El recuerdo más vívido que tengo de mi abuelo, que, por cierto, es de mis pocos recuerdos que tengo de él ya que murió cuando yo era niño y no tengo muchas memorias de mi niñez, era en esas ocasiones, los domingos, allá en el defe, en el departamento de la Colonia Estandón, que se ponía a ver el box.
Se sentaba en un sillón, se servía un caballito de tequila, en un plato ponía un limón partido y un salero. A tomárselo rico mientras veía cómo se daban de moquetazos dos chavos. Esa era una de sus tradiciones. Tranquila y agradable, se la llevaba.
Pues resulta que nazco yo, el primero de los nietos, y pues era toda una sensación y un consentido, por supuesto. El abuelo me llamaba a con él cuando se ponía a ver el box, yo tendría unos cuatro o cinco años. Me sentaba en su regazo y me ponía a ver el box con él mientras me explicaba que esto o aquello.
Bueno, pues en esas andábamos, el abuelo y yo, y me daba permiso de meter mi dedo en el caballito de tequila y luego sacarlo y chuparlo. Me sabía agradable, en verdad, lo afirmo porque es un recuerdo muy vívido que tengo. Tons ahí nos tenían, a mi abuelo y a mi, pisteando tequila viendo el box de los domingos, en el departamento de la colonia Escandón.
Yo tengo una abuela que siempre me ofrecía de comer. Pero siempre, y de todo tipo de comida. Que si no quería de esto, tenía de esto otro, o de esto, o del otro, o de aquello. Siempre me ofrecía mucha variedad de comida y pues al final acababa por acceder para darle gusto. A veces, después de haberme acabado el plato, pues ya es vieja, mi abuela, se le va la onda, entonces después de haberme comido ya un plato sólo por complacerla, me ofrecía más y más, olvidando que ya me había dado de comer.
¡Mi abuelo, siempre nos decía que nos iba a tronar los dedos, y para hacerlo nos los estiraba y les daba de karatazos!
Otro abuelo nos saludaba diciéndonos: véngase mijito prieto. Nos abrazaba y luego nos decía, ahora vete antes de que se me pegue lo feo.
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