No hace falta decirte, aunque reviva
el estado de agonía en que gustas
mantenerme, al borde de tus lagunas
sin dejarme nadar a carne viva,
regateando mi alma que no se alquila,
cortejando un regalo que disfrutas
torturar al mostrarte tan desnuda,
oculta, bajo dudas de delicia.
Y sin embargo no has pagado renta,
no te cobro y sales por la ventana.
Yo ni siquiera vigilo la puerta.
Si pretendes volver a mis andadas…
cierto es que nunca he ansiado tu vuelta
mas la festejo, siempre,
más aún, sin esperarla.
martes, 13 de octubre de 2009
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