte, se encontró un cadáver tan deshecho que se llegó a pensar que vivió en épocas prehispánicas. Pero quien sabe, aunque yo no creo que reviva algún día, tal vez nos haya dejado algo con qué recordarlo, y no me refiero a simples recuerdos.
El muerto que no acepta su muerte, por tanto, un poco de vida le queda.
- ¿Hubo un punto, antes de la separación, en que dedujiste que se separarían?
Desde luego, no tenían ni que decir nada para que yo supiera que se separarían, y no era por el hecho de que era obvio que cada quien debía tomar su curso en la vida, sino que era notorio. El ambiente comenzó a pesar, y aún no me decían nada. Pero se veía, y lo veía yo, que no me metía en los ensayos ni en el grupo (yo, más que todo, era un amigo muy fan, pero sobre todo amigo). César no estaba conforme con Lalo. Yo sabía esto porque no puedes poner a dos personas como ellos en un mismo punto y mantenerlos así. Los dos buscan brillar. César quería que sus rolas salieran bien y Lalo tocaba “lo que sentía” y a veces cambiaba mucho. Nunca tocaba lo mismo, ese fue un gran problema. Pero yo le voy más a la personalidad de cada uno, como mencioné antes, los dos buscaban brillar y no era que quisieran brillar por encima de los demás (aunque puede que haya sido eso), sino que querían brillar más que todos. No sé si me haya explicado con esa oración, pero bueno, suena bonito.
Total, varias veces Lalo me decía que ya se iba a salir de Fausto porque César no lo dejaba tocar nada, bla bla bla. No es que le quite crédito a Lalo, pero puede exagerar mucho las cosas, o decir cosas que francamente no son. Es honesto, consigo mismo... ¿pero qué mierdas digo?, no me hagan caso, yo no soy ni seré psicólogo ni lector de mentes ni nada semejante. A lo que voy es a que Lalo me decía que se iba a salir pero no lo hacía, que Chicharín era un culero y bla bla bla. Lo hube de comprobar (aunque no hacía falta comprobarlo, se notaba), cuando Canepa llegó conmigo a darme una muy mala noticia. Me dijo que César ya no quería tocar con Lalo. Así que Lalo me decía a mí y César le decía a Canepa.
Canepa y yo lo hablamos a fondo, no queríamos que desapareciera Fausto, hasta convenimos en una muy buena estrategia para alivianar la tensión que existía. Pues bien, no se separaron sino hasta después de haber tenido esa noche gloriosa en el Dublín. No es por darnos crédito a Canepa y a mi, pero creo que si logramos un poco, como que calmamos la tensión de entonces, pero las personalidades eran imposibles de cambiar, el grupo tenía que separarse.
Desde luego que Fausto no se desintegró con la salida de Lalo, pero definitivamente sí cambió. No puedo decir que su vuelo se tornó en picada, pero me atrevo a decir que ya no pudieron subir más. No grabaron el disco que habían ganado. Las tocadas disminuyeron significativamente. Como que la magia acabó y después de bastante tiempo que no se encontraba a Fausto por ahí, se encontró el cadáver flotando en un río.
- ¿Querías que se separara el grupo?
Desde luego que no. Varias razones, aunque probablemente mientras explico una se me olvida la otra, o se me olviden por completo.
Una.- Son mis amigos y no me gustaba verlos en un ambiente tenso, porque las cosas se tornaron tensas en Fausto. Hubo una tocada en el Bocks en la que sí, uuuf, se odiaban César y Lalo. Nomás llegaron a tocar por compromiso, acabaron, guardaron sus cachivaches y se largaron. Creo que ni se dijeron palabra, tal vez, incluso, ni se voltearon a ver. Bueno, esa clase de ambientes no me gustaba, y yo no andaba en humores para escuchar a Lalo andarse quejando de que no lo dejaban tocar mientras él buscaba el “sonido” exacto y preciso. En fin, esa es una.
Dos.- Me divertía bastante, y es como cuando un niño está en el parque divirtiéndose a lo grande, con mucha pila todavía y de repente le dicen que hay que irse porque se hace de noche. Claro que de noche no es bueno jugar en el parque, te puedes meter unos trancazos muy duros, lo mismo pasaba con Fausto, las cosas podían acabar peor, y hablamos de la personalidad de los integrantes, nuestros amigos. Yo soy mucho de regañar y decir qué hacer y qué no hacer, no es que me guste, pero se me da, y también me gusta un tanto, pero en cuanto a hacer a las personas cambiar en algo que simplemente es parte de ellos mismos, y que yo veo que no los va a llevar por caminos muy jodidos, pues ni qué hacerle.
Tres.- Me gustaban las canciones del grupo. Me gustaba el grupo. Yo era un fan.
- ¿Te quedaste con ganas de más o crees que con eso fue suficiente Fausto en tu vida?
Esa pregunta no es sencilla. Ahora que todo ha pasado y miro lo sucedido como algo que quedó en el pasado, digo que estuvo de poca madre, que me divertí como nunca, que tenemos muchas cosas qué contar y que no repercudió tan, tan salvajemente con el físico. Mucho se hablaba, recuerdo que una o dos veces lo hablé con Steph, de que ese ritmo de vida iba a acabarnos. Tantas desveladas tan locochonas, tanto ir y venir y tanto pistear iba, irremediablemente, a verse reflejado en nuestras ojeras, nuestro humor, nuestra sanidad. ¡Y eso que apenas empezábamos! Bueno, al menos la banda. Sabíamos que mientras iban creciendo los ensayos serían a morir, las grabaciones, las tocadas... todo eso se incrementaría y podía ser que llegara a afectar nuestra salud. Que si la garganta de César, que si el corazón de Lalo, que si esto que si el otro. Entonces, hoy por hoy puedo decir que estuvo bien que se nos impusiera un “ya párale”, aunque por esas épocas, definitivamente me quedé con ganas.
Para cerrar con un buen derrapón, me atrevo a decir que aprendimos a que si en verdad vamos a andar en esos roles, no hay que tener más que esa chamba y vivir para eso. Tener otras actividades aparte del rocanrol a todo lo que da es demasiado pesado, al menos para mí.
- ¿Qué pasó con el disco que iban a grabar?
Yo no sé. Sólo sé que no lo grabaron. Y sigo esperando mi copia.
El muerto que no acepta su muerte, por tanto, un poco de vida le queda.
- ¿Hubo un punto, antes de la separación, en que dedujiste que se separarían?
Desde luego, no tenían ni que decir nada para que yo supiera que se separarían, y no era por el hecho de que era obvio que cada quien debía tomar su curso en la vida, sino que era notorio. El ambiente comenzó a pesar, y aún no me decían nada. Pero se veía, y lo veía yo, que no me metía en los ensayos ni en el grupo (yo, más que todo, era un amigo muy fan, pero sobre todo amigo). César no estaba conforme con Lalo. Yo sabía esto porque no puedes poner a dos personas como ellos en un mismo punto y mantenerlos así. Los dos buscan brillar. César quería que sus rolas salieran bien y Lalo tocaba “lo que sentía” y a veces cambiaba mucho. Nunca tocaba lo mismo, ese fue un gran problema. Pero yo le voy más a la personalidad de cada uno, como mencioné antes, los dos buscaban brillar y no era que quisieran brillar por encima de los demás (aunque puede que haya sido eso), sino que querían brillar más que todos. No sé si me haya explicado con esa oración, pero bueno, suena bonito.
