(FAUSTO, SEGÚN ERICK. TERCERA PARTE)
Desde que desapareció Fausto mi vida cambió, sí. Antes de Fausto mi vida era distinta, también. No puedo decir que fue un parte-aguas en mi vida, pero sí es distinta. Ya le disminuí al desmadre, ya no voy a los lugares a los que iba tan a menudo. Fue como otra vida, tan, tan distinta a lo que cotidianamente tengo y conozco que ni cuenta me di. Fue como si hubiera abordado una estrella fugaz, probado algo de la inmensidad del espacio y volver a tocar tierra en un abrir y cerrar de ojos, dejándome sólo destellos de lo sucedido, como si hubiera sido un sueño del que me acuerdo por partes, como lagunas mentales. Fue tan impactante que puede que haya sido todo una gran fantasía que mi imaginación anuda para darle un toque de realidad. Algo así como si viera un fenómeno paranormal y en lo que intentara asimilarlo desaparece y ya no sé si en verdad lo vi o fue sólo producto de mi cabeza.
Lo que sí, es que tengo muy, muy gratos recuerdos y momentos de gloria.
- ¿Cómo era tu ritmo de vida con Fausto?
Mi ritmo de vida con Fausto fue desbordado, sin control. No manches, ni sé cómo le hacía para sobrevivir. En esa época aun entrenaba taekwondo para competir, osea que entrenaba muy duro, y con todo, me sobraban pilas para ir a cotorrear después de entrenar, emborracharme entre semana y aguantar la cruda del día siguiente en la mañana en la chamba. Me cae que no manches. Hoy en día no puedo ni atreverme a pensar en la cruda de un viernes por la mañana, antes, y no hablo de mucho tiempo... serán dos años como máximo, mientras tomaba brindábamos por las crudas, que sí, eran pesadísimas, pero soportables, y las soportaba con todas las buenas de la ley, con merecido dolor de cabeza mareos y demás. Pero ahora, nooooo, ahora no quiero ni estar crudo en fin de semana. Ya no las puedo.
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