Bastaría una palabra para describir las muchas emociones que se sienten al escuchar ese “boleto en mano” que se dice en las filas de los conciertos.
Es en parte, algo de lo que recuerdo del concierto. No era muy fan de Ely Guerra, de hecho, no sabía ni qué cantaba, pero como tengo que apoyar el creciente movimiento de rocanrol, tenía todas las ganas de ir. Aparte, no suceden muchas cosas así en Saltillo, así que no pensaba desperdiciar la oportunidad. Así que al escuchar el son del “boleto en mano” la gente comenzó a moverse.
No había sido difícil conseguir los boletos, digo, eran gratis. Pero por lo mismo se agotaron el primer día y mis amigos no habían conseguido. Yo tenía dos, uno para la Valkiria y otro para mí, así que no quedamos de acuerdo con nadie de la banda para llegar ahí. Aparte, Saltillo es lo suficientemente pequeño como para encontrarte a las personas que buscas en el lugar donde las buscas. Aquí nadie se pierde, hay pocos misterios... pero bueno, ese no es el caso de hoy.
Estábamos esperando que dieran las 7 para irnos, mientras nos chutábamos el partido de Cruz Azul – San Luis. Nos quedamos bien jetones, la Valkiria y yo. Por fortuna puse mi alarma del reloj para indicarnos la mera hora en que habíamos decidido para salir. Para no llegar y estar mucho tiempo formados y tampoco para llegar muy atrás a la fila. (No sé si me expliqué en el enunciado anterior, pero traigo tanta hueva que no lo voy a editar si no se entiende.)
Nos encontramos al ilustre Emperador Malamen, alias Daniel Canepa y nos quedmos en la fila junto con él.
Total, que entramos al concierto, hubo fallas técnicas por lo que se retrazó media hora, nada nuevo. Pero en cuanto a Ely Guerra... qué voz, qué bárbara. Por la forma en que cantaba me dio la impresión de que ella sería el tipo de mujer que anda a diestra y siniestra moviendo tapetes de hombres por doquier, porque a una mujer guapa y talentosa se le ponen pocos “peros”, pero a la mera hora ¡naranjas! Nada de nada.
Se prendía de poca madre, retorciéndose como lombriz cuando le cortas una parte del cuerpo, y dando zapatazos como si estuviera matando alacranes muy grandes. Se ponía roja roja y gritaba con un muy buen control de voz. Las sombras provocadas por tanto flachazo daban la impresión de que nos encontrábamos en una tormenta eléctrica y que Ely se movía de un lado a otro, por toda la pantalla, cambiando de tamaño y lugar.
Hubo una canción en la que cantó a capela. Se bajó del escenario y caminó por los pasillos del teatro, entre el público, ahí es donde entra otro de nuestros fabulosos
“Episodios Urbanos” El hurto de guitarras.
Todas las miradas se centraban en la figura de Aly Guerra quien se paseaba entre el público coqueteándole a uno que otro chavo. Las novias de los susodichos hervían de celos por dentro, aunque no lo hacían notar; y los chavos mismos ardían en deseos de ir más allá de un simple coqueteo con la talentosa y guapa cantante, pero sabían que aquello era parte del espectáculo, que pocas probabilidades tendrían si se tratara de un buen y formal coqueteo. Sepa cuántos se pararon de sus asientos cargando sus mini-cámaras pedorras (digitales o de celular) para tomarle fotos a Aly. Era el momento justo para actuar.
- Ahora es cuándo cabrón. – dijo Rigoberto.
- ¿Qué cosa? – preguntó Clemente.
- ¡Ir por las guitarras! Todos andan en la pendeja y nadie se daría cuenta.
- Tienes razón, ¡pinche lacra! Nadie hubiera pensado en eso más que tú.
- Y si vamos todos – añadió Elina -, de perdido uno sale.
Así que se pusieron de pie. Y caminaron al escenario. Tal cual había dicho Rigoberto, todos estaban en la pendeja.
- Saldremos por la puerta de atrás.
- Pero ya no vamos a poder seguir en el concierto. – dijo Elina.
- No importa, yo ya me estaba aburriendo.
- Lo mismo iba a decir.
- Lástima que no podremos ver el desmadre que vamos a ocasionar cuando regrese al escenario y vea que falta una guitarra. – susurró Clemente, iba acercándoseles por atrás.
Se subieron al escenario. Rigoberto le dijo a Elina que fuera a prender la camioneta para no perder tiempo, ya que si se armaba la persecución, ella no podía correr bien puesto a una reciente operación en el pie (había chocado a 180 kilómetros por hora en una carrera clandestina en el boulevard V. Carranza y tuvieron que reconstruirle un pie.). Elina no chistó y se movió rápidamente. Correr no era mucho lo suyo, correr a pie, al menos, detrás de un volante era otra cosa, estaba en su elemento.
Así que Clemente y Rigoberto se quedaron en el escenario, mirándose uno al otro.
- ¿Listo? – incitó Rigoberto, altamente emocionado.
- Espera. Hay que ver si alguien se acerca.
Nada.
- Vamos, no hay que perder tiempo. – insistía Rigoberto.
- Aun no.
- ¡Esto es demasiado sospechoso!
- ¡Ahora!
Clemente corrió a toda velocidad hacia la puerta trasera del teatro mientras que Rigoberto tomó la guitarra y corrió tras Clemente. Mientras éste forcejeaba con la puerta. Rigoberto lo alcanzó. A empujonazos y trompicones lograron salir. Buena cosa que Rigoberto no cayó al suelo porque se hubiera lastimado la guitarra.
En sus vientres el vértigo estaba a todo lo que daba. Al parecer nadie los había visto. Ya estaban en la calle. La Ranger-2008 estaba prendida y esperándolos. Corrieron y subieron a ella y escaparon sin que nadie los siguiera.
El silencio reinó en la camioneta en lo que todos agarraban aire.
- Que bajo hemos caído. – pensó Rigoberto en voz alta.
- Robar una guitarra a una artista. – agregó Clemente.
- No es que le falten guitarras, o dinero para comprarlas, pero... si nos vimos muy mal, ¿verdad? – terció Elina.
- Hay que regresarla.
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Bueno, ese fue el Episodio Urbano del evento. Total, debo admitir que estuvo bueno, aunque me aburrí un poco. Tal vez fue porque tenía mucha hambre y la cruda del viernes comenzaba a pegar, o porque de plano esa onda de música no es mucho mi tirada, igual y para un rato, pero sólo un rato. Ely Guerra no tiene que sentirse mal, ya que muchos güeyes y hasta chavas se la pasaban gritando piropos y "te amos" entre rola y rola.
Un saludo a toda la banda que fue al concierto, a la que se quedó afuera (creo que nadie) y a los que no fueron.
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