Total, varias veces Lalo me decía que ya se iba a salir de Fausto porque César no lo dejaba tocar nada, bla bla bla. No es que le quite crédito a Lalo, pero puede exagerar mucho las cosas, o decir cosas que francamente no son. Es honesto, consigo mismo... ¿pero qué mierdas digo?, no me hagan caso, yo no soy ni seré psicólogo ni lector de mentes ni nada semejante. A lo que voy es a que Lalo me decía que se iba a salir pero no lo hacía, que Chicharín era un culero y bla bla bla. Lo hube de comprobar (aunque no hacía falta comprobarlo, se notaba), cuando Canepa llegó conmigo a darme una muy mala noticia. Me dijo que César ya no quería tocar con Lalo. Así que Lalo me decía a mí y César le decía a Canepa.
Canepa y yo lo hablamos a fondo, no queríamos que desapareciera Fausto, hasta convenimos en una muy buena estrategia para alivianar la tensión que existía. Pues bien, no se separaron sino hasta después de haber tenido esa noche gloriosa en el Dublín. No es por darnos crédito a Canepa y a mi, pero creo que si logramos un poco, como que calmamos la tensión de entonces, pero las personalidades eran imposibles de cambiar, el grupo tenía que separarse.
Desde luego que Fausto no se desintegró con la salida de Lalo, pero definitivamente sí cambió. No puedo decir que su vuelo se tornó en picada, pero me atrevo a decir que ya no pudieron subir más. No grabaron el disco que habían ganado. Las tocadas disminuyeron significativamente. Como que la magia acabó y después de bastante tiempo que no se encontraba a Fausto por ahí, se encontró el cadáver flotando en un río.
- ¿Querías que se separara el grupo?
Desde luego que no. Varias razones, aunque probablemente mientras explico una se me olvida la otra, o se me olviden por completo.
Una.- Son mis amigos y no me gustaba verlos en un ambiente tenso, porque las cosas se tornaron tensas en Fausto. Hubo una tocada en el Bocks en la que sí, uuuf, se odiaban César y Lalo. Nomás llegaron a tocar por compromiso, acabaron, guardaron sus cachivaches y se largaron. Creo que ni se dijeron palabra, tal vez, incluso, ni se voltearon a ver. Bueno, esa clase de ambientes no me gustaba, y yo no andaba en humores para escuchar a Lalo andarse quejando de que no lo dejaban tocar mientras él buscaba el “sonido” exacto y preciso. En fin, esa es una.
Dos.- Me divertía bastante, y es como cuando un niño está en el parque divirtiéndose a lo grande, con mucha pila todavía y de repente le dicen que hay que irse porque se hace de noche. Claro que de noche no es bueno jugar en el parque, te puedes meter unos trancazos muy duros, lo mismo pasaba con Fausto, las cosas podían acabar peor, y hablamos de la personalidad de los integrantes, nuestros amigos. Yo soy mucho de regañar y decir qué hacer y qué no hacer, no es que me guste, pero se me da, y también me gusta un tanto, pero en cuanto a hacer a las personas cambiar en algo que simplemente es parte de ellos mismos, y que yo veo que no los va a llevar por caminos muy jodidos, pues ni qué hacerle.
Tres.- Me gustaban las canciones del grupo. Me gustaba el grupo. Yo era un fan.
- ¿Te quedaste con ganas de más o crees que con eso fue suficiente Fausto en tu vida?
Esa pregunta no es sencilla. Ahora que todo ha pasado y miro lo sucedido como algo que quedó en el pasado, digo que estuvo de poca madre, que me divertí como nunca, que tenemos muchas cosas qué contar y que no repercudió tan, tan salvajemente con el físico. Mucho se hablaba, recuerdo que una o dos veces lo hablé con Steph, de que ese ritmo de vida iba a acabarnos. Tantas desveladas tan locochonas, tanto ir y venir y tanto pistear iba, irremediablemente, a verse reflejado en nuestras ojeras, nuestro humor, nuestra sanidad. ¡Y eso que apenas empezábamos! Bueno, al menos la banda. Sabíamos que mientras iban creciendo los ensayos serían a morir, las grabaciones, las tocadas... todo eso se incrementaría y podía ser que llegara a afectar nuestra salud. Que si la garganta de César, que si el corazón de Lalo, que si esto que si el otro. Entonces, hoy por hoy puedo decir que estuvo bien que se nos impusiera un “ya párale”, aunque por esas épocas, definitivamente me quedé con ganas.
Para cerrar con un buen derrapón, me atrevo a decir que aprendimos a que si en verdad vamos a andar en esos roles, no hay que tener más que esa chamba y vivir para eso. Tener otras actividades aparte del rocanrol a todo lo que da es demasiado pesado, al menos para mí.
- ¿Qué pasó con el disco que iban a grabar?
Yo no sé. Sólo sé que no lo grabaron. Y sigo esperando mi copia.
miércoles, 4 de junio de 2008
De gira por Guanajuato
FAUSTO, SEGÚN ERICK (creo que cuarta parte)
No sé si ha sido el viaje más divertido que he tenido, pero vaya que me divertí, como nunca antes y probablemente como nunca lo haré. Bueno, tal vez sí. El caso es que me divertí muchísimo. Desde que me invitaron. Digo, era viaje, rock, cuates, pisto, Guanajuato. ¡Era una auténtica gira de rock! Claro que yo no formaba parte del grupo y sólo tocaron en un lugar y la gira no duró ni un fin de semana entero, pero vaya si nos divertimos.
Para empezar, Guanajuato no es cualquier lugar para mí, ni para el mundo. Es la ciudad donde se hacen los festivales Cervantinos y es el estado donde se encuentra San Miguel de Allende. Hay magia, en verdad, y yo tengo una gran herencia por esos lares. Herencia espiritual, aclarando. Desde pequeño que voy para allá y siempre me divierto tanto. Tal vez sea por el hecho de que siempre que voy para allá traigo la idea de deschongarme y pasármela de lo mejor, pero bueno, no estamos hablando de San Miguel.
Hubo hasta caravana para ir a Guanajuato. Dos coches. En uno íbamos los comunicolocos con quienes me encanta viajar y hemos hecho varias veces: René y Lalo. En el otro coche iba puro miembro del grupo: César, Canepa, y Carlitos. Antes de llegar a Guanajuato ya íbamos, o bueno, yo al menos ya iba hasta la madre, disque guiando por entre San Miguel, porque en nuestro coche habíamos decidido hacer escala en San Miguel para recoger a mi primo Pancho, quien vive ahí. No nos desviamos casi nada, de hecho, de no ser porque pasamos a escasas calles de casa de Pancho, no hubiera ubicado el lugar y no hubiera solicitado pasar por él. Pero pasamos, y nos divertimos bastante.
No recuerdo ni cómo ni por dónde ni casi nada del arribo a Guanajuato, según esto. Recuperé la conciencia mientras caminábamos rumbo al bar donde habrían de tocar. No supe dónde había quedado el coche ni cuánto habíamos caminado. Total, que llegamos al bar y nos dimos una vuelta por las calles y callejones de Guanajuato. Creo que fui a echar una cenita con René y Pancho, y la verdad sea que esa cenita me alivianó bastante, no recuerdo qué cené pero incluía tortillas.
