Los aspirantes al trabajo estaban ansiosos, sentados en los pupitres de un salón acomodado para presentar su examen de ingreso a la compañía. Era un sueldazo, no se lo podían perder. A juzgar por las apariencias de las personas, se les veía preparados, lógicamente habían varios que hablaban de más y presumían de sus mocos dorados y que no sé qué más patrañería.
Se abrió la puerta y entró el responsable de las entrevistas y su ayudante. El responsable, típico fanfarrón que parece que le ha ido de lujo en la vida. Corte de pelo bien moderno, su fragancia masculina cautivadora para mujeres que se fijan en eso, dos tres pulseras y adornos bien a la moda, traje impecable y cara de “yo me las sé de todas todas”. Se paró enfrente de los pupitres mientras el ayudante, el típico muchacho tímido jorobado y narizón de oficina, repartía, uno por uno, los papeles del examen.
- Hay tres formas de contestar este examen. – aclamó el fanfarrón. - Una. Lo más honestamente posible, eligiendo la respuesta sin tener que analizarla a fondo. Dos. Considerando qué es lo que la empresa espera de ustedes para entonces contestar eso que ustedes creen que nosotros queremos ver en sus exámenes. Y tres. Habiéndome escuchado, considerando las dos primeras formas y entonces eligiendo qué es lo más próspero para ustedes.
“Ahora, por favor, comiencen.”
No habían pasado ni cinco minutos cuando un joven se levantó de su asiento y se dirigió al responsable.
- No contesto dudas.
- Ya acabé. – contestó el muchacho, entregando su examen. – Te faltó una forma de cómo contestar el examen...
Después de entregar sus papeles, el joven se dirigió a la puerta, se puso sus lentes oscuros, echó una rapidísima mirada a los otros aspirantes, se volteó y encaminó afuera.
- ...a lo pendejo.
Y cerró la puerta a sus espaldas.
Como este es un cuento pendejísimo y mamón, debe tener un típico desenlace que puede arruinar todo el cuento, o por otro lado, darle un sentido bastante estúpido y pedante. El caso es que el joven que contestó su examen a lo pendejo obtuvo el trabajo. ¿Pero cómo? Pues sí, el chiste era contratar a alguien difícil de manipular. Háganme el mentado favor. Que disque para ser representante y vocero de la compañía en ciertos rubros de la política y comunicación.
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