viernes, 16 de mayo de 2008

Los temas que sacan las crudas

Viernes... viernes por la mañana... cruel viernes. El aire gélido, el sol picoso, y lo peor de todo, el hombre del taladro que no deja de trabajar dentro de mi cabeza. ¿Pero qué tal ayer, eh? Un par de caguamones bastaron. Hacía ya mucho tiempo que no revivía este tipo de viernes. Viernes donde el piso se mueve, un colchón y almohada son los objetos más anhelados, las bebidas frías como el V8 son una maravilla, el frío parece traspasar la piel y apretar los huesos.
Y las idas al baño... eso lo confirma. Cruda.

Ayer vi algo que me impactó y quisiera compartir con ustedes. Mientras caminaba por el centro (no importa lo que estaba haciendo, así que ni se figuren) crucé una calle que estaba atestada de coches. Había una ambulancia que tenía una emergencia. Sonaba la sirena pero los coches no avanzaban y no se podían quitar para hacerle un espacio a la ambulancia. Fue la primera vez que vi al chofer de una ambulancia. Su rostro verdaderamente estaba entre que estresado, frustrado, angustiado. El copiloto llevaba en su regazo a un niño o niña, parecía estar lastimado. No sé si eso último (lo del niño o niña) me lo inventó mi creativa imaginación o si en verdad estaba ahí.
El caso es que ese tipo de chamba es bastante fuerte. Yo no podría, ni lo aceptaría por un muy buen sueldo. O bueno, confieso, tal vez lo acepte si me ofrecieran un muy buen sueldo, pero renunciaría a la primera patada. No sólo porque carezco de habilidades al volante, especialmente en situaciones delicadas o de prisa; tampoco porque me fastidia andar con prisas y de eso se trata la chamba; me acabaría saliendo porque tendría que ver, todos los días, accidentes y gente sufriendo. No tolero ver gente sufrir.
Odio la idea de que en los sepelios de los muertos se vaya a sufrir por la pérdida. Reconozco que es inevitable sentir pena porque cuando un allegado muere, también muere una parte de nosotros. Pero eso no significa que se deba ir a un sepelio específicamente a sufrir. Muy probablemente me equivoco, pero soy del pensar que en un sepelio también se puede celebrar la memoria que dejó la persona fallecida, y sí, llorar, y penar, pero celebrando la vida del muerto. A fin de cuentas, todos vamos a morir, pero no morimos absolutamente a menos que todo lo que hicimos en vida, los recuerdos que dejamos en otros, las obras y hechos, todo eso que nos compuso se olvide. El olvido es la muerte absoluta.
A caray... ora sí que me puse de filoso-fo. Pero bueno. Me despido con esta frase.

“Mientras el poder de muchos pendejos
resida en pocos con gran pendejez,
ni qué hacerle”

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