Fuimos a otro bar y ya luego regresamos a la Góndola, creo que así se llama, o llamaba donde iban a tocar. Fue genial, absolutamente genial, creo que hasta yo salí con una gruppie que una de dos: o era extranjera, o estaba tan borracha que no le entendía ni pista de lo que me decía.
Pasé a recitar un fragmento de “La vida es Sueño”, de Calderón de la Barca: en el mundo, en conclusión / todos sueñan lo que son / aunque ninguno lo entiende. / Yo sueño que estoy aquí / de estas prisiones cargado / y soñé que en algún otro estado / más lisonjero me vi. / ¿Qué es la vida? Un frenesí / ¿Qué es la vida? Una ilusión. / Una sombra, una ficción. / Si el mayor bien es pequeño / pues toda la vida es sueño / y los sueños... sueños son.
También un cuate se subió al escenario y cantó una rola de la Janis a flor de piel, bien prendidote el güey. Recuerdo como llevaba el ritmo de la rola con las características zapateadas o taconazos, este cuate los daba bien duros, bien prendido.
Tal vez eso fue porque se reventó una cuerda, porque también, si no me falla la memoria, pasé a tocar la canción de “Wish you were here” con guitarra. Algo así recuerdo. Les digo, si de por sí había llegado a Guanajuato con un importante insumo de cerveza, lo que me tomé en el bar acabó con la tinta que firmaba.
El regreso fue todo un pedo, no había dinero suficiente, o no nos cuadraban las cuentas. Algo así era, así que tuvimos que ir a las calles a tocar por dinero. Primero un payaso nos quitó a la malagueña de su plaza. He convertido en enemigo a los payasos urbanos. Cada vez que paso frente a uno, cargando con mi guitarra, el payaso dice algo para ridiculizarme. Y no solo aquella vez, es como una generalidad, que los payasos quieran ridiculizar a los músicos. Lo corroboré cuando pasé por uno de esos espectáculos urbanos en la Alameda de Saltillo, con Lalo, cargando nuestras guitarras, y pum, atacó el payaso. Lo que me recuerda un episodio bastante entretenido, es una anécdota más bien. No tiene casi nada que ver con Fausto pero la contaré de todos modos. En Zacatecas, semana santa y festival de la cultura (dos en uno) del 2008, ya ebrios y con guitarra, Canepa y yo retábamos a un “duelo de rock” a cualquier transeúnte que pasara frente a nosotros. Nos les parábamos enfrente y gritábamos ¡guerra de rock, guerra de rock! Les decíamos cuáles eran las reglas (cada bando improvisa una rola y al final vemos cuál quedó mejor) y siempre nos sacaron la vuelta, por lo que éramos absolutos vencedores. Hasta que nos topamos con unos boleros... uufff la china que nos pudieron, aunque yo insito que nos hicieron trampa, tocaron una de sus “coplas” y quedamos en completo ridículo, lo bueno es que como estábamos haciendo desmadre todos juntos, andábamos tan borrachos y nos divertíamos tanto, eso de quedar en ridículo pasó a segundo plano, incluso perdió planos por completo y se diluyó en el alcohol y el espíritu desmadroso y carnavalero que la mayoría de la gente por ahí traía.
Bueno, regresando a Guanajuato. El payaso que nos corrió de su plaza. Luego hubo otro problema para tocar en la calle, ya que unos individuos, supuestamente del gobierno municipal o algo así, nos dijeron que no podíamos tocar sin permiso, y que el permiso lo teníamos que ir a pedir a no sé dónde.
Como sea, nos cambiamos de lugar y cual contreras jóvenes mexicanos, tocamos en ese otro lugar, y cual tercos los individuos esos que representaban la “ley”, nos volvieron a llamar la atención. Pues que nos cambiamos de lugar otra vez y dimos con César, quien seguía haciendo cuentas. Casi no hicimos dinero en esas tocadas callejeras, pero fue divertido. En fin, no sé si cuadraron las cuentas, pero nos regresamos a pesar de todo.
No sé si ha sido el viaje más divertido que he tenido, pero vaya que me divertí, como nunca antes y probablemente como nunca lo haré. Bueno, tal vez sí. El caso es que me divertí muchísimo. Desde que me invitaron. Digo, era viaje, rock, cuates, pisto, Guanajuato. ¡Era una auténtica gira de rock! Claro que yo no formaba parte del grupo y sólo tocaron en un lugar y la gira no duró ni un fin de semana entero, pero vaya si nos divertimos.
Para empezar, Guanajuato no es cualquier lugar para mí, ni para el mundo. Es la ciudad donde se hacen los festivales Cervantinos y es el estado donde se encuentra San Miguel de Allende. Hay magia, en verdad, y yo tengo una gran herencia por esos lares. Herencia espiritual, aclarando. Desde pequeño que voy para allá y siempre me divierto tanto. Tal vez sea por el hecho de que siempre que voy para allá traigo la idea de deschongarme y pasármela de lo mejor, pero bueno, no estamos hablando de San Miguel.
Hubo hasta caravana para ir a Guanajuato. Dos coches. En uno íbamos los comunicolocos con quienes me encanta viajar y hemos hecho varias veces: René y Lalo. En el otro coche iba puro miembro del grupo: César, Canepa, y Carlitos. Antes de llegar a Guanajuato ya íbamos, o bueno, yo al menos ya iba hasta la madre, disque guiando por entre San Miguel, porque en nuestro coche habíamos decidido hacer escala en San Miguel para recoger a mi primo Pancho, quien vive ahí. No nos desviamos casi nada, de hecho, de no ser porque pasamos a escasas calles de casa de Pancho, no hubiera ubicado el lugar y no hubiera solicitado pasar por él. Pero pasamos, y nos divertimos bastante.
No recuerdo ni cómo ni por dónde ni casi nada del arribo a Guanajuato, según esto. Recuperé la conciencia mientras caminábamos rumbo al bar donde habrían de tocar. No supe dónde había quedado el coche ni cuánto habíamos caminado. Total, que llegamos al bar y nos dimos una vuelta por las calles y callejones de Guanajuato. Creo que fui a echar una cenita con René y Pancho, y la verdad sea que esa cenita me alivianó bastante, no recuerdo qué cené pero incluía tortillas.
Fuimos a otro bar y ya luego regresamos a la Góndola, creo que así se llama, o llamaba donde iban a tocar. Fue genial, absolutamente genial, creo que hasta yo salí con una gruppie que una de dos: o era extranjera, o estaba tan borracha que no le entendía ni pista de lo que me decía.
Pasé a recitar un fragmento de “La vida es Sueño”, de Calderón de la Barca: en el mundo, en conclusión / todos sueñan lo que son / aunque ninguno lo entiende. / Yo sueño que estoy aquí / de estas prisiones cargado / y soñé que en algún otro estado / más lisonjero me vi. / ¿Qué es la vida? Un frenesí / ¿Qué es la vida? Una ilusión. / Una sombra, una ficción. / Si el mayor bien es pequeño / pues toda la vida es sueño / y los sueños... sueños son.
También un cuate se subió al escenario y cantó una rola de la Janis a flor de piel, bien prendidote el güey. Recuerdo como llevaba el ritmo de la rola con las características zapateadas o taconazos, este cuate los daba bien duros, bien prendido.
