miércoles, 2 de julio de 2008

Finolis se cae en Dublín

Y me pegó como un rayo que fulmina al cielo.
Un trueno que retumba al azar.
Si las olas arrasan dos cantos al vuelo
que una gaviota extiende sobre la mar.
Lenta, divina botella de vino
que pinta los labios de mi buen amigo
trayendo consigo recuerdos tan gratos
que porque ya no hay duelen, duelen tanto.
Me vuelvo entonces,
distante horizonte.
No son mis lágrimas las que me pueden
son las ajenas que más me retienen
y me paralizan pescando sin dar.
Quisiera poder alivianar
esa carga que te pesa,
esa carga que te puede.
En mí siempre tendrás un carnal.

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