lunes, 14 de julio de 2008

Movimiento Música Nueva

A veces es la situación la que te lleva a ser y a hacer. El fin de semana reciente, el Malamen y yo estábamos solos, en el Confesionario. Lalo se había ido a la cabaña con sus padres, no tenemos novias ni amigas con quiénes cotorrear. Le habíamos hablado a César, pero estaba ensayando, nos hablaría acabando. Total, que ahí andábamos los dos, decidimos ir al centro a hacer el ya algo típico entre nosotros, recorrido de bares, mejor conocido como “La Gira”.

Debo decir que el centro de Saltillo es algo de mi agrado, no total, pero sí algo. Por la noche, en fin de semana, hay variedad. Hay muchos bares y cantinas, pta, cantinas hay décimas, me cae, pero lo que a nosotros nos llama la atención son un reducido, elegido grupo de bares. Tenemos al Dublín, al que ya muy tarde no nos dejan entrar porque se llena, aunque tenemos nuestros medios para entrar. Contamos también con el Cerdo de Babel, aunque casi siempre lleno, sí te dejan entrar. Pero no solemos frecuentarlo mucho, y si vamos, no es por mucho tiempo, a menos que sea ya al final de toda la onda, cuando caminamos no tan derechito, cuando los párpados ya van caídos etc, etc... También está el Dogma, cuya localidad y decoración está excelente, a mi gusto, y lo incluiremos en la gira; si no lo incluíamos antes es porque como es el más nuevo y novedad, está muy afresado. Y está el Confesionario, el bar metalero al que vamos más seguido y en el que más consumimos, porque hay una promoción de cerveza a diez pesos, debemos aprovecharla, porque esa promoción se acaba a las once.

Ya que los puse al tanto con la Gira, ténganse a ustedes, que el sábado pasado estábamos el Malamen y yo tomándonos la cubeta de chelas, platicando. La plática se tornó a un punto interesantísimo, que se está volviendo en mi círculo social como un tema semejante al futbol, religión y política: de los que ya no se deben de hablar porque no llegan a nada. Surgió algo así de que nos preguntábamos a qué círculo social correspondíamos, porque correspondemos a uno, pero no podíamos definirlo bien. Sabemos, sin embargo, que si por ahí nos ven en la calle, la banda que nos conoce de vista, los de la escuela, de la chamba, de diversas actividades, lo más seguro es que ellos nos consideran “rockeros”. Bueno, en cuanto a mí me concierne, NO soy rockero, ya lo había expuesto en otro artículo en este mismo blog. Pero sí, el Malamen tenía razón en que la gente que nos conoce a medias tintas puede decir que somos rockeros. Y comenzó “¿qué es un rockero?”

Llevábamos más de una hora platicando de lo mismo y ni siquiera habíamos tocado el tema de la música. Hablábamos de la vestimenta, de ademanes, de cultura social, de conocimiento, intelectualidad, bla bla bla, pero no habíamos tocado la música, y, muy personalmente creo que es lo más fundamental para decir que una persona es rockera. Pero no, ahora no, al parecer, el rock ha dejado de ser música para convertirse en algo muy general, que muchos consideran como un estilo de vida. Muchos de esos elementos que crean a un rockero, (según la generalidad de la gente, repito, esto no es cosa mía, es lo que saqué de mi dolorosa investigación acerca del rock en la sociedad) son elementos que también podrían pertenecer a un reiver, a un eskato, a un metalero, a un idealista, a un guerrillero, a un revolucionario, a un narco, incluso a fresas y vaqueros. ¿Cosa rara? No me parece. Entonces, el "estilo de vida" del rockero es demasiado ambiguo, tan ambiguo, me atrevo a decir, que está perdido a simple vista, como una onda de sonido que se propaga y va disminuyendo su intensidad y cuerpo.

Luego viene el tema de la música. Quisiera que alguien me diga de un grupo que toca rock, pero rock a secas, porque sabemos que subgéneros hay miles: que si el punk (y los suyos), que si el metal (y los suyos), que si el grundge (y los suyos), y más. Ahora, Cesarín dio en un punto muy bueno: que el rock era música alternativa, que sacaba sus elementos de varias vertientes, que no tenía miedo de combinar, que podía escuchar lo que fuera y sacarle el jugo de lo que más le gustara a toda esa capirotada musical que escuchaba, añadirle lo suyo y tan tan, sacamos del horno al rock. Pero ese punto es, también, tan ambiguo que no pudimos darlo por válido. Porque hay salseros que experimentan, hay jazzistas que experimentan, hay metaleros y blueseros que experimentan; los progresivos, los rancheros, los cumbieros y hasta los malditos regguetoneros pueden experimentar y “alternar”, incluso los de la música electrónica (que yo no acabo por considerar música) podrían sacar ritmos de otros géneros y convertir o fusionar al suyo.

Entonces quedamos en las mismas... en las de que el rock es tan general que se pierde, y optamos por no seguir con eso. La investigación del rock ha terminado.


Fíjense nomás... todo empezó con la plática de “¿qué es un rockero?”, porque queríamos saber qué somos nosotros y por qué nos consideran rockeros los que nos conocen a medias. Surgieron tantos puntos que no recuerdo, que la ilación de algunos de ellos nos llevó, horas después, y en otro lugar, al nacimiento de un movimiento musical, algo relativamente sencillo y posible. No sólo es un “hay que hacer algo con las bandas”, un “hay que sacar adelante el medio musical en Saltillo”. Sacamos ese “algo” y lo convertimos en una meta tangible. Ahí les va.

Concordamos en que ya no está chido tocar los covers de siempre, y no sólo eso, ya no está tan chido tocar covers. Las rolas se queman y acaban por hartar. Los músicos queremos tocar nuestro material, enfocar los ensayos en sacar y arreglar nuestras canciones. Por eso nos hicimos músicos (estoy generalizando, no sé de todos, pero lo supongo... y si no, qué triste), porque encontramos en algún instrumento y en la música en sí nuestro mejor medio para expresar nuestros sentimientos y compartirlos con el mundo. Porque tenemos algo qué decir y creemos que el mejor medio es a través de una canción. Porque queremos que los demás sientan lo que nosotros sentimos hacia algo, igual y no sentirán todos lo mismo, pero al menos queremos compartirlo, porque sentimos que es algo que el mundo debería saber, es algo que no queremos llevarnos con nosotros a donde sea que vayamos cuando la vida se acabe... okei, okei, okei, me estoy viendo muy “discurso del líder antes de luchar la batalla final en película joliwudense”, pero bueno, me dejé llevar. Como nos dejamos llevar cuando tocamos nuestras rolas... y dale, otra vez con lo mismo.

El caso es que este movimiento debe realizarse. DEBE realizarse. Un día en que los grupos no toquen covers, eso proponemos. Un día. Por lo pronto lo que tenemos es la idea, pero si se corre la voz, podemos irlo convirtiendo en una realidad, ir a darnos un tiro con los bares y exigirles ese día en que no contraten grupos de covers, en que presten espacio para que los músicos toquen rolas nuevas, rolas suyas. Sí, lo sé, suena a chaqueta mental, pero ¿acaso no son las chaquetas mentales parte de lo que hace a esta vida, chingona?

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