Tal vez eso fue porque se reventó una cuerda, porque también, si no me falla la memoria, pasé a tocar la canción de “Wish you were here” con guitarra. Algo así recuerdo. Les digo, si de por sí había llegado a Guanajuato con un importante insumo de cerveza, lo que me tomé en el bar acabó con la tinta que firmaba.
El regreso fue todo un pedo, no había dinero suficiente, o no nos cuadraban las cuentas. Algo así era, así que tuvimos que ir a las calles a tocar por dinero. Primero un payaso nos quitó a la malagueña de su plaza. He convertido en enemigo a los payasos urbanos. Cada vez que paso frente a uno, cargando con mi guitarra, el payaso dice algo para ridiculizarme. Y no solo aquella vez, es como una generalidad, que los payasos quieran ridiculizar a los músicos. Lo corroboré cuando pasé por uno de esos espectáculos urbanos en la Alameda de Saltillo, con Lalo, cargando nuestras guitarras, y pum, atacó el payaso. Lo que me recuerda un episodio bastante entretenido, es una anécdota más bien. No tiene casi nada que ver con Fausto pero la contaré de todos modos. En Zacatecas, semana santa y festival de la cultura (dos en uno) del 2008, ya ebrios y con guitarra, Canepa y yo retábamos a un “duelo de rock” a cualquier transeúnte que pasara frente a nosotros. Nos les parábamos enfrente y gritábamos ¡guerra de rock, guerra de rock! Les decíamos cuáles eran las reglas (cada bando improvisa una rola y al final vemos cuál quedó mejor) y siempre nos sacaron la vuelta, por lo que éramos absolutos vencedores. Hasta que nos topamos con unos boleros... uufff la china que nos pudieron, aunque yo insito que nos hicieron trampa, tocaron una de sus “coplas” y quedamos en completo ridículo, lo bueno es que como estábamos haciendo desmadre todos juntos, andábamos tan borrachos y nos divertíamos tanto, eso de quedar en ridículo pasó a segundo plano, incluso perdió planos por completo y se diluyó en el alcohol y el espíritu desmadroso y carnavalero que la mayoría de la gente por ahí traía.
Bueno, regresando a Guanajuato. El payaso que nos corrió de su plaza. Luego hubo otro problema para tocar en la calle, ya que unos individuos, supuestamente del gobierno municipal o algo así, nos dijeron que no podíamos tocar sin permiso, y que el permiso lo teníamos que ir a pedir a no sé dónde.
Como sea, nos cambiamos de lugar y cual contreras jóvenes mexicanos, tocamos en ese otro lugar, y cual tercos los individuos esos que representaban la “ley”, nos volvieron a llamar la atención. Pues que nos cambiamos de lugar otra vez y dimos con César, quien seguía haciendo cuentas. Casi no hicimos dinero en esas tocadas callejeras, pero fue divertido. En fin, no sé si cuadraron las cuentas, pero nos regresamos a pesar de todo.
lunes, 26 de mayo de 2008
Ely Guerra en concierto
Bastaría una palabra para describir las muchas emociones que se sienten al escuchar ese “boleto en mano” que se dice en las filas de los conciertos.
Es en parte, algo de lo que recuerdo del concierto. No era muy fan de Ely Guerra, de hecho, no sabía ni qué cantaba, pero como tengo que apoyar el creciente movimiento de rocanrol, tenía todas las ganas de ir. Aparte, no suceden muchas cosas así en Saltillo, así que no pensaba desperdiciar la oportunidad. Así que al escuchar el son del “boleto en mano” la gente comenzó a moverse.
No había sido difícil conseguir los boletos, digo, eran gratis. Pero por lo mismo se agotaron el primer día y mis amigos no habían conseguido. Yo tenía dos, uno para la Valkiria y otro para mí, así que no quedamos de acuerdo con nadie de la banda para llegar ahí. Aparte, Saltillo es lo suficientemente pequeño como para encontrarte a las personas que buscas en el lugar donde las buscas. Aquí nadie se pierde, hay pocos misterios... pero bueno, ese no es el caso de hoy.
Estábamos esperando que dieran las 7 para irnos, mientras nos chutábamos el partido de Cruz Azul – San Luis. Nos quedamos bien jetones, la Valkiria y yo. Por fortuna puse mi alarma del reloj para indicarnos la mera hora en que habíamos decidido para salir. Para no llegar y estar mucho tiempo formados y tampoco para llegar muy atrás a la fila. (No sé si me expliqué en el enunciado anterior, pero traigo tanta hueva que no lo voy a editar si no se entiende.)
Nos encontramos al ilustre Emperador Malamen, alias Daniel Canepa y nos quedmos en la fila junto con él.
Total, que entramos al concierto, hubo fallas técnicas por lo que se retrazó media hora, nada nuevo. Pero en cuanto a Ely Guerra... qué voz, qué bárbara. Por la forma en que cantaba me dio la impresión de que ella sería el tipo de mujer que anda a diestra y siniestra moviendo tapetes de hombres por doquier, porque a una mujer guapa y talentosa se le ponen pocos “peros”, pero a la mera hora ¡naranjas! Nada de nada.
Se prendía de poca madre, retorciéndose como lombriz cuando le cortas una parte del cuerpo, y dando zapatazos como si estuviera matando alacranes muy grandes. Se ponía roja roja y gritaba con un muy buen control de voz. Las sombras provocadas por tanto flachazo daban la impresión de que nos encontrábamos en una tormenta eléctrica y que Ely se movía de un lado a otro, por toda la pantalla, cambiando de tamaño y lugar.
Hubo una canción en la que cantó a capela. Se bajó del escenario y caminó por los pasillos del teatro, entre el público, ahí es donde entra otro de nuestros fabulosos
“Episodios Urbanos” El hurto de guitarras.
Todas las miradas se centraban en la figura de Aly Guerra quien se paseaba entre el público coqueteándole a uno que otro chavo. Las novias de los susodichos hervían de celos por dentro, aunque no lo hacían notar; y los chavos mismos ardían en deseos de ir más allá de un simple coqueteo con la talentosa y guapa cantante, pero sabían que aquello era parte del espectáculo, que pocas probabilidades tendrían si se tratara de un buen y formal coqueteo. Sepa cuántos se pararon de sus asientos cargando sus mini-cámaras pedorras (digitales o de celular) para tomarle fotos a Aly. Era el momento justo para actuar.
- Ahora es cuándo cabrón. – dijo Rigoberto.
- ¿Qué cosa? – preguntó Clemente.
- ¡Ir por las guitarras! Todos andan en la pendeja y nadie se daría cuenta.
- Tienes razón, ¡pinche lacra! Nadie hubiera pensado en eso más que tú.
- Y si vamos todos – añadió Elina -, de perdido uno sale.
Así que se pusieron de pie. Y caminaron al escenario. Tal cual había dicho Rigoberto, todos estaban en la pendeja.
- Saldremos por la puerta de atrás.
- Pero ya no vamos a poder seguir en el concierto. – dijo Elina.
- No importa, yo ya me estaba aburriendo.
- Lo mismo iba a decir.
- Lástima que no podremos ver el desmadre que vamos a ocasionar cuando regrese al escenario y vea que falta una guitarra. – susurró Clemente, iba acercándoseles por atrás.
Se subieron al escenario. Rigoberto le dijo a Elina que fuera a prender la camioneta para no perder tiempo, ya que si se armaba la persecución, ella no podía correr bien puesto a una reciente operación en el pie (había chocado a 180 kilómetros por hora en una carrera clandestina en el boulevard V. Carranza y tuvieron que reconstruirle un pie.). Elina no chistó y se movió rápidamente. Correr no era mucho lo suyo, correr a pie, al menos, detrás de un volante era otra cosa, estaba en su elemento.
Así que Clemente y Rigoberto se quedaron en el escenario, mirándose uno al otro.
- ¿Listo? – incitó Rigoberto, altamente emocionado.
- Espera. Hay que ver si alguien se acerca.
Nada.
- Vamos, no hay que perder tiempo. – insistía Rigoberto.
- Aun no.
- ¡Esto es demasiado sospechoso!
- ¡Ahora!
Clemente corrió a toda velocidad hacia la puerta trasera del teatro mientras que Rigoberto tomó la guitarra y corrió tras Clemente. Mientras éste forcejeaba con la puerta. Rigoberto lo alcanzó. A empujonazos y trompicones lograron salir. Buena cosa que Rigoberto no cayó al suelo porque se hubiera lastimado la guitarra.
En sus vientres el vértigo estaba a todo lo que daba. Al parecer nadie los había visto. Ya estaban en la calle. La Ranger-2008 estaba prendida y esperándolos. Corrieron y subieron a ella y escaparon sin que nadie los siguiera.
El silencio reinó en la camioneta en lo que todos agarraban aire.
- Que bajo hemos caído. – pensó Rigoberto en voz alta.
- Robar una guitarra a una artista. – agregó Clemente.
- No es que le falten guitarras, o dinero para comprarlas, pero... si nos vimos muy mal, ¿verdad? – terció Elina.
- Hay que regresarla.
______________________________________________________________________
Bueno, ese fue el Episodio Urbano del evento. Total, debo admitir que estuvo bueno, aunque me aburrí un poco. Tal vez fue porque tenía mucha hambre y la cruda del viernes comenzaba a pegar, o porque de plano esa onda de música no es mucho mi tirada, igual y para un rato, pero sólo un rato. Ely Guerra no tiene que sentirse mal, ya que muchos güeyes y hasta chavas se la pasaban gritando piropos y "te amos" entre rola y rola.
Un saludo a toda la banda que fue al concierto, a la que se quedó afuera (creo que nadie) y a los que no fueron.
Es en parte, algo de lo que recuerdo del concierto. No era muy fan de Ely Guerra, de hecho, no sabía ni qué cantaba, pero como tengo que apoyar el creciente movimiento de rocanrol, tenía todas las ganas de ir. Aparte, no suceden muchas cosas así en Saltillo, así que no pensaba desperdiciar la oportunidad. Así que al escuchar el son del “boleto en mano” la gente comenzó a moverse.
No había sido difícil conseguir los boletos, digo, eran gratis. Pero por lo mismo se agotaron el primer día y mis amigos no habían conseguido. Yo tenía dos, uno para la Valkiria y otro para mí, así que no quedamos de acuerdo con nadie de la banda para llegar ahí. Aparte, Saltillo es lo suficientemente pequeño como para encontrarte a las personas que buscas en el lugar donde las buscas. Aquí nadie se pierde, hay pocos misterios... pero bueno, ese no es el caso de hoy.
Estábamos esperando que dieran las 7 para irnos, mientras nos chutábamos el partido de Cruz Azul – San Luis. Nos quedamos bien jetones, la Valkiria y yo. Por fortuna puse mi alarma del reloj para indicarnos la mera hora en que habíamos decidido para salir. Para no llegar y estar mucho tiempo formados y tampoco para llegar muy atrás a la fila. (No sé si me expliqué en el enunciado anterior, pero traigo tanta hueva que no lo voy a editar si no se entiende.)
Nos encontramos al ilustre Emperador Malamen, alias Daniel Canepa y nos quedmos en la fila junto con él.
Total, que entramos al concierto, hubo fallas técnicas por lo que se retrazó media hora, nada nuevo. Pero en cuanto a Ely Guerra... qué voz, qué bárbara. Por la forma en que cantaba me dio la impresión de que ella sería el tipo de mujer que anda a diestra y siniestra moviendo tapetes de hombres por doquier, porque a una mujer guapa y talentosa se le ponen pocos “peros”, pero a la mera hora ¡naranjas! Nada de nada.
Se prendía de poca madre, retorciéndose como lombriz cuando le cortas una parte del cuerpo, y dando zapatazos como si estuviera matando alacranes muy grandes. Se ponía roja roja y gritaba con un muy buen control de voz. Las sombras provocadas por tanto flachazo daban la impresión de que nos encontrábamos en una tormenta eléctrica y que Ely se movía de un lado a otro, por toda la pantalla, cambiando de tamaño y lugar.
Hubo una canción en la que cantó a capela. Se bajó del escenario y caminó por los pasillos del teatro, entre el público, ahí es donde entra otro de nuestros fabulosos
“Episodios Urbanos” El hurto de guitarras.
Todas las miradas se centraban en la figura de Aly Guerra quien se paseaba entre el público coqueteándole a uno que otro chavo. Las novias de los susodichos hervían de celos por dentro, aunque no lo hacían notar; y los chavos mismos ardían en deseos de ir más allá de un simple coqueteo con la talentosa y guapa cantante, pero sabían que aquello era parte del espectáculo, que pocas probabilidades tendrían si se tratara de un buen y formal coqueteo. Sepa cuántos se pararon de sus asientos cargando sus mini-cámaras pedorras (digitales o de celular) para tomarle fotos a Aly. Era el momento justo para actuar.
- Ahora es cuándo cabrón. – dijo Rigoberto.
- ¿Qué cosa? – preguntó Clemente.
- ¡Ir por las guitarras! Todos andan en la pendeja y nadie se daría cuenta.
- Tienes razón, ¡pinche lacra! Nadie hubiera pensado en eso más que tú.
- Y si vamos todos – añadió Elina -, de perdido uno sale.
Así que se pusieron de pie. Y caminaron al escenario. Tal cual había dicho Rigoberto, todos estaban en la pendeja.
- Saldremos por la puerta de atrás.
- Pero ya no vamos a poder seguir en el concierto. – dijo Elina.
- No importa, yo ya me estaba aburriendo.
- Lo mismo iba a decir.
- Lástima que no podremos ver el desmadre que vamos a ocasionar cuando regrese al escenario y vea que falta una guitarra. – susurró Clemente, iba acercándoseles por atrás.
Se subieron al escenario. Rigoberto le dijo a Elina que fuera a prender la camioneta para no perder tiempo, ya que si se armaba la persecución, ella no podía correr bien puesto a una reciente operación en el pie (había chocado a 180 kilómetros por hora en una carrera clandestina en el boulevard V. Carranza y tuvieron que reconstruirle un pie.). Elina no chistó y se movió rápidamente. Correr no era mucho lo suyo, correr a pie, al menos, detrás de un volante era otra cosa, estaba en su elemento.
Así que Clemente y Rigoberto se quedaron en el escenario, mirándose uno al otro.
- ¿Listo? – incitó Rigoberto, altamente emocionado.
- Espera. Hay que ver si alguien se acerca.
Nada.
- Vamos, no hay que perder tiempo. – insistía Rigoberto.
- Aun no.
- ¡Esto es demasiado sospechoso!
- ¡Ahora!
Clemente corrió a toda velocidad hacia la puerta trasera del teatro mientras que Rigoberto tomó la guitarra y corrió tras Clemente. Mientras éste forcejeaba con la puerta. Rigoberto lo alcanzó. A empujonazos y trompicones lograron salir. Buena cosa que Rigoberto no cayó al suelo porque se hubiera lastimado la guitarra.
En sus vientres el vértigo estaba a todo lo que daba. Al parecer nadie los había visto. Ya estaban en la calle. La Ranger-2008 estaba prendida y esperándolos. Corrieron y subieron a ella y escaparon sin que nadie los siguiera.
El silencio reinó en la camioneta en lo que todos agarraban aire.
- Que bajo hemos caído. – pensó Rigoberto en voz alta.
- Robar una guitarra a una artista. – agregó Clemente.
- No es que le falten guitarras, o dinero para comprarlas, pero... si nos vimos muy mal, ¿verdad? – terció Elina.
- Hay que regresarla.
______________________________________________________________________
Bueno, ese fue el Episodio Urbano del evento. Total, debo admitir que estuvo bueno, aunque me aburrí un poco. Tal vez fue porque tenía mucha hambre y la cruda del viernes comenzaba a pegar, o porque de plano esa onda de música no es mucho mi tirada, igual y para un rato, pero sólo un rato. Ely Guerra no tiene que sentirse mal, ya que muchos güeyes y hasta chavas se la pasaban gritando piropos y "te amos" entre rola y rola.
Un saludo a toda la banda que fue al concierto, a la que se quedó afuera (creo que nadie) y a los que no fueron.
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martes, 20 de mayo de 2008
El Rock no viene sólo
Es extraño pero cierto, el rock no está resurgiendo sólo. Algo más viene con él, o algo más trae consigo, espero no sea el caso puesto que no considero que el rock esté ligado con esto que está surgiendo junto con el retorno del rocanrol.
Misteriosamente, ahora que el rock está resurgiendo en nuestro país (o al menos en esta localidad de Saltillo) leo puras desgracias en el periódico. Terremotos en China que matan cincuenta y tantos mil... un camión se vuelca dejando 28 muertos, siguen los asaltos bancarios en Saltillo, el narco ya ni sale en el periódico (lo cual es peor, porque sabemos que no está erradicado, sino que el periódico ha sido silenciado y eso sólo significa que las noticias son fatales y la gente no lo podría manejar), y pues lo típico del calentamiento global, el derretimiento de los icebergs, y todas las tragedias planetarias que el ser humano ha ocasionado para fortalecer nuestro confort.
El clima anda como loco, ya nomas nos falta la lluvia de fuego, las plagas de ranas y chapulines. Trombas levantan arena por todos lados. El Sol no acaba por decidir si salir o no, y las nubes no saben si dejarlo brillar o taparlo. Total, anda vuelto loco. El factor caos está cada vez más presente en nuestras vidas, aunque siempre lo ha estado, la cosa es que ahora nos damos cuenta porque... pues es evidente que las cosas no están saliendo a cómo planeamos o a como deberían (según nuestra lógica idiosincrásica) de salir. Perdemos el control y de eso no cabe duda...
Bueno, dejándonos de ideas apocalípticas. Les comento que se acabaron los boletos para ver a Ely Guerra en el Teatro de la Ciudad. Un día, duraron. Claro que el lugar no es muy grande, eso es lo de menos, la cosa es que la gente ya está optando por asistir a eventos como éste, eventos de rock. El rock está resurgiendo. Ya no sólo vemos gente ranchera tocando en las combis, ya también hay chavos tocando rock. Bueno, en realidad no he visto a otro más que a mí, pero el otro día me tocó oír a un rock-popero. Bueno, algo es algo, dijo un calvo cuando un pelo le salió, y Saltillo definitivamente era calvo con peligro de decapitación. Me alegra ver más propuestas en la calle. Solo falta deshacernos de esos chicos emos. No es que me los quiera madrear o algo por el estilo, pero sí preferiría contagiarles su apatía y depresión con algo de alegría y desmadre rocanrolero. El rocanrol es más vida y sería mejor ver las guerras de bandas o las tocadas llenas de gente viva y no gente deprimida.
Pero bueno, como mencioné antes, algo es algo.
Sigan rocanroleando, salgan de sus escondites, nos ha llegado la hora.
Misteriosamente, ahora que el rock está resurgiendo en nuestro país (o al menos en esta localidad de Saltillo) leo puras desgracias en el periódico. Terremotos en China que matan cincuenta y tantos mil... un camión se vuelca dejando 28 muertos, siguen los asaltos bancarios en Saltillo, el narco ya ni sale en el periódico (lo cual es peor, porque sabemos que no está erradicado, sino que el periódico ha sido silenciado y eso sólo significa que las noticias son fatales y la gente no lo podría manejar), y pues lo típico del calentamiento global, el derretimiento de los icebergs, y todas las tragedias planetarias que el ser humano ha ocasionado para fortalecer nuestro confort.
El clima anda como loco, ya nomas nos falta la lluvia de fuego, las plagas de ranas y chapulines. Trombas levantan arena por todos lados. El Sol no acaba por decidir si salir o no, y las nubes no saben si dejarlo brillar o taparlo. Total, anda vuelto loco. El factor caos está cada vez más presente en nuestras vidas, aunque siempre lo ha estado, la cosa es que ahora nos damos cuenta porque... pues es evidente que las cosas no están saliendo a cómo planeamos o a como deberían (según nuestra lógica idiosincrásica) de salir. Perdemos el control y de eso no cabe duda...
Bueno, dejándonos de ideas apocalípticas. Les comento que se acabaron los boletos para ver a Ely Guerra en el Teatro de la Ciudad. Un día, duraron. Claro que el lugar no es muy grande, eso es lo de menos, la cosa es que la gente ya está optando por asistir a eventos como éste, eventos de rock. El rock está resurgiendo. Ya no sólo vemos gente ranchera tocando en las combis, ya también hay chavos tocando rock. Bueno, en realidad no he visto a otro más que a mí, pero el otro día me tocó oír a un rock-popero. Bueno, algo es algo, dijo un calvo cuando un pelo le salió, y Saltillo definitivamente era calvo con peligro de decapitación. Me alegra ver más propuestas en la calle. Solo falta deshacernos de esos chicos emos. No es que me los quiera madrear o algo por el estilo, pero sí preferiría contagiarles su apatía y depresión con algo de alegría y desmadre rocanrolero. El rocanrol es más vida y sería mejor ver las guerras de bandas o las tocadas llenas de gente viva y no gente deprimida.
Pero bueno, como mencioné antes, algo es algo.
Sigan rocanroleando, salgan de sus escondites, nos ha llegado la hora.
lunes, 19 de mayo de 2008
Héroes del Silencio/Octubre 2007
Esperan para esperar y espera la espera. Cada estación a la que arribaban tenían que esperar. Era muy poco lo que iban a gozar, lo sabían. Muy poco lo que iban a gozar y mucho lo que iban a esperar, a sufrir, a soportar, a aguantar a pie firme, o ya sea acostados, sentados espalda con espalda para apoyarse uno a otro en el descanso, porque vaya que necesitarían descansar y guardar fuerzas para cuando llegara el evento.
El sol quemaba intensamente en ese octubre del 2007, ya eran épocas de frío, de vientos helados que se llevaban a las hojas de los árboles que habían decidido errar por aquí y por allá, en búsqueda de algo o en búsqueda de nada, eso no importaba. Pero a pesar de la época del año, y del viento que por las noches y por las mañanas enfriaba corazones, el canijo sol quemaba intensamente. ¿Sería tal vez por todo ese desmadre del calentamiento global, que las capas de ozono ya no nos cubrían de los intensos rayos del sol, o simplemente el infierno estaba ya a la vuelta de la esquina?
No lo sabían, y poco les importaba. Estaban ahí con un solo propósito bien en claro. Sabían por las que iban a pasar, o bueno, se las figuraban, sabían que no sería fácil. No cualquiera. Hace falta una gran resistencia y un gran sacrificio para hacer lo que ellos querían hacer.
Desde los taxistas careros hasta el conserje mierda, los polis que querían abusar de su poder y uno que otro gandalla por ahí. Había que soportarlo. Había que soportarlo porque si se enfrentaba cabía el riesgo de no lograr la meta que se proponían, que se habían propuesto meses atrás. Ocho largos meses de espera, más de ocho largas horas de viaje, más de ocho horas de fila bajo el sol. Un calor sofocante, que al refresco de unas chelas y un techo fabricado de improviso se hizo más tolerable, hasta agradable a cierto punto.
Un cielo que tristemente sí se veía algo más oscuro y no tan claro como en ciudades pequeñas. Un metro que acciona tan rápido que la gente no se da cuenta de quién existe o no, pero que bien a bien tienen en sus cabezas lo que quieren hacer, o de lo que van huyendo; eso dejárselo a cada cual. Uno que otro queriéndose ganar la vida, y otros, simplemente, esperando para esperar, esperando estaciones donde se va a esperar para volver a esperar. Pero así llegará (y vaya que llegó) la última espera, la más larga de todas (a mi gusto), en la que el tiempo parecía jugar una broma de lo más macabra y cruel, pero todo aquello para que el peldaño final alcanzara niveles extraordinarios de altura y el viento los refrescara tan plácidamente que una vez acabado el evento, se desplomaron para seguir disfrutando lo que seguía haciendo eco en su cabezas y sus corazones.
Los mejores momentos del evento:
- La plática en el camión acerca de la tocada en Guanajuato donde César nos invitaba a tocar. (Que a fin de cuentas nadie fue)
- La corrida desesperada que dimos René y yo para no llegar tarde al “Starbucks” donde nos esperaban César y Estéf para de ahí irnos a la central de camiones.
- La viejita que sin conocerme ni saber nada de mi adivinó que iba para el concierto de Héroes y que dijo que yo iba a morir ahí.
- La cara de César y Estéf cuando les contamos acerca de la viejita y lo que nos dijo.
- La cara de César y Estéf cuando les dijimos que había sido broma.
- Que César hubiera olvidado su boleto pal concierto en su mochila que guardó en un locker de la central de camiones.
- El viaje en metro.
- Los taquitos que nos echamos antes de hacer fila.
- Las gloriosas chelas que nos tomamos en la fila.
- La corrida desde la fila hasta la zona que nos tocaba en los conciertos.
- El hecho de que las botas de René le hubieran sacado ampollas y así tuvo que aguantarse en la carrera y en todo el concierto.
- La caída de César en la carrera a nuestros lugares. (Esa no sé si es cierta o quedó en mi memoria por otros hechos aislados)
- Las pláticas con la banda ya estando dentro del Foro Sol.
- El hecho de que a René le hubiera tocado una zona muy lejos y en gradas siendo que pagó un boleto más caro.
- El suéter volador que entregó a René mi boleto pa que se pasara a nuestra zona que estaba mejor.
- El comienzo del concierto con la escenografía y la rola de “El Estanque”.
- La playera que me encontré tirada entre toda la marea de gente. Playera que resultó ser una blusa que todos querían, pero que le regalé a mi chava.
- El bar al que quisimos ir, pero el cansancio nos condujo a dar la noche por terminada.
- Las tortas que cenamos en un lugarucho, pero más que eso, el wey de la mesa de al lado que estaba jetón con la boca abierta.
- El hecho de que le tuviera que hablar “cantadito” al taxista para que no nos cobrara como si no fuéramos del defe.
- Las larguísimas horas en la terminal de camiones, esperando a que el camión saliera para Saltillo.
“Descubrimos que la central de camiones está diseñada para que la gente no pueda dormir”.
- Los asientos incómodos y resbaladizos de la central.
- El conserje de mierda que cantaba a todo pulmón mientras trapeaba y no nos dejaba descansar en paz. Que aparte, nos sacaba la lengua cuando lo veíamos.
- Los culeros de seguridad que daban macanazos a los asientos de lámina que retumbaban cuando alguien se quería dormir.
- La dormida en el camión de regreso, que ya buena falta nos hacía.
Que les sea leve.
El sol quemaba intensamente en ese octubre del 2007, ya eran épocas de frío, de vientos helados que se llevaban a las hojas de los árboles que habían decidido errar por aquí y por allá, en búsqueda de algo o en búsqueda de nada, eso no importaba. Pero a pesar de la época del año, y del viento que por las noches y por las mañanas enfriaba corazones, el canijo sol quemaba intensamente. ¿Sería tal vez por todo ese desmadre del calentamiento global, que las capas de ozono ya no nos cubrían de los intensos rayos del sol, o simplemente el infierno estaba ya a la vuelta de la esquina?
No lo sabían, y poco les importaba. Estaban ahí con un solo propósito bien en claro. Sabían por las que iban a pasar, o bueno, se las figuraban, sabían que no sería fácil. No cualquiera. Hace falta una gran resistencia y un gran sacrificio para hacer lo que ellos querían hacer.
Desde los taxistas careros hasta el conserje mierda, los polis que querían abusar de su poder y uno que otro gandalla por ahí. Había que soportarlo. Había que soportarlo porque si se enfrentaba cabía el riesgo de no lograr la meta que se proponían, que se habían propuesto meses atrás. Ocho largos meses de espera, más de ocho largas horas de viaje, más de ocho horas de fila bajo el sol. Un calor sofocante, que al refresco de unas chelas y un techo fabricado de improviso se hizo más tolerable, hasta agradable a cierto punto.
Un cielo que tristemente sí se veía algo más oscuro y no tan claro como en ciudades pequeñas. Un metro que acciona tan rápido que la gente no se da cuenta de quién existe o no, pero que bien a bien tienen en sus cabezas lo que quieren hacer, o de lo que van huyendo; eso dejárselo a cada cual. Uno que otro queriéndose ganar la vida, y otros, simplemente, esperando para esperar, esperando estaciones donde se va a esperar para volver a esperar. Pero así llegará (y vaya que llegó) la última espera, la más larga de todas (a mi gusto), en la que el tiempo parecía jugar una broma de lo más macabra y cruel, pero todo aquello para que el peldaño final alcanzara niveles extraordinarios de altura y el viento los refrescara tan plácidamente que una vez acabado el evento, se desplomaron para seguir disfrutando lo que seguía haciendo eco en su cabezas y sus corazones.
Los mejores momentos del evento:
- La plática en el camión acerca de la tocada en Guanajuato donde César nos invitaba a tocar. (Que a fin de cuentas nadie fue)
- La corrida desesperada que dimos René y yo para no llegar tarde al “Starbucks” donde nos esperaban César y Estéf para de ahí irnos a la central de camiones.
- La viejita que sin conocerme ni saber nada de mi adivinó que iba para el concierto de Héroes y que dijo que yo iba a morir ahí.
- La cara de César y Estéf cuando les contamos acerca de la viejita y lo que nos dijo.
- La cara de César y Estéf cuando les dijimos que había sido broma.
- Que César hubiera olvidado su boleto pal concierto en su mochila que guardó en un locker de la central de camiones.
- El viaje en metro.
- Los taquitos que nos echamos antes de hacer fila.
- Las gloriosas chelas que nos tomamos en la fila.
- La corrida desde la fila hasta la zona que nos tocaba en los conciertos.
- El hecho de que las botas de René le hubieran sacado ampollas y así tuvo que aguantarse en la carrera y en todo el concierto.
- La caída de César en la carrera a nuestros lugares. (Esa no sé si es cierta o quedó en mi memoria por otros hechos aislados)
- Las pláticas con la banda ya estando dentro del Foro Sol.
- El hecho de que a René le hubiera tocado una zona muy lejos y en gradas siendo que pagó un boleto más caro.
- El suéter volador que entregó a René mi boleto pa que se pasara a nuestra zona que estaba mejor.
- El comienzo del concierto con la escenografía y la rola de “El Estanque”.
- La playera que me encontré tirada entre toda la marea de gente. Playera que resultó ser una blusa que todos querían, pero que le regalé a mi chava.
- El bar al que quisimos ir, pero el cansancio nos condujo a dar la noche por terminada.
- Las tortas que cenamos en un lugarucho, pero más que eso, el wey de la mesa de al lado que estaba jetón con la boca abierta.
- El hecho de que le tuviera que hablar “cantadito” al taxista para que no nos cobrara como si no fuéramos del defe.
- Las larguísimas horas en la terminal de camiones, esperando a que el camión saliera para Saltillo.
“Descubrimos que la central de camiones está diseñada para que la gente no pueda dormir”.
- Los asientos incómodos y resbaladizos de la central.
- El conserje de mierda que cantaba a todo pulmón mientras trapeaba y no nos dejaba descansar en paz. Que aparte, nos sacaba la lengua cuando lo veíamos.
- Los culeros de seguridad que daban macanazos a los asientos de lámina que retumbaban cuando alguien se quería dormir.
- La dormida en el camión de regreso, que ya buena falta nos hacía.
Que les sea leve.
jueves, 15 de mayo de 2008
El Mastuerzo en concierto
Miércoles 14 de mayo de 2008
Pues bien, como mencioné anteriormente, aposté por el rocanrol y fui al concierto. No nos fuimos de pinta como yo esperaba, Lalo se amariconó, cosa rara en él tratándose de elegir entre chelas, rocanrol y amigos; o escuela, presentación y responsabilidad; pero bueno. Nos quedamos a clase, presentamos en chinga el trabajo de francés que Canepa nos facilitó y nos largamos. Era un buen trabajo, de Ernest Hemingway.
Antes de quedar con el plan bien definido, cabe resaltar la mariconada de Lalo, a quien habíamos invitado a irse de pinta con nosotros mucho antes de que iniciara el concierto pa´ tomarnos unas chelas y llegar con una mejor y más apta percepción al evento. Tal vez era que a Lalo no le gustaba el Mastuerzo, por eso se negaba a irse de pinta, pero en el momento en que dijimos que íbamos por las chelas, al güey le brillaron los ojos. Estaba debatiéndose entre ir o quedarse a clases. Por supuesto que quería ir. Ninguno de nosotros conocía bien al Mastuerzo, conocíamos, quizás, a Botellita de Jerez, no como para considerarnos fans, pero sí los conocíamos, pero la onda no era esa, sino salir los tres, de pinta de la escuela, a tomarnos una chelas (obviamente) a un evento rocanrolero.
Era tan gracioso ver a Lalo caminar rumbo al salón de clases mientras nosotros le malinfuenciábamos... Si el güey quisiera irse, se habría ido a la primera, pero no, ahí estaba esperando a que le dijéramos más cosas, a que le picáramos en el orgullo, en las ganas y a que despertáramos su espíritu desmadroso y carnavalero.
Al fin fuimos.
No estuvo tan tan mal, aunque no me gusta la trova y si no fuera porque había escuchado antes a Botellita de Jerez, hubiera pensado que el Mastuerzo era un trovador más, pero por su pasado, quise ir y poner atención a las rolas.
Lo mejor del evento es que conseguimos baterista. Al parecer, Canepa es más famoso de lo que pensaba. A la salida del concierto se topó con un güey que lo había conocido en una de sus antiguas tocadas con su ex-grupo y recientemente enterrado Fausto. El güey al que se topó resultó ser baterista y le pidió a Canepa que lo invitara a tocar, y como nos falta baterista, ps cayó como anillo al dedo. Ya les contaré más al respecto cuando suceda.
Que les sea leve.
Pues bien, como mencioné anteriormente, aposté por el rocanrol y fui al concierto. No nos fuimos de pinta como yo esperaba, Lalo se amariconó, cosa rara en él tratándose de elegir entre chelas, rocanrol y amigos; o escuela, presentación y responsabilidad; pero bueno. Nos quedamos a clase, presentamos en chinga el trabajo de francés que Canepa nos facilitó y nos largamos. Era un buen trabajo, de Ernest Hemingway.
Antes de quedar con el plan bien definido, cabe resaltar la mariconada de Lalo, a quien habíamos invitado a irse de pinta con nosotros mucho antes de que iniciara el concierto pa´ tomarnos unas chelas y llegar con una mejor y más apta percepción al evento. Tal vez era que a Lalo no le gustaba el Mastuerzo, por eso se negaba a irse de pinta, pero en el momento en que dijimos que íbamos por las chelas, al güey le brillaron los ojos. Estaba debatiéndose entre ir o quedarse a clases. Por supuesto que quería ir. Ninguno de nosotros conocía bien al Mastuerzo, conocíamos, quizás, a Botellita de Jerez, no como para considerarnos fans, pero sí los conocíamos, pero la onda no era esa, sino salir los tres, de pinta de la escuela, a tomarnos una chelas (obviamente) a un evento rocanrolero.
Era tan gracioso ver a Lalo caminar rumbo al salón de clases mientras nosotros le malinfuenciábamos... Si el güey quisiera irse, se habría ido a la primera, pero no, ahí estaba esperando a que le dijéramos más cosas, a que le picáramos en el orgullo, en las ganas y a que despertáramos su espíritu desmadroso y carnavalero.
Al fin fuimos.
No estuvo tan tan mal, aunque no me gusta la trova y si no fuera porque había escuchado antes a Botellita de Jerez, hubiera pensado que el Mastuerzo era un trovador más, pero por su pasado, quise ir y poner atención a las rolas.
Lo mejor del evento es que conseguimos baterista. Al parecer, Canepa es más famoso de lo que pensaba. A la salida del concierto se topó con un güey que lo había conocido en una de sus antiguas tocadas con su ex-grupo y recientemente enterrado Fausto. El güey al que se topó resultó ser baterista y le pidió a Canepa que lo invitara a tocar, y como nos falta baterista, ps cayó como anillo al dedo. Ya les contaré más al respecto cuando suceda.
Que les sea leve